Miles de recuerdos se agolparán en el corazón de cada zaragocista cuando, alrededor de las 20.30, el colegiado Mallo Fernández pite el final del partido y el fútbol se despida para siempre de la mítica y vetusta Romareda. Han sido 68 años de fútbol, de tardes y noches épicas, de alegrías, de lágrimas, de ilusiones y esperanzas, y de algún que otro enfado, que cada aficionado al fútbol guardará en su retina y en su corazón.
Entre esos recuerdos se guardan días donde se forjaron las leyendas de un equipo que defendió con honores el nombre de una ciudad leal, noble, heroica e inmortal. Para Xavi Aguado, el jugador que más veces ha portado el escudo del león, junto a José Luis Violeta, hay una tarde que no se olvidará, la del 13 de febrero de 1994, cuando el Barça de Cruyff sucumbió a La Romareda.
“Fue un partido maravilloso, porque el Barça no jugó mal, hizo tres goles y un poste de Romário, pero nosotros jugamos tan bien que los desbordamos y conseguimos ganar un equipo de leyenda”, recuerda el eterno capitán.
Después vino esa maravillosa temporada 94/95 y la Recopa, que, eso sí, empezó en el Luis Casanova de Valencia -actual Mestalla-, pero que también forjó la leyenda de La Romareda. “Recuerdo los dos partidos de cuartos contra el Feyenoord y las semifinales contra el Chelsea antes de ir a París. Fueron magníficos. Los guardaremos para siempre”, añade Aguado.
Dos ascensos...
Hasta 14 temporadas estuvo Manolo Nieves defendiendo la Puerta del Carmen en La Romareda. Cuando llegó, el estadio era muy diferente, con solamente la tribuna cubierta y tres gradas aún incompletas, pero ya reconocida por todo el planeta.
Pese a que llegó en los últimos años de los Magníficos, se emociona cuando rememora el ascenso de 1972, lo que, paradójicamente, guarda cierta relación con la situación actual del equipo. “El mejor recuerdo que tengo es cuando bajamos y volvimos a subir al año siguiente. El último partido que jugamos aquí fue un ejercicio total de emoción, de haber logrado recuperar la categoría al año siguiente de perderla”, destaca.
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Idéntica imagen quedó en la memoria de César Láinez, que devolvió al Real Zaragoza a Primera en 2003, en medio de los dos títulos de Copa del Rey. En su caso, lo celebró, como suele decirse, desde el sofá, el día antes de un partido contra el Albacete en el que la fiesta fue máxima ya que ambos equipos ya habían certificado el ascenso.
“Fue una liberación interna. Teníamos una responsabilidad todos aquellos jugadores que habíamos bajado con el equipo. Recuerdo salir por el túnel de vestuarios con la sensación de los deberes hechos, de liberación, de todo un año luchando por un objetivo y haberlo conseguido”, recuerda.
Para un zaragocista de cuna como Láinez, la primera vez en esas gradas tampoco se olvida y, quién sabe, forjó su futuro como portero. “Venía con mi abuelo al partido de UEFA contra la Roma, donde Andoni Cedrún paró dos penaltis y el Zaragoza pasó a la eliminatoria. El ambiente y el clima que vivían esas noches europeas era algo que te quedaba para ese niño que venía por primera vez a la Romareda”, insiste.
... y otro por llegar
Marcos Cuenca, canterano del club, no ha podido celebrar plenamente un ascenso, ya que apenas tenía siete añitos cuando se volvió a Primera en 2009 con Marcelino García Toral. Se estuvo cerca en 2015, en la final del playoff contra Las Palmas, en el que, literalmente, “me volví loco”. “Me acuerdo de que fue un gol en el que Javi Álamo se va de muchos rivales, la pone y la mete William José. Lo celebré como si hubiéramos ascendido ya”, recuerda.
Tampoco olvida su primera vez en La Romareda. Fue un 4-0 al Valencia, con doblete, precisamente, de Gabi, actual técnico del primer equipo. “Mi abuelo jugaba a fútbol y de ahí me vienen las raíces. Vine aquí con amigos y unos familiares. Fue una experiencia que no se olvida”, destaca.
Años más tarde, llegaría su debut en el municipal. El resultado no acompañó, pero la emoción sigue latente cuando recuerda el momento en el que otro histórico como Víctor Fernández le llamó para saltar al césped. “No me olvidaré nunca de las palabras que me dijo Víctor antes de salir. En el momento no eres consciente de lo que está pasando, y de repente ves toda la Romareda llena, animando, y dices ‘que estoy jugando aquí, en la Romareda, lo que he soñado desde pequeño’”, cuenta.
Más cercanos o más lejanos, cualquier zaragocista guardará innumerables recuerdos en su memoria vividos en las gradas de la mítica Romareda, que se despide para siempre antes de dejar paso a un nuevo templo que forjará nuevas y propias leyendas.