Álvaro Rodríguez Redondo ha vivido un siglo, literalmente. Tiene 100 años y 3 meses, y este lunes ha participado en un homenaje del Ayuntamiento de Zaragoza a las personas centenarias de la ciudad.
El haber vivido tantos años, él lo lleva con "humor y serenidad". Aunque nació en Lérida, lleva casi toda la vida en Zaragoza. “Mis padres me trajeron cuando tenía dos años, y salvo dos años en Castellón de la Plana y diez en Madrid, he vivido siempre aquí”, cuenta con voz tranquila.
Trabajó en el sector de las artes gráficas y el embalaje, en una empresa de la capital de Aragón. Formó una familia grande, tuvo siete hijos, "de los cuales cinco siguen vivos", además de ocho nietos y dos bisnietos.
Aunque guarda cientos de anécdotas que prefiere no contar, si comparte alguna. Por ejemplo, recuerda que cuando tenía 15 años "leía novelas de Julio Verne y Salgari, que hablaban de las maravillas del año 2000". Asegura que, por aquel entonces, pensaba que "si llegaba a los 75 años lo iba a poder vivir". Ahora ha cumplido los 100 y ha llegado "hasta aquí, el 2025 ya".
¿Por qué? La respuesta la tiene clara, "porque dios quiere" e insiste en que no ha hecho "nada especial" para llegar a vivir los años que ha vivido.
"Hay que reírse"
Después de tantos años, Rodríguez puede decir que lo más importante de la vida es "vivir el momento que les toca y, sobre todo, los días bonitos, eso es lo que hay que hacer". Otro consejo que añade es que "hay que reírse, el humor es muy importante en la vida".
No pretende dar lecciones, pero termina por hacerlo. No desde la superioridad, sino desde la experiencia. “La vida es muy variada. A veces piensas una cosa y luego tienes que hacer otra distinta. Lo importante es hacer lo que te toque y disfrutarlo”, insiste.
Con un sentido del humor que aún lo acompaña, Álvaro habla también con orgullo de su sobrino artista, que le ha enseñado también muchas cosas. Entre ellas, señala que la inspiración llega cuando uno está trabajando. Por eso, "hay que hacerlo siempre”, recomienda.
Pero si alguien espera recetas milagrosas para llegar a esa edad, Álvaro insiste en que no hay truco que valga. “He vivido lo que me ha tocado vivir”, y lo dice con una sonrisa, justo después de contar un chiste: “Un arzobispo fue a un pueblo y no tocaron las campanas. El alcalde le explicó que había seis razones… y la primera, que no tenían campanas. Después de eso no necesitaba más, y yo, para responder al porqué también me sobran las demás razones”.
Una historieta que deja ver su particular filosofía de vida: "tomársela con humor". A sus 100 años, Álvaro sigue siendo un hombre lleno de vida. Sin trucos. Solo viviendo con sencillez y alegría. Quizás, sin quererlo, ese sea su verdadero secreto.