El cadáver de ETA

Incautación de material explosivo en un zulo de ETA en Irún. Efe

Un hedor a putrefacción exagerado, una mezcla no identificada de añicos de dolor y sangre. El origen del horror personificado tiene su origen en 1952, cuando surge la banda terrorista ETA, por aquellos años serían un grupo de universitarios pero el pistoletazo de salida llegaría en 1968 cuando los etarras acabaron con la vida de un guardia civil y días después pasaría el primer atentado planeado y ejecutado por ETA.

Desde entonces un no parar de miedo y sangre golpeaba España cada día, una vida rutinaria de oír muertes y hasta verlas, acostumbrados a mirar bajo el coche, por miedo a encontrarnos algo extraño, el famoso miedo de arrancar el coche y de repente estallar en mil pedazos.

Apodada como La Tigresa, y una publicidad hasta nuestros días de ser la etarra más sanguinaria, se llevó a 23 personas asesinadas, y de la forma por la se ganó esa fama de sanguinaria -mal publicitado por la prensa, dígase de paso, dar una publicidad de "la más sanguinaria" a una terrorista es un error sensacionalista- como haciendo estallar un coche bomba en la confluencia de Príncipe de Vergara en Madrid; cinco vidas convertidas en cadáveres, otro de sus debut fue en el atentado de la plaza de República Dominicana, también en Madrid, en este caso fueron 12 vidas directas al purgatorio, causando decenas de heridos.

Pero no sólo hay una diva en la película galardonada al mejor atentado, y mejor actor protagonista terrorista, hay muchas y muchos etarras candidatos a la estatuilla. Otro de los aspirantes al premio es el conocido como Unai, apodado como el rey de los coches bomba, hasta que fue detenido en 1990 con más de 300 kilos de amonal -mezcla explosiva- en el vehículo que conducía, pretendiendo volar por los aires la Jefatura Superior de Policía de Sevilla, eso sí, antes ya había dejado cadáveres a su paso participando en atentados como La Matanza de Zaragoza, colocando un coche bomba al lado del cuartel de la Guardia Civil en la capital aragonesa y llevando al infinito los pedazos de ese coche convertidos en escombros con 11 vidas perdidas entre tanto humo y fuego imparable, de las cuales cinco eran niños.

Otro de los reclamados para recoger el dichoso premio es Gadafi, no sólo con esa publicidad de también ser uno de los más sanguinarios, es de los que más veces había conseguido escapar de los tiroteos policiales y cercos. Acumula un peso de 20 vidas robadas en su espalda, que parecen olvidadas, porque parece que ETA siempre ha existido, parece como si ya hubiera estado instalado desde el principio de los tiempos...

Siempre han estado ahí, de una manera u otra, no ha habido descanso para las víctimas, sucesiones de treguas, para más tarde volver a golpear, despertar un día y oír en la radio un atentado, pero a la mañana siguiente también, y al otro, y al otro, el pan nuestro de cada día, una España ensuciada por el más oscuro de los secretos, que convencida me encuentro, nunca conseguiremos saber toda la verdad. Reuniones de un Gobierno español en Suiza con terroristas de la banda, para no llegar a nada, para que al volver sigamos en la misma situación, un sin vivir con el que hemos convivido siempre, unas generaciones mucho más que otras, pero al final, excepto las más recientes, siempre hemos tenido conocimiento, miedo, y nunca ha acabado.

¿Quién es el más sanguinario? ¿Quién merece subir a dar el discurso sujetando el premio? Todos han sido igual de sanguinarios, castigadores, merecen el Oscar al mejor asesino, no hay más y menos, quien quitó una vida, a sangre fría, para convertirla en cadáver y con ello una amputación social en el país, que se nota, que se ve, que se siente y se sentía, es como si nos cortaran pequeños trozos de nuestro cuerpo hasta quedarte sin nada, con más miedo y dolor cada día, porque no es pausado, es sin parar, produciendo enfrentamientos, odio...

No entender cómo desde 1968 que la banda terrorista comenzó a asesinar ninguno de los gobiernos que estuvieron consiguieron pararles, ventajas que nos costaba dinero a todos, y nos sigue costando, una cesión de libertad en muchos ámbitos y aún así, ¿nada ni nadie pudo con ellos?

Sin más que una pesadilla versionada en Inés del Río, etarra condenada a casi 4.000 años de cárcel, que por supuesto son ficticios, una cárcel en vida, llevado al extremo, la desesperación, resignarse a vivir, resignarse a morir y todavía hoy resignarnos a una solución que nunca llegaría. El libro no cesa, las imágenes de Irene Villa, siendo una pequeña que iba en el coche junto a su madre, que calaron, esa visión de una niña desmembrada y una madre tirada en suelo ambas con quemaduras que casi parecían convertidas en cadáver. Parece que debemos esperar a un 8 de Abril para vivir un desarme definitivo de ETA, esos terroristas que ganaron ese pase a la gala de los premios por más de 2.400 acciones terroristas, y más de 800 cadáveres que dejaron tirados en el camino, vidas que nunca se recuperarán, miedo vivido que no puede ser pagado, a la espera de poder ver el verdadero cadáver de ETA.