Burdas imitaciones

El portavoz adjunto de ERC en el Congreso de los Diputados, Gabriel Rufián. Javier Etxezarreta Efe

No me gusta ver la misma película dos veces, ni releer libros. Tampoco me gusta leer el periódico del día anterior. Lo pasado, pasado. Es como si buscase siempre la novedad, aunque en el caso de la prensa poco varía de un día para otro. La excepción a esta regla es que siempre me quedo enganchado a la pantalla cuando, al hacer zapping, me encuentro con alguna de las películas de la saga de El Padrino; aunque esté empezada.

Por eso sonreí cuando Gabriel Rufián dijo que entendía la política española porque había visto la citada saga. Pero no sonreí porque tal vez tenga algo de razón y muchos políticos corruptos de este país se han creído durante muchos años grandes e intocables capos, sino porque la primera vez que yo asocié a los famosos gánsteres con un político español fue precisamente el día que vi actuar (si, actuar) por primera vez al Sr. Rufian en el congreso de los diputados

Con ese aire de suficiencia, hablar pausado y vestimenta oscura, me dije (lo juro): -este va de El Padrino; sólo que la imitación era tan inocente y cómica como la de un niño cuando sale del cine intentando recrear a sus héroes de ficción.

Esa imagen, ya mala de por sí, se fue deteriorando conforme se sucedían sus diatribas y exhibiciones efectistas en el congreso, recordándome más al típico sicario de gatillo rápido y pocas luces que al concienzudo y carismático capo mafioso, para finalmente degradarse al nivel de bufón de la Corte; aunque realmente sólo haga gracia a sus acólitos de twitter. Casualmente en la RAE, bufón viene definido, entre otras acepciones, como truhan que se dedica a hacer reír, y uno de los sinónimos de truhan es rufián.

Y hablando de reír, casi hilaridad me ha producido que Carles Puigdemont se haya atrevido a compararse, en una conocida red social, con Nelson Mandela solamente por el hecho de que ha tenido una sesión de fotos con Jellian Edelstein, la fotógrafa autora de los retratos más icónicos del presidente Sudafricano. Mandela creó la Comisión para la verdad y la reconciliación mientras que el ya expresidente catalán ha provocado el apartheid en Cataluña.

Creo yo que Puigdemont andaba imitando más bien, y salvando las distancias, a alguno de los emperadores del imperio romano. Le veía ciertas similitudes con Julio César, el dictador absoluto que alcanzó el poder mediante el Primer Triunvirato (tripartito) asociándose con Craso y Pompeyo y que finalmente acabó provocando una guerra civil en Roma (¿enfrentamiento social en Cataluña?) en la que luchó contra su examigo Pompeyo (¿el paga-fantas Junqueras?), al que venció y obligó al destierro. Dicha imagen se ha ido deteriorando conforme avanzaba la extravagancia del president y ha llegado a recordarme a otros emperadores como Nerón, por incendiar las calles, o como Domiciano que se autoproclamó Dios.

Y es que ciertos comportamientos y situaciones se repiten a lo largo de la historia, sobre todo cuando de política se trata, como ya argumenté en mi artículo “Todo ha pasado ya”, que este medio digital tuvo a bien publicar en enero del pasado año.

Emperadores, bufones y Padrinos. Parece que seguimos teniendo una gran influencia de nuestros primos hermanos de Italia, país que, por cierto, acaba de celebrar elecciones y también nos ha imitado metiéndose en un bucle de ingobernabilidad similar al de Cataluña en la actualidad o al que padecimos en España hace ya unos cuantos meses.

A ver si somos capaces, “en pleno siglo XXI”, -frase muy manida para mostrar estupor ante el anacronismo-, de mirar un poco hacia el norte y empezar a imitar a países como Francia y en las próximas elecciones generales conseguimos tener un presidente neoliberal, joven y preparado como Macron. O presidenta, que también es posible. Ganas que tiene uno de ver una película nueva.