En Aragón sabemos de dulces. Tenemos grandes empresas del sector como Lacasa, Ascaso o Tolosana. Y a cada fiesta le corresponde un postre: roscón, teticas de Santa Águeda, huesos de Santos, Rosas de San Luis, suspiros de amantes...
Parte de la 'culpa' de que seamos tan lamineros, la tiene una pequeña pastelería zaragozana que conquista corazones y paladares a partes iguales.
Estamos hablando de Hojaldres, y entre su amplio surtido de dulces destaca el milhojas, la joya de la corona.
El milhojas de nata y crema de la pastelería zaragozana tiene fama en la ciudad. No es para menos: Hojaldre crujiente hecho a mano, relleno de nata y crema pastelera. Un clásico que nunca falla y un postre perfecto para esta Navidad.
Según hemos podido saber, en un domingo normal pueden vender unas 50 unidades, que se dice pronto, pero es una cifra nada desdeñable.
Pastelería Hojaldres
Hay sitios que huelen a hogar aunque no sean tu casa. Entrar en Hojaldres de Zaragoza en plena Navidad es exactamente eso: calorcito, mantequilla recién horneada, azúcar en el aire y esa sensación de 'me lo merezco' que diciembre te susurra al oído.
Porque seamos sinceras, si hay un mes para permitirse caprichos, es este. Y en esta pastelería (con tienda en el Coso y calle Pomarón) tienen absolutamente todo lo que nos gusta: milhojas golosos, croissants de los que se deshacen, tartaletas que parecen joyitas y esa repostería clásica que nos recuerda a nuestras abuelas pero con un toque más fino, más actual, más Zaragoza 2025.
Fachada de la pastelería Hojaldres en su tienda del Coso.
Lo bonito de Hojaldres es que no es postureo pastelero. Aquí se curra. Y mucho. Tienen un obrador propio donde cada día amasan, rellenan, caramelizan, hornean y afinan recetas como si fueran pequeñas obras de arte comestibles.
Da igual que hablen del hojaldre, de los canutillos fritos o de su tarta tatín hecha "al revés", que eso ya te dice que no vienen a copiar a nadie: todo está hecho con ingredientes reales y manos que saben lo que hacen.
Nada de masas congeladas ni inventos raros. Solo paciencia, técnica y buena mantequilla (que, vista la que está cayendo con los precios, es casi un acto heroico).
Si me preguntáis por el imprescindible, lo digo sin pensar: el milhojas de nata y crema. Es tan mítico que hay quien cruza media Zaragoza solo para llevárselo a casa un domingo cualquiera. Y no, no exagero.
Pero si hablamos de temporada… amigas, el roscón viene fuerte este año. Esponjoso, aromático, con ese punto clásico que no necesita inventarse nada para brillar.
En una Navidad en la que todo el mundo corre de un lado a otro, tener un roscón que te devuelve la calma (y te regala media tarde de felicidad) debería ser obligatorio.
Quizá el éxito de Hojaldres sea que consigue unir lo que todas buscamos cuando entramos a una pastelería: algo bonito, bueno y que nos saque una sonrisa. Tripita llena, corazón contento, o eso dicen por ahí.
Aquí encontramos las recetas de siempre: buñuelos, manzanitas, leche frita, pequeñas piezas para picar sin remordimientos... Saben jugar con la nostalgia, pero también con la creatividad. Y eso, en repostería, vale oro.
Y no solo lo digo yo. Hojaldres recibió el 1 de diciembre un Solete Repsol, su brillo bien merecía una estrella como esa.
