Entre la preverdad y la posverdad

El doctor en Filosofía y Teología Aurelio Fernández escribe que lo malo

de nuestro tiempo no es el vuelvo cultural que se experimenta, sino que lo

grave es la crisis en que han entrado las cuatro referencias que responden a

actitudes esenciales de la persona: verdad y error, bien y mal. Por su parte,

Julián Marías denunció la falsificación deliberada de lo real potenciándose

en los medios el influjo de la mentira que circula sin corrección ni apenas

conciencia de su existencia.



Aquéllos que pretenden introducir mercancía averiada en el mundo de la

comunicación encuentran dos instrumentos ad hoc: las encuestas de

opinión y la posverdad.



Jamás antes en nuestra historia reciente se había producido un bombardeo

de encuestas como el que padecemos en la actualidad. Encuestas que tocan

todas las elecciones y que coinciden en señalar un cambio electoral. Nos

manipulan sin darnos cuenta a través de las encuestas, mecanismos de

persuasión que podríamos denominar preverdad.



Las encuestas están diseñadas para que prestemos atención a lo que ellos

quieren que se la preste. La reiteración, el bombardeo constante y

compulsivo de encuestas electorales está diseñado para que nuestra

atención esté puesta ahí, donde ellos quieren y lo seguirán haciendo hasta

que votemos lo que ellos quieren que votemos, es decir, nos viven la vida.

Si el ciudadano logra escapar del influjo de las encuestas, se topará con la

posverdad. Según la Real Academia Española la posverdad es distorsión

deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin

de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.



El diccionario de Oxford eligió el término de “posverdad” como palabra

del año 2016. 



Y aquí nos encontramos, inmersos en “la era de la posverdad”, la cual, no

es más que la prolongación de una larga tradición de engaños políticos,manipulación mediática y propaganda. Sin novedades, sólo nuevas fórmulas de injerencia y no tan nuevas estrategias de control social, pero, con una diferencia importante: hoy en día estas nuevas fórmulas tienen un nuevo aliado: los canales digitales. Éstos son el vehículo perfecto para la expansión de informaciones falsas, las cuales, se encuentran lejos de cualquier atisbo de ética periodística y están al servicio de determinados intereses políticos, económicos y administrativos.



Y, es que, estos ejercicios de manipulación no son nada nuevo, han existido

siempre. Como decía el ensayista Domingo Ródenas “No es concebible el

poder político, ni la lucha política, sin el uso de la mentira o, lo que es lo

mismo, de la tergiversación de la información para construir una imagen

deformada de la realidad”.



Estas y otras muchas noticias falsas están a la orden del día en los medios

de comunicación y en las redes sociales, estas falsedades pueden responder

a intereses de todo tipo y tener objetivos diversos, por lo que se hace

necesario saber detectarlas e interpretarlas correctamente. Es aquí donde

entra en juego el papel de los medios de comunicación, pues éstos, como

constructores del relato social, transmisores de nuevas realidades y

generadores de consenso, deben ser garantes de la verdad y ejercer como

elementos reguladores ante las falsedades. Un papel, que cada día está más

en entredicho.



Estas “mentiras emotivas” son determinantes porque tienen un impacto real

y palpable en las sociedades: las preverdades, las fake news, las falsas

noticias, las medias verdades o la posverdad han demostrado ampliamente

su capacidad para moldear procesos.



Como escribió Calderón de la Barca: porque tienen de su parte, mucho

poder las mentiras cuando parecen verdades.