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Miles de alumnos han comenzado hoy la selectividad. Según las notas que obtengan en la PAU, podrán acceder a una carrera u otra. Su futuro depende de una nota… o no. Con 18 años recién cumplidos, la universidad parece ser el siguiente paso obligatorio para “ser alguien” y hacer “algo” en la vida. Sin embargo, hay testimonios que demuestran lo contrario.

Es el caso de Sergio Beguería, un joven aragonés que triunfa en el marketing y el branding, y que decidió abandonar la universidad. “La dejé porque, después de más de tres años creando contenido y aprendiendo de expertos, me di cuenta de que estaba aprendiendo más entrevistando a profesionales del branding y el marketing que en las clases teóricas”, expone en su perfil de LinkedIn.

Una de las críticas más frecuentes que recibe la universidad, en algunas carreras, es precisamente la falta de práctica y la excesiva carga teórica. Sin embargo, la misión de la universidad no es exclusivamente forjar habilidades técnicas en los alumnos, sino formar profesionales capaces de pensar críticamente, analizar problemas complejos y adaptarse a contextos cambiantes. La teoría proporciona las bases para ese pensamiento profundo.

Beguería explica que, en su tercer año de carrera, “descubrí que, para mí, lo que más me estaba enseñando… era hacer cosas”, por lo que decidió dejar los estudios. “¿Significa esto que no recomiendo estudiar? Para nada”, añade.

El joven aragonés insiste en que cada camino es distinto y que una carrera universitaria sigue siendo valiosa: “La universidad es muy valiosa y nunca recomendaría seguir mis pasos”. No obstante, señala que lo realmente importante, “hagas lo que hagas, es la actitud”.

Esta reflexión la ha compartido recientemente en su LinkedIn, y la publicación acumula numerosas reacciones y comentarios, la mayoría en apoyo a lo que defiende este experto en marca personal.

Entre los comentarios destaca el de una profesora universitaria: “Luego de dar clases en una universidad durante años, debo decir que quienes destacaron lo hicieron porque siguieron estudiando (generalmente en algo que no aprendieron en la universidad) y se especializaron”, comienza la docente.

“Tampoco desapruebo al que quiere estudiar en ella, pero seamos honestos: los programas actuales de educación están tan desactualizados que da miedo, y hasta pena. Hay excepciones, por supuesto, pero en su mayoría son cátedras con profesores que no se actualizaron, con manías, con estereotipos… y muchos alumnos se centran en ‘pasar’ materias más que en aprender”, sentencia la profesional.

El debate entre teoría y práctica, universidad y experiencia directa, sigue abierto y no tiene una única respuesta. Es importante entender que el aprendizaje es un proceso continuo y personal. La universidad puede ser una vía sólida, pero no la única. Lo esencial, como dice Beguería, es tener actitud, iniciativa y una mentalidad abierta al cambio.