A mí, la Guardia Civil

Guardias civiles en el aeropuerto de El Prat este viernes. EFE

Como es de costumbre en este país, cada vez que no se sabe que hacer, se llama a la Guardia Civil. Es cierto que su fundador, allá por 1840 en su cartilla establecía que el guardia civil sería un pronóstico feliz para el afligido. De ello hemos sido testigos cuando incluso etarras que se perdían en el monte les llamaban para ser socorridos, y con más habitualidad de la deseada cuando auxilian a los maltrechos emigrantes que en pateras llegan hasta nuestras costas. Siempre los hemos visto fieles al gobierno legalmente constituido, ya se tratara de la república, de la monarquía o de la actual democracia. Siempre cercanos y dispuestos ayudar.

Últimamente también han sido noticia cada vez que han, cumpliendo con el deber, detenido a algún político que otro que presuntamente se dedicaba a distraer los recursos de lo público frente a sus intereses particulares. A pesar de todas las privatizaciones de lo público que se han ido haciendo y a la vista de los resultados, todavía tenemos quien nos proteja de la tiranía de lo privado.

Pero no sería justo el no reconocer que, en cuanto a derechos, estos ciudadanos uniformados, siempre han ido detrás de la sociedad a la que defienden. En el año 1976, algunos guardias civiles tuvieron que manifestarse en Madrid ya que no estaban asistidos por el seguro médico, salvo que vivieran cerca de un Hospital Militar. La respuesta del gobierno fue contundente, 200 detenidos y 50 expulsados. Eso sí, se consiguió una subida salarial y se integró a todos en la Seguridad Social a un precio algo oneroso, sobre todo para para quienes sufrieron los consejos de guerra.

Otro ejemplo de la dejadez que han sufrido fue el que originó el nacimiento de la asociación COPROPER 6-J. Fue la primera asociación profesional de guardias civiles para ejercer la acusación particular en los tribunales, principalmente contra uno de sus directores, Luís Roldán, en casos de corrupción y que, de no ser por la actuación de la Justicia, la institución podría haber quedado como un solar, ya que no había ni para gasolina.

Hace relativamente poco tiempo tuvimos conocimiento tanto de las denuncias del Govern como de las manifestaciones convocadas en su contra en Cataluña, para encontrarlos posteriormente reforzando los controles de seguridad del aeropuerto del Prat, garantizando los derechos de los ciudadanos.

No estaría de más, además de seguir considerándolos como una de las instituciones más valoradas, comenzar a tratarles como en realidad se merecen. En más de una ocasión la Asociación Unificada de Guardias Civiles, AUGC, ha informado de la necesidad de implantar turnos, de la reducción de su plantilla e incluso del alto índice de la tasa de suicidios presente entre sus miembros, la friolera estadística de una muerte cada 26 días. Nosotros, de momento, seguiremos llamándoles cuando no sepamos qué hacer.