El principio del fin bipartidista

Rajoy y Rivera, durante un debate en el Congreso. Reuters

Huele a elecciones. Los medios impresos y digitales comienzan a cocinar encuestas de intención de voto, cuando ni se atisba rastro alguno de su celebración.

El calendario electoral, antes fijo e inamovible, marca ya no en rojo, sino en amarillo anaranjado fechas de celebración de comicios mientras se especula cada vez con más fuerza sobre un adelanto electoral en casi todos los ámbitos.

Las encuestas han conseguido encender todas las alarmas en el Partido Popular, que lastrado por el desgaste lógico de la corrupción interminable y arrastrado por su pésimo resultado electoral en Cataluña, cae estrepitosamente en intención de voto. ¿Su reacción? Intentar alejar el foco mediático del que considera su rival: CiudadanosEstamos asistiendo a ataques furibundos al grupo naranja que ponen en serio riesgo los acuerdos de gobierno en varios lugares, todo ello mezclado con un acuerdo tácito con el otro integrante del bipartidismo en el que ambos se acometen para atraer el foco mediático, que hoy está merecidamente en Albert Rivera y los suyos.

Existen lugares donde la desesperación del bipartidismo comienza a hacerse evidente. Un claro ejemplo es la ciudad de Sevilla, donde el PP, afincado en la oposición más inoperante, bloquea unos presupuestos municipales por el mero hecho de que Cs llegó a un acuerdo presupuestario con el equipo de gobierno socialista. Lo peor de este caso es que el grupo municipal popular, con su rancia tradición política, obvió el procedimiento legalmente establecido y se enrocó en la presentación de un presupuesto alternativo a sabiendas de que jurídicamente era inviable. ¿Es torpeza jurídica o vileza electoralista? No sé qué es peor.

Asistimos al principio del fin del bipartidismo como lo conocíamos y, como todo cambio en política, habrá una feroz resistencia de sus redes clientelares.