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Lluís Bassat (Barcelona, 1941) es un reconocido publicista a nivel internacional que se la ha categorizado como uno de los mayores influyentes de la publicidad. Bassat creó su propia empresa de publicidad Bassat Ogilvy con la que se consagró internacionalmente. 

Este jueves ha presentado en La Lonja de Zaragoza la exposición 'Cómo construimos la Colección Bassat' conformada por 119 piezas de arte contemporáneo que forman parte de su colección personal que ha recabado durante 50 años junto a su mujer. 

Pregunta.- ¿Cuál es su vinculación con la cultura?

Respuesta.- Hice letras en el bachillerato y la cultura desde los romanos y los griegos, los egipcios, siempre me había apasionado. Y dentro de la cultura me encantaba la arquitectura griega, la pintura egipcia, la literatura latina o romana y mi profesión, que no tiene nada que ver con esto, es la publicidad. Me ha servido para ganar un poco de dinero que me ha permitido comprar estos cuadros porque esta es la afición que he tenido toda mi vida.

P.- ¿Cómo llega a la publicidad?

R.- Primero porque tenía un profesor de literatura buenísimo, era excepcional como profesor. Me hizo aprender a Azorín desde niño porque él decía que Azorín había quitado las frases rimbombantes y se había dejado en frases más simples y que escribía como se tiene que escribir. Yo aprendí a escribir e intenté aprender a escribir como Azorín. La publicidad es esto, es escribir simple, directo, sin adjetivos raros.

"Todo lo que hemos ganado en publicidad lo hemos comprado en cuadros"

P.- Y segundo…

R.- No quise que mi familia me pagara la universidad porque era una tontería. Yo quería fumar y quería comprar una Vespa y mi padre no quería ni que fumara ni que comprara una Vespa. Dije, ya me ganaré la vida y así fumaré, que fue un error, y compré una Vespa que también la dejé. Sin tener el servicio militar hecho trabaje de vendedor a comisión. Vendí televisores a domicilio, purificadores de agua para piscinas, libros, seguros y aprendí bastante por qué la gente compra y por qué no.

P.- ¿Cómo fueron los inicios?

R.- Fueron muy bien. Recuerdo hacer una campaña para turismo en Guatemala con muy poco dinero. Se me ocurrió una idea, como siempre se me ocurre, y fue escribir a los turoperadores del mundo. Hice la carta porque me la mandara firmada el Ministro de Turismo, diciéndoles que ustedes realizan fantásticos viajes de una semana a México, que por qué no ofrecen, en vez de una semana en México, cinco días en México, y dos en Guatemala, por el mismo precio. Hicieron esto y han vivido 40 años en Guatemala de esa idea.

Eso me dio bastante fama entre la gente que conocía que había hecho esta campaña tan barata. Salió en las revistas, y empecé a tener clientes y a ganarme la vida en publicidad. Y a la que pude, nos compramos, mi mujer y yo, el primer cuadro.

P.- La publicidad supuso una puerta al arte

R.- La verdad es que todo lo que hemos ganado en publicidad lo hemos comprado en cuadros. Se puede decir que todo lo que hemos ganado en nuestra vida está colgado en las paredes porque lo que tenemos lo dedicamos al arte contemporáneo. No nos han interesado otras cosas.

P.- ¿Cuál ha sido el cuadro que marcó un antes y un después?

R.- El primero de esta exposición (Bañista, Xavier Serra de Rivera, 1973). Esta mujer desnuda, que le llega el agua hasta las pantorrillas, y que, si te fijas bien en el cuadro, tiene agua, pero hay una puerta abierta, y no se va el agua. Es decir, es un cuadro bastante misterioso. Fue el segundo que compré, teníamos otro cuadro en casa, que lo compré cinco años antes. Entonces me animé a más porque la galería estaba en venta.

"Pasé de no tener nada a tener 400 cuadros"

P.- Parece el inicio de una historia ese cuadro

R.- Me gustó tanto el cuadro, el artista, el director en ese momento de la galería me enseñó qué otros artistas tenían, que me tiré de cabeza al mar y compré el 35% de esa galería. Luego nos arruinamos.

P.- ¿Qué ocurrió?

R.- Era la crisis del petróleo, y comprábamos muy bien, hacíamos un contrato a todos los artistas, tenían un sueldo de la galería que les permitía vivir, pero no vendíamos. Vendíamos muy poquito, no lo suficiente. Y en el año 80 ya tuvimos que cerrar.

P.- ¿Cuál fue su siguiente paso?

R.- Me quedé con los cuadros y me encantó. Ahí comenzó la colección porque pasé de no tener nada a tener 400 cuadros. De los 400 hasta los 5.000 que son los que he ido comprando en estos 50 años viendo galerías de arte, yendo a ferias de arte por todo el mundo.

"El arte me ha enseñado a mirar las cosas"

R.- Tengo que decir que mi escultor preferido es Pablo Gargallo, tengo mucha obra de él, que no pensaba traer aquí a Zaragoza, estando en el Museo Gargallo, cómo iba a llevarlo. Pero en una de mis visitas a Zaragoza fui al museo y me di cuenta que no tenían una campesina recostada que yo tengo. Entonces está puesta aquí, la he traído.

P.- ¿Cómo ha influido el arte en su vida?

R.- El arte me ha enseñado a mirar las cosas. Ahora paso por los sitios y me fijo en lo que veo y trato de juzgar si está bien, si está mal, si me gusta.

P.- ¿Cómo ve Zaragoza?

R.- Zaragoza está muy bien cuidada, es muy bonita. No me imaginaba que Zaragoza sería tan bonita. Me sorprendió muy positivamente sobre todo la calidad de las cosas de Zaragoza, de la arquitectura, la calidad de las puertas de la basílica, son muy espectaculares.

P.- ¿Cómo es compartir el amor por el arte con su mujer?

R.- Cuando nos hicimos novios empezamos a visitar galerías de arte juntos, empezamos a aprender juntos, empezamos a educarnos juntos en el mundo del arte y esa educación nos ha hecho que ahora entramos en una galería y coincidimos en lo que nos gusta.