Hubo un día en el que el Real Zaragoza estaba entre los más grandes de España y recorría campos de Europa. El nombre de la capital aragonesa traspasaba las fronteras gracias al fútbol. Y aunque esos tiempos ya queden lejanos tras más de una década en Segunda División, el escudo del león sigue presente en diferentes países del planeta. Y eso es posible a través de sus aficionados. Porque el Real Zaragoza, esté donde esté y pase el tiempo que pase, siempre será de su gente.
En calles y estadios fuera de España no es raro encontrarse con un zaragocista, con banderas y camisetas blanquillas, pero no solo por aficionados naturales de Zaragoza, sino por otros que aprecian la grandeza del león a pesar de no haberse criado junto a ella.
Entre alguno de esos casos se encuentra Filip Kubiaczyk, un polaco perdidamente enamorado del Real Zaragoza. Este seguidor vive en Poznan, una ciudad en el oeste de Polonia, pero siempre ha sentido interés por la historia de España, dedicándose actualmente a ello.
De hecho, ese fue el origen de su amor por el Real Zaragoza. “En 2005 llegué a Zaragoza para preparar y redactar mi tesis doctoral sobre Fernando El Católico. Llegué en septiembre de 2005 y fui por primera vez a La Romareda en febrero de 2006. Fue un partido copero contra el Barça y el Zaragoza ganó 4-2 con dos goles de Diego Milito y dos goles de Ewerthon. Me enamoré de golpe de Zaragoza, de La Romareda, del zaragocismo, fue un flechazo”, recuerda Filip.
En este aspecto, señala que igual que la historia, le interesaba mucho el fútbol español, pero hasta que no vio al Real Zaragoza, no sentía pasión por ningún equipo. Tampoco de Polonia. “Soy solo del Real Zaragoza, y hasta la muerte”, pregona el polaco.
Así pues, gracias en parte a su trabajo, Filip viene a Zaragoza unas dos o tres veces al año, aprovechando ese viaje para ver a su querido equipo. Lo hará este sábado, cuando el seguidor vaya al nuevo Ibercaja Estadio a apoyar a los de Gabi en el duelo frente al Valladolid, en busca de la primera victoria.
En cuanto al partido, sabe que es un rival complicado, pero espera poder disfrutar de un triunfo. “Hemos empezado fatal, esperaba que las cosas salieran mucho mejor, pero hay que ser optimistas”, afirma a la vez que menciona el miedo de perder este año la categoría.
Esta vez viene por trabajo, pero confiesa que en otras ocasiones ha viajado a España solo por el fútbol: “En 2010 vine para ver el partido del Zaragoza contra el Villarreal. Fue en autobús y el viaje duró 36 horas, pasando Alemania, Francia y España. Creo que perdimos 3-0”.
Sin duda, Filip demuestra que los zaragocistas no son solo de cuna ni aquellos que van cada fin de semana al campo. La pasión también se vive aunque sea a kilómetros de distancia y explica que ve todos los partidos, aunque “le quite la vida”. “Muchas veces he estado a punto de tirar el ordenador”, dice entre risas.
“Este escudo pesa mucho y hay que ser bastante fuerte mentalmente para jugar en este equipo. Después de una década en Segunda, creo que hay bastantes nervios, la gente tiene hambre de éxito”, analiza sobre la actual situación del club maño.
Aun así, a pesar de esta época gris, Filip presume con orgullo del Real Zaragoza en su país. “Siempre llevo en la tapa de mi americana el pin, me acompaña en todos los momentos de mi vida. Es una especie de talismán”, cuenta.
La pasión mueve el mundo y por eso, tal y como promete Filip, en las calles de Polonia siempre habrá una voz que entone ese famoso cántico de “cuando voy por la calle y me preguntan, que si soy del Barcelona o del Madrid, yo levanto la cabeza orgulloso y les digo Zaragoza hasta morir”.
