España y la desigualdad

Lehman Brothers: así vivieron los CEO de la banca española el día que cambió su mundo

Diez años después de la explosión de la crisis financiera de 2008, con el hundimiento de Lehman Brothers, que luego contaminó la economía real inundando de millones de víctimas a todo el planeta, desde las bulliciosas calles del primer mundo a los caminos de barro y arena del tercer mundo donde sus habitantes siguen imaginándose en aquel, en su idealización, como destino de sus sueños; la desigualdad es lo único que crece, con los ricos más ricos, y mayores en número, mientras las clases medias se desmoronan y sirven de caladero a los estratos más pobres.

Recientemente ha sido publicado el informe del Observatorio Social de “La Caixa” sobre necesidades sociales en España, que pone cifras a la realidad económica de España, y sus conclusiones no pueden ser más esclarecedoras y taxativas, reseñando que todas las condiciones materiales de vida empeoraron desde mediados de la pasada década, sin que la tan cacareada recuperación de los últimos ejercicios haya sido empleada en paliar los efectos de la crisis en las capas más azotadas por ella, hasta concluir que el 32,6% de los españoles vive diariamente con la angustia de no poder pagar los recibos o encender la calefacción, con el 21,6% en riesgo extremo de pobreza.

Pero la particularidad española en cuanto a desigualdad es que nuestro país no evoluciona en la misma medida que el resto de países, sino que nuestros estándares se descuelgan de los del resto de Europa, incluso de los valores medios, hasta situarnos entre los que forman la cola de tan doloroso ranking, hoy España, en cuanto a la vulnerabilidad de sus habitantes, se acerca más Letonia, Estonia o Rumanía, que a nuestro vecinos de Francia; sin ocupar las posiciones que corresponderían a la quinta potencia económica europea que somos (decimoquinta mundial, habiendo caído siete posiciones desde 2009, entonces octava), para situarse en una bochornosa vigésimo quinta europea.

Una obviedad se abre dentro del informe y escenifica las terribles consecuencias de la devaluación salarial que se impuso en España a lomos de la reforma laboral decretada por el Gobierno presidido por Mariano Rajoy, cual es que para que los mayores de niveles de empleo supongan una reducción significativa del riesgo de pobreza, tendrían que mejorar, de forma notable, las condiciones laborales y salariales de una gran mayoría de los trabajadores, ya que en los niveles actuales corre peligro la propia sostenibilidad de los sistemas de pensiones y desempleo.

El 14% de la población española lleva más de tres años en situación de pobreza, lo que evidencia otro rasgo de la desigualdad que galopa por nuestras calles, cual es la cronificación de la pobreza en uno de cada siete españoles.

El reciente premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales, Michael J. Sandel, afirmó que “la peor secuela de la crisis de 2008 es que sin darnos cuenta, sin decidirlo, pasamos de una economía de mercado a una sociedad de mercado”, revelando y poniendo el acento en que hemos pasado de organizar un mercado como herramienta de la actividad económica, a que impere una sociedad de mercado en la que cualquier actividad humana cotice al alza o la baja, y sea susceptible de ser comprada, y quizás ahí radique el hecho objetivo de que los ricos crezcan aritméticamente, mientras los pobres se multipliquen exponencialmente.

Y España da una incuestionable prueba del silogismo anterior, puesto que al mismo tiempo que la desigualdad sigue avanzando inexorablemente en ella, ha escalado hasta la posición decimocuarta entre los países con más ultraricos, superando a Suecia y Holanda, situándose como el octavo país del mundo que más millonarios ha ganado en los últimos doce meses (más de 60.00 personas), adelantando a Canadá, y alcanzando un total de 851.577 afortunados magnates.

Hay más ricos y muchos más pobres, lo que realmente hay en España es un crecimiento desaforado de la desigualdad.