Las Damas de Blanco no pueden recibir a Obama

Miembros de las Damas de Blanco son arrestadas por la Policía/Jeffrey Arguedas/EFE

Por Irene González Fernández

No escribo para dar la noticia de que el presidente de los EE.UU. Barack Obama ya está en Cuba, porque todo el oropel mediático está a pleno rendimiento, y lo estará hasta este martes con el tema.

No escribo tampoco para hablar de las otras opciones que tenía Obama para acabar su mandato, ni de las exigencias que se deberían de haber puesto al levantamiento del bloqueo en vez de que haya sido a cambio de nada, por mucho que me parezca un acierto el mismo, puesto que creo que para ganar la batalla al comunismo, no hay nada como conocer la libertad.

Escribo, porque horas antes de la llegada del ilustre viajero, se estaba produciendo en La Habana una marcha pacífica de las Damas de Blanco junto a más activistas de los derechos humanos, que como siempre, ha terminado con su represión violenta y el arresto de los manifestantes, que siguen presos a esta hora.

Escribo porque no quiero contribuir con mi silencio a ayudar a la letal maquinaria de propaganda cubana, que por supuesto (¿quién lo dudaba?) está utilizando esta visita para un lavado de imagen brutal, para ocultar la represión, la falta de libertad, el acoso que sufren quienes no aplauden a los líderes. Para ocultar la miseria de un país tan rico, en donde los ancianos no tienen jabón porque en su cartilla de racionamiento sólo se les permite una al año (ya sabemos que la izquierda siempre está al lado de la gente, del pobre, del desfavorecido). Para ocultar las mansiones y la opulencia que yo misma vi, en la que vivían los dignísimos revolucionarios padres de la patria de la indignidad.

Escribo porque no puedo soportar seguir escuchando que Obama ya hace bastante no reuniéndose con Fidel Castro, e incluso en algún medio, lo han lamentado.

Escribo porque creo que Obama sólo debería de haber cogido ese avión si en su agenda estaba reunirse con la disidencia en la puerta de una de las prisiones cubanas donde están los presos políticos compartiendo espacio con los peores delincuentes -a los 89 presos políticos que hay en Venezuela, les suena este sistema, los cubanos fueron sus maestros-.

Escribo porque ahora hay un grupo de pacifistas, mujeres en su mayoría, golpeadas, asustadas y encerradas para que no las vean los medios extranjeros, y no quiero que su valentía y su voz sean menos protagonistas que los coches antiguos, los puros cubanos, el malecón y mucho menos que el invitado de honor.