La pasión de Puigdemont

Carles Puigdemont. Reuters

¿Se imaginan que Judas fuera el padre de a quién traicionó?

La particular pasión vivida por Carles Puigdemont coincidiendo con la Semana Santa ha tenido unos guiños dignos de haber formado parte del guión de la satírica película La vida de Brian, de los Monty Phyton, que recreaba la historia de un judío, nacido el mismo día de Jesucristo y que durante varios momentos de su existencia fue confundido con él. Y esos guiños son de agradecer, porque siempre el filtro del humor nos hace entender mejor la realidad.

Quién cambió para siempre el destino del número tres de la lista de Junts pel Si, por Gerona, en las elecciones autonómicas catalanas del 27 de septiembre de 2015, Artur Mas, designándole su sucesor, a título de president de la Generalitat de Cataluña, ante la postura de la CUP de apoyar a cualquier candidato que fuera propuesto por JxSI, siempre que no fuera el propio delfín de Jordi Pujol, ha sido quien, con el huido ex-president en prisión preventiva en la cárcel alemana de Neumünster, ha puesto unos cuantos clavos más en la cruz de Puigdemont. Lo hizo al afirmar que el independentismo tiene que valorar si, en este momento, “vale la pena después de tener tanta gente fuera del país o no hace falta, y hay que rearmar las fuerzas y tirar para adelante”, enterrando, de facto, la investidura, virtual o no, del ahora preso.

Las surrealistas peripecias vividas, en el filme de los Monty Phyton, por el personaje de Brian Cohen, afiliado al Frente Popular de Judea (FPJ), desde garabatear el palacio del gobernador Poncio Pilatos, con una frase cuya ortografía le corrige la propia guardia romana, haciéndosela repetir cien veces; hasta que ya colgado en la cruz, ve llegar a un ejército de liberación del FPJ, cuyos integrantes, en lugar de salvarlo, se suicidan clavándose sus propias espadas, poniendo el epilogo, a la película, al ritmo de 'Always Look on the Bright Side of Life', entonado por sus compañeros de crucifixión, tienen unos paralelismos mas que notables con la pasión sufrida por Carles Puigdemont desde el pasado Domingo de Ramos a éste Lunes de Pascua.

El calvario de Puigdemont estuvo alejado de Jerusalén, y en su caso se inició en una rutinaria y aburrida gasolinera de Jagel, en Alemania, a bordo de una impersonal furgoneta de color gris, en la que dos mossos, no se sabe si en servicio oficial o disfrutando, con él, de sus días de vacaciones, le acompañaban.

Poncio Pilatos hace más de veintiún siglos se lavó las manos ante la condena a muerte de Jesús de Nazaret, solicitada a gritos por el pueblo; hoy son los propios compañeros de posiciones políticas de Carles Puigdemont quienes se lavan las manos sobre él y su futuro. El mundo y los hombres cambiamos no poco, sino casi nada.

“Ego manibus lavabit”, dixit Artur Mas.