Los Villar: casi 30 años tragando por las troneras de sus billares

Villar en el momento de su llegada a RFEF el día de su detención. Reuters

El último 6 de noviembre publiqué en este blog una entrada que titulé con poco tino España y yo somos así, señora. El título era poco claro respecto del contenido. Se refería a una noticia aparecida días antes con poco interés en los medios, cuya síntesis era que la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) se había quedado en 2010 con una subvención de 220.000 euros concedida por el Consejo Superior de Deportes (CSD) para la creación de escuelas de fútbol en el siempre devastado Haití (en esa época hiperdevastado por el reciente terremoto).

En puridad, la noticia era que el CSD había reclamado a la RFEF el reintegro de los fondos. Para mí era de más enjundia considerar que la dichosa federación hubiera dejado sin escuelas a los niños y adolescentes haitianos. Desde entonces no he sabido si se devolvió el dinero o si todavía se está en ese trámite.

La detención del todopoderoso Ángel María Villar (29 años en el trabajo a pesar de las numerosas señales de alarma) y de su hijo Gorka me ha traído a la mente aquella entrada.

Me escandaliza el sistema. Entonces decidieron asaltar a los más merecedores de compasión y en este caso reciente consiguieron bajar el caché de La Roja para enviarla a que sus internacionales se jugaran las canillas a los amistosos que más les convenía a ellos (a la pareja familiar claro) a cambio de la percepción de jugosas comisiones.

"Tenía que pasar", se han apresurado a entonar los más enterados, aunque no creo que la corrupción se quede en la del padre y el hijo. Veremos hasta donde alcanza.

Dicho lo cual, no me apeo de la crítica al sistema. O el juez Santiago Pedraz, o alguien de su juzgado, o algún integrante de la unidad policial a sus órdenes, se ha sentido dios con la potestad de imponer la consabida pena de telediario. Justo el día en que parece que otro justiciable, el inefable Miguel Blesa, también se ha sentido dios decidiendo condenarse la máxima pena.