Zaragoza es una ciudad con muchos siglos de historia. Las calles de la capital de Aragón son un reflejo de diferentes culturas que, a través de los años, se han ido solapando. Un recuerdo constante de lo que fue y lo que es la ciudad que, en algunos casos, se ha querido ocultar.
Ejemplo de ello es el Palacio de la Diputación General del Reino, una emblemática construcción de la que hoy apenas quedan restos visibles. Su historia, según señala a este diario Jesús Martínez, doctor en Historia del Arte, es fundamental para comprender el pasado político del Reino de Aragón. Y, pese a lo que muchos creen, no llegó a desaparecer del todo.
La decisión de construir este palacio se remonta a 1427, año en que, durante unas Cortes celebradas en Teruel, se acordó establecer una sede fija para las reuniones del Reino, "que hasta entonces eran itinerantes". Zaragoza fue la ciudad elegida, y de ahí surgió la idea de levantar un edificio destinado específicamente a albergar estas instituciones.
A diferencia del Palacio de los Reyes, que era la Aljafería, el Palacio de la Diputación tenía una función esencialmente administrativa y política. Su nombre completo era Palacio de la Diputación General del Reino, y su propósito era servir de sede para las Cortes del Reino de Aragón, la Audiencia Real y la oficina del Justicia de Aragón.
A pesar de que su construcción comenzó en 1427, hay constancia de que ya estaba en uso hacia 1450, aunque no se sabe si estaba completamente finalizado.
¿Cómo era el edificio?
La estructura original del edificio seguía los patrones del palacio aragonés típico. Se trataba de un edificio mudéjar construido fundamentalmente en ladrillo, con un patio central similar a un claustro, alrededor del cual se organizaban las distintas estancias. Contaba con tres alturas: en la planta baja se encontraba una capilla, mientras que los pisos superiores albergaban la Audiencia, el Archivo General del Reino y la sala de reuniones de las Cortes.
Detalle de la vista de Zaragoza de Juan Bautista del Mazo de 1647.
En su construcción participaron tanto maestros cristianos como mudéjares, lo cual se refleja en la riqueza decorativa del edificio. Entre los nombres que se conocen, Martínez señala a algunos como Johan de Laredo, Maurice Perrin y Mahoma Razacón.
Situado en la plaza de la Seo, el edificio tenía tres fachadas principales: una daba a la propia plaza, otra a las llamadas Casas del Puente (donde está ahora el Ayuntamiento) y la tercera al paseo Echegaray. La cuarta fachada colindaba con el Palacio Arzobispal. Esta ubicación lo situaba en el corazón histórico de Zaragoza, en lo que había sido el centro urbano desde la época romana.
En cuanto a su apariencia, el edificio destacaba por su tejado de tejas negras y blancas dispuestas en forma de rombos, un alero decorativo de madera y abundantes elementos simbólicos: escudos, emblemas y yeserías ornamentales. "Los cronistas de la época lo describen como el palacio más importante y representativo de Aragón, tanto por su función como por su estética", asegura Martínez.
Su trágico final
Sin embargo, su trágico final llegó el 27 de enero de 1809, durante el segundo sitio de Zaragoza en la Guerra de la Independencia. Ese día, la ciudad fue duramente bombardeada por las tropas napoleónicas: "Se cuenta que se lanzaron unas 20.000 bombas, muchas de las cuales impactaron directamente en el palacio, que ardió durante tres días", explica Martínez.
Aunque tradicionalmente se ha considerado que el edificio fue completamente destruido, hay evidencias de que no fue así. Se sabe que durante los días siguientes se rescataron documentos del archivo, retratos de los reyes de Aragón y otras pinturas. Esto indica que partes del edificio permanecieron en pie al menos durante un tiempo.
Dibujo de una de las puertas del Palacio de la Diputación General del Reino, posterior a 1809.
Tras la guerra, con la restauración absolutista de Fernando VII, en lugar de reconstruir un edificio que representaba el poder político del antiguo Reino de Aragón, se optó por permitir que el arzobispado ampliara sus instalaciones en ese lugar. Así se construyó el seminario conciliar, lo que contribuyó a borrar físicamente el palacio original.
No desapareció por completo
Sin embargo, en investigaciones arqueológicas recientes se han hallado restos del antiguo edificio integrados en la actual estructura del Seminario, lo que demuestra que no desapareció por completo, aunque hoy esos vestigios no sean visibles al público.
Curiosamente, durante la Segunda República, el seminario conciliar acogió nuevamente a la Diputación de Aragón, lo que representó un curioso retorno del poder político al mismo espacio que había ocupado siglos antes. Esta coincidencia pone de relieve el carácter simbólico de ese lugar, que ha estado vinculado al poder político y religioso de forma alterna a lo largo de los siglos.
Como testimonio visual del palacio, existen dos vistas históricas en las que se representa su fachada, una de ellas realizada por Juan Bautista del Mazo en ocasión de una visita de Felipe IV a Zaragoza. En esta pintura, el palacio destaca notablemente, subrayando así su importancia en el contexto urbano de la ciudad.