Dolor ajeno

David, el dueño de la finca, apoya su cabeza sobre el padre de Julen, que viste un abrigo gris Marcos Moreno

Nadie os vendrá a sustituir en el dolor. Nadie tiene la facultad de erradicar el sufrimiento de lo ajeno; por el contrario, sí se hace necesario estar al lado de quienes padecen el desabrimiento cuando la vida traiciona a la propia vida. El dolor de los demás nos parece que sucede a la distancia que nos interesa que así ocurra, pero existen a diario, a nuestro lado, personas que nos necesitan y a las que ignoramos

Lo vivido con el caso del pequeño Julen demuestra hasta qué punto los seres humanos somos maleables en emociones. Julen se ha ido a un lugar nuevo, pero este niño de dos años nos ha demostrado como una buena parte de este mundo es capaz de hermanarse y llorar sin que las lágrimas se sientan ruborizadas por ello. La carga emocional de lo vivido ha trascendido a cuantas personas creemos en el amor como medio de entendimiento. Por cierto, lenguaje universal capaz de sobresalir por encima de cualquier muro o fortaleza, a pesar del grado de deterioro que sufre por culpa de cuantos incapaces ni sienten ni padecen.  

El dolor ajeno es el nominal que nos pone a prueba, no para sustituirlo, repito, pero sí para mitigarlo en quien lo padece. Tampoco el tiempo lo cura todo porque la vida en sí es puro tránsito, un simple trámite. Y eso, queridos lectores, nada ni nadie pueden  adueñarse de algo que en realidad no existe. El tiempo es una pura invención del hombre iluso que juega con las manecillas de un reloj como si estuviera administrando el devenir del destino. Error manifiesto. A la vida no se la mide por horas, sino por la capacidad de amar.        

Si algo debemos aprender de estas dolorosas tragedias es que somos portadores de una capacidad infinita para actuar asociándonos con aquellos que más lo necesitan. Depende de nosotros mismos y además resulta gratis porque la auténtica riqueza que en verdad poseemos es el amor que traemos en el momento de nacer. 

Hay que dejar atrás al ser inane y demostrar que cuando nos emociona el dolor ajeno no es por pura casualidad, sino porque somos tan vulnerables al destino como lo han sido Julen y sus padres. La providencia puede ser tan cruel como benefactora, pero siempre estaremos a expensas de una sola vida, una sola oportunidad y un solo instante. Después será tarde para muchas cosas. 

Uno de los principales ingredientes que atesoramos es el de la humildad que, junto al del amor, forma parte de la mejor dieta para el bienestar existencial. La ventaja es que no hace falta ir a buscarlos a ninguna parte. Somos portadores de estos principios activos  al igual que tenemos órganos vitales que nos permiten ciertas licencias y ciertos retos. Hay quienes también se empeñan en desterrar la humildad, pero son los mismos incapaces que ni sienten ni padecen. 

Cuando el dolor ajeno traspasa las propias emociones haciéndonos reflexionar, llorar o aparcar nuestra altanería, es síntoma de que la humildad y el amor que poseemos aún no lo hemos malgastado. Aquellos que persiguen a los justos para engrandecer su ego a costa de las desgracias ajenas son los mismos incapaces que ni sienten ni padecen. Utilizan el dolor ajeno para menoscabar la tragedia en beneficio propio. Lo único que les importa es notoriedad y audiencia informativa.

Son la antítesis de la generosidad y de la bondad. Son los arrogantes que desprecian las buenas obras y las buenas conductas. Estoy en contra de ese periodismo espectáculo que horada hasta la náusea el dolor ajeno. A ellos les bajaba yo a las profundidades de la tierra a enfrentarse cara a cara con la humildad y al amor de cuantos mineros, bomberos, guardias civiles y demás personas de bien han demostrado tener en la operación de rescate de Julen.  

Cada ser humano es único e intransferible. Se nace y se muere, pero de por medio existe una franquicia llamada vida que está llena de conceptos para unos y de retos para otros. Lo importante es sentirse útil hacia los demás. Julen, sin querer morir, nos ha enseñado que se puede vivir siendo solidarios con el amor. Descansa en paz, pequeño Julen.