Hace dos semanas volví a salir a la calle con un micrófono. Siete meses sin subir contenido. Y cuando decidí que era el momento de volver, tenía muy claro el mensaje que quería dejar.
Y la respuesta no ha tardado en llegar: más de 10 millones de personas han visto el contenido en solo dos semanas.
Pero, más allá del impacto, lo que de verdad me interesa son las vidas que se están moviendo. Las personas que me escriben para decirme que, después de ver un vídeo, llamaron a su padre. Se reconciliaron con una amiga. Se atrevieron, por fin, a decir lo que llevaban años guardándose.
Porque lo que comparto no es solo contenido: es un espejo.
Un espejo incómodo, pero necesario. Un espejo que te hace parar y preguntarte: ¿en qué momento empecé a vivir en automático?
Hay algo que he comprobado desde hace tiempo: no conozco nada más importante que mirar a los problemas de frente.
Porque lo fácil es huir, distraerse, echarle la culpa al tiempo, al trabajo, a la rutina. Pero lo que cambia de verdad es sentarse y hacerse preguntas incómodas. Darse cuenta de “lo que te falta”. Lo que duele. Lo que llevas tiempo posponiendo.
Y eso es lo que doy a cada persona que me encuentro en la calle: un momento de honestidad. Un parón. Una conversación de corazón.
El año que viene, como tarde, llegaré al millón de seguidores. ¿Por ser famoso? No.
Porque eso va a ser la consecuencia de que cientos de miles de personas se hayan cuestionado cómo están tratando a sus seres queridos. De que cada vez, te atrevas más a ser tú mismo sin miedo a lo que digan.
Siempre dejo este mensaje con las personas que entrevisto…
¿Por qué tiene que venir un desconocido a empujarte a hacer lo que tú ya sabes que tienes que hacer? ¿Por qué esperar a que pase algo grave para empezar a vivir de verdad?
Yo no tengo todas las respuestas. Pero sí tengo claro algo: cuando eres valiente, la vida te lo devuelve con creces.
Cuando dejas de huir de las conversaciones pendientes. Cuando te haces cargo. Cuando decides ser tú el que da el paso, aunque no sea fácil, aunque te tiemble la voz, aunque no recibas lo que esperas.
Porque no se trata de acumular dinero, ni títulos, ni aplausos.
Se trata de que quienes te rodean sepan que estás presente. Que te vean. Que te sientan. Que cuando no estés, quede tu ejemplo.
Así que te dejo esta pregunta, ¿qué vas a hacer tú ahora con esta información?
¿Vas a querer coger la responsabilidad, o seguirás echando la culpa a otros de cómo te sientes?
Y empieza, de una vez por todas, a vivir como sabes que mereces vivir.