El patrimonio considerado como “moderno” suele mirarse por el retrovisor. Nos hemos acostumbrado a proteger lo “antiguo”, lo monumental, lo que encaja en la postal histórica, pero seguimos teniendo una asignatura pendiente: asumir definitivamente que la arquitectura moderna de calidad también es memoria y representación de la identidad colectiva. Una herencia que debe ser gestionada y defendida.
Desde el Colegio de Arquitectos de Aragón (COAA), hemos querido dar un contenido coherente con esta tesis a la Semana de la Arquitectura, reconociendo con dos nuevas Placas DOCOMOMO sendos edificios aragoneses de referencia: la Confederación Hidrográfica del Ebro de Zaragoza y la Iglesia de Ntra. Sra. del Pilar de Canfranc. Dos obras arquitectónicas que, además de su valor estético, constituyen hitos de la memoria arquitectónica reciente.
El movimiento moderno en arquitectura supuso una profunda transformación estética, técnica y social desde las primeras décadas del siglo XX. Constituye un patrimonio vivo que sigue modelando nuestras ciudades con magníficas aportaciones singulares y que anticipó muchos de los debates actuales sobre sostenibilidad, racionalización del espacio y relación con el territorio.
La desaparición de uno de estos edificios no solo supone la pérdida de una obra, sino la de una hoja de lectura urbana, de un testimonio de cómo ha evolucionado nuestra sociedad y una parte de la pluralidad arquitectónica que define el carácter de un lugar.
La mirada que propone DOCOMOMO
El COAA forma parte de la Fundación DOCOMOMO Ibérico, que trabaja desde hace años en la identificación y difusión de la arquitectura moderna en España y Portugal. Su objetivo no es únicamente catalogar, sino generar una cultura urbana que entienda que el patrimonio edificado del siglo XX también merece protección.
La concesión de las placas DOCOMOMO a la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Pilar de Canfranc, obra de Miguel Fisac, y al edificio de la CHE, proyectado por los hermanos Borobio, pretende subrayar esta necesidad perentoria.
Fisac en Canfranc: identidad desde el paisaje
La iglesia de Canfranc, construida en los años sesenta y consagrada en 1969, es un ejemplo de cómo la modernidad española fue capaz de innovar sin romper con el entorno. Fisac entendió que el paisaje pirenaico no era un telón de fondo, sino un actor principal. Su propuesta, hoy reconocida como Bien de Interés Cultural, demuestra que la modernidad también puede ser profundamente local, respetuosa y emocional.
La CHE: la modernidad como infraestructura de ciudad
En Zaragoza, el edificio levantado en una de las vías principales de la ciudad entre 1933 y 1946, es una pieza clave de la transición hacia la modernidad en la arquitectura institucional española. Su reconocimiento con la placa DOCOMOMO actualiza un mensaje que conviene repetir: la arquitectura administrativa del siglo XX no es un simple soporte burocrático; también es patrimonio y forma parte de la identidad colectiva.
La eliminación de patrimonio arquitectónico de calidad no es progreso
El Centro de Clasificación Postal, obra de José Luis González Cruz (1973–1974), ubicado en la calle de Anselmo Clavé de Zaragoza, es un edificio de valor arquitectónico reconocido en el catálogo de DOCOMOMO y con un rol dentro de la modernización logística del Estado en los años setenta.
Como Colegio de Arquitectos de Aragón y patronos de la Fundación DOCOMOMO debemos criticar y lamentar profundamente su, al parecer, inexorable desaparición. Su demolición será un síntoma más de esa falta de sensibilidad respecto de la arquitectura moderna de interés.
La eliminación de piezas del patrimonio arquitectónico contemporáneo como esta debilita nuestra narrativa urbana. Supone una renuncia injustificada a una parte de la historia reciente que nos identifica.
Para evitar la repetición de estas situaciones, necesitamos un marco legal más ambicioso, políticas públicas de protección y rehabilitación que no se limiten al patrimonio tradicional, sino que también acepten con valentía y humildad el asesoramiento de los profesionales expertos relacionados con el patrimonio arquitectónico contemporáneo.
En definitiva, una conciencia pública que sitúe a la arquitectura moderna en el lugar que le corresponde respecto de la identidad urbana. No se trata de conservarlo todo. Se trata de evaluar con rigor, decidir con criterio y actuar en coherencia.
