Hace unos días viví uno de esos momentos que te hacen parar. Y no me refiero a parar físicamente, sino a parar por dentro. A que por un instante se te olvide la prisa, el "tengo que", el móvil, los correos.
Todo eso ocurrió un jueves. Un día muy especial, por muchas razones.
Por un lado, tuvimos desde ADEA la oportunidad de lanzar una nueva iniciativa, con el objetivo de dar voz y visibilidad a asociaciones del tercer sector, que muchas veces pasan desapercibidas.
Y en medio de todo eso, celebramos los Premios e hicimos una donación a la Fundación Down, para que puedan seguir haciendo esa labor tan bonita que hacen.
Pero de todo ese día, lo que más me removió no fue nada de eso.
Fue ver a ese grupo de personas con discapacidad intelectual que se ofrecieron a ayudarnos. Algunos repartían flyers, otros recibían a los asistentes con una sonrisa y les acompañaban a sus sitios. Y ahí fue donde me paré.
Porque mientras yo pensaba en si todo saldría bien, o en si el acto cumpliría los tiempos… ellos solo pensaban en dar lo mejor de sí. En que cada persona que llegaba se sintiera bienvenida. En disfrutar del momento. En ser ellos, de verdad.
Y entonces, me pregunté:
¿Y si los que creemos que "no entienden bien la vida" son en realidad los que mejor la viven?
Porque mientras nosotros vamos por la vida creyendo que la felicidad está al final del día, del mes, de la meta, ellos te muestran que está aquí.
Me di cuenta de que nos frustramos porque no hemos llegado a todo, porque alguien no nos respondió como esperábamos, porque no ha salido el plan 100% como queríamos. Y mientras tanto, hay personas que celebran poder darte un abrazo, poder colaborar, poder formar parte de algo.
Veo que cuánto más tenemos la necesidad de aprender intelectualmente, menos entendemos. Que nos llenamos de libros, de consejos, de vídeos motivacionales, y se nos olvida lo más básico: que estamos vivos.
Quizás va siendo hora de preguntarnos:
¿Qué es eso tan grave que creemos que nos pasa, que no nos permite disfrutar de nuestro día?
¿Qué nos impide valorar lo que tenemos, en lugar de estar pensando en lo que nos falta?
¿Qué pasaría si dejáramos de ir por la vida como si todo fuera urgente?
Hay personas que no tienen el mismo ritmo que nosotros, ni las mismas capacidades, ni las mismas herramientas para enfrentarse al mundo… y, sin embargo, viven con más verdad, con más sencillez, y con más amor del que muchos de nosotros sabemos expresar.
Así que hoy, te lanzo una nueva pregunta:
Haz una lista de todas las cosas que te han estresado hoy. Ahora piensa…
¿cuántas de esas cosas me seguirán importando dentro de 5 años?
A lo mejor no necesitamos tantas respuestas, sino hacernos mejores preguntas.
Y esto, afectará de manera directa a cómo te relacionas con tus seres queridos.
