Ada Colau y los profesionales de la política

La alcadesa de Barcelona, Ada Colau/Alberto Estévez/EFE

Por Guillermo Passas Varo

Muchos tenemos claro que a la política se debe ir desde la sociedad civil. Lo lógico es que nuestros representantes hayan estado en algún momento de la Historia en la piel de los representados, que hayan pagado sus impuestos, que hayan sido beneficiarios (o víctimas) de las políticas educativas.

Esto lo teníamos claro quienes nos quejábamos por la degeneración de la clase política, por los enchufes, por las puertas giratorias, pero sobre todo quienes nos quejábamos de los profesionales de la política. No han sido pocas veces las que hemos escuchado que éste era el mejor caldo de cultivo para corromper las instituciones, para fomentar los delitos de corrupción, para degenerar la gestión de la vida pública, especialmente de quienes, en protesta, se empezaron a presentar como la alternativa a la vieja política.

A partir de aquí, empezaron a surgir una serie de reivindicaciones: unas de carácter económico, otras de carácter electoral, otras fundadas en la transparencia y en el buen gobierno y, las más importantes, las llamadas “de regeneración democrática”. Fue UPyD el primer partido que, contra la profesionalización de la política, propuso en sus inicios la imposibilidad de que pudiera optar a ningún cargo público aquella persona que no hubiera cotizado al menos tres años a la Seguridad Social.

Hace unos días, Félix de Azúa sugirió que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, debía estar “sirviendo pescado”, en alusión al hecho de que la Excelentísima Señora no finalizó la carrera de Filosofía, sin por ello obtener, a juicio del académico, la formación necesaria para ocupar tan excelentísimo cargo. Sin embargo, al escritor se le olvidó mencionar que una pescadera, a diferencia de la señora Colau, sí que desempeña un oficio, y que por tanto se la debe considerar una miembro respetable de la sociedad civil, digna de cualquier cargo público al que se postule, muy al contrario que la actual alcaldesa de Barcelona.

Recuerdo allá por mayo de 2011 escuchar a una persona muy cercana a mí, que hoy día es también cercana a Podemos y a sus confluencias, criticar a la entonces Ministra de Sanidad, Leire Pajín, por no haber trabajado en su vida de otra cosa que no estuviera directamente relacionada con la política. Poco después, se acuñó un nombre para las personas con esta clase de currículum, se les empezó a llamar “la casta”. Eran “la casta” porque lo único que necesitaban para tener éxito en su vida profesional era guardar lealtad a unas siglas, por no haber tenido que hacer cola en el INEM, tampoco haber buscado trabajo en el extranjero o completar una serie de estudios universitarios para poder optar a un futuro medianamente cierto.

Años después, durante la campaña que llevó a Ada Colau a la alcaldía de la Ciudad Condal, la ex portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca se refirió a Ciudadanos como un partido que no era de “la gente”. No era de “la gente”, según ella, porque mientras los de Ciudadanos estudiaban un máster, ella estaba en la calle defendiendo a las personas desahuciadas. Un apunte a la señora Colau: estaba en la calle sin haber tenido que cursar un máster, sin haber tenido que buscar trabajo, sin haber tenido que apretarse para llegar a fin de mes. Estaba en la calle con una asociación afín a la formación política que representa ahora y que la ha aupado a ser la regidora de Barcelona, sin haber hecho otra cosa que dar discursos, salir en la televisión y guardar lealtad, como Leire Pajín, a unas siglas.

Algunos dirán que Ada Colau, a pesar de ser una "nini", fue la que más luchó por las personas que sufrieron una ejecución hipotecaria, pero lo cierto es que eso no fue así. Durante toda su carrera de activista, Ada Colau se caracterizó por no saber llegar a ningún acuerdo con las instituciones para tutelar los intereses de las personas que presuntamente representaba, incluso una vez se dedicó a criticar a la Unión Europea con ocasión de un premio que se le concedió, con la finalidad de hacer ver al Gobierno de Mariano Rajoy que el drama de los desahucios había llegado a tener trascendencia internacional. Para decir que Ada Colau ha estado trabajando de activista, deberíamos leer una lista de logros, y por desgracia los mayores logros de Ada Colau a la cabeza de la PAH no fueron otros que aparecer en televisión para después dar un salto magistral a la primera línea de la política, ocupando nada menos que el cargo de Excelentísima Señora Alcaldesa de la Ciudad de Barcelona, sin haber tenido que redactar un currículum en toda su vida.

¿Dónde están ahora las voces que criticaban a los profesionales de la política? ¿Quién es ahora “la casta”? Porque ojalá Podemos fuera un partido de pescaderos, pues por desgracia el único pescado que venden los populistas es el mismo pescado que PP, PSOE e IU llevan años vendiéndose en las instituciones de toda España, un pescado que tarde o temprano empieza a oler, por mucho que quieran convencernos de lo contrario.