Zaragoza
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Cada lugar de España es un mundo. Incluso dentro de las comunidades autónomas encontramos diferencias entre provincias, por eso no es de extrañar que una valenciana que se muda a Zaragoza se sorprenda con las costumbres y la manera de ser de los maños.

María nunca pensó vivir en Zaragoza, pero al terminar sus estudios y buscar trabajo, la capital aragonesa le ofreció una oportunidad que aprovechó. Trabaja de maestra en un colegio de barrio, y ha hablado con El Español de su experiencia en su nueva ciudad.

"No sabía ni dónde estaba Zaragoza en el mapa", reconoce la joven profesora y explica que solo había estado "una vez aquí para ver a la Virgen del Pilar". No obstante, después de un tiempo viviendo en la ciudad aragonesa afirma que "se parece bastante a Valencia".

Evidentemente nada tiene que ver el color y la playa valenciana con el cierzo y los monumentos zaragozanos; María se justifica explicando que "se parecen porque la calidad de vida es espectacular".

La valenciana estudió en Madrid "y después de estar 4 años corriendo, se agradece muchísimo". La capital de España es tres veces Zaragoza, y el estilo de vida en la gran ciudad suele estar marcado por las largas distancias y el estrés.

"También me encanta de Zaragoza las distancias; que sea una ciudad pequeña sin ser minúscula es genial", reconoce, y añade: "Además es muy fácil encontrarte con conocidos y amigos por la calle y eso lo echaba de menos en Madrid", sentencia.

En la ciudad del Ebro se puede ir andando a todos los sitios, o mejor: en bici. María para trasladarse utiliza las nuevas bicicletas eléctricas municipales "estoy súper contenta con la BiziZaragoza. Han aumentado muchísimo las paradas y ahora estoy viciada, o sea, casi voy a comprar el pan en Bizi", asegura.

María con las bicis eléctricas de Zaragoza. Cedida.

Aunque Zaragoza es una ciudad muy cómoda en la que vivir, en el resto de España se perciben a los maños como muy directos y con genio. "Me habían asustado con la gente y el carácter de aquí, que es verdad que es muy fuerte, pero la gente es muy maja", reconoce María.

"Están todo el rato con el majico para arriba, majico para abajo", explica divertida. Es cierto que en Aragón los vecinos tienen carácter, pero eso no quita que sean gente amable y cariñosa.

"La gente es muy acogedora, aunque a veces parece que están enfadados cuando hablan, pero te vas haciendo", afirma la valenciana que al principio se asustaba en las reuniones de trabajo por el tono elevado y la rotundidad con la que se dicen las cosas en la ciudad maña.

Por último, reconoce lo mucho que se ha enamorado de la ciudad: "Cuando viene alguna amiga o mi familia a visitarme hago de anfitriona y cada vez estoy más orgullosa de la ciudad en la que vivo", sentencia.