A sus 77 años, Eduardo Baile puede presumir de ser el hermano mayor más antiguo de la Hermandad de la Sangre de Cristo en Zaragoza, a la que lleva vinculado desde hace ya 44 años. Lo que empezó con 33 años, casi como un compromiso familiar (su suegro, ya miembro, le animó a dar el paso), se ha convertido hoy en una forma de vida.
Desde el primer día participó en las dos vertientes principales de la hermandad: la recogida de cadáveres y la organización de la procesión del Santo Entierro. Esta última se celebra cada Viernes Santo y es uno de los actos centrales de la Semana Santa zaragozana.
El paso de los años
Eduardo recuerda cómo la primera procesión a la que asistió no se parece demasiado a las de ahora. "Había menos cofradías y menos pasos. Hoy parece que cuantas más imágenes, mejor", dice entre risas. De hecho, explica que La Hermandad de la Sangre de Cristo, a la que pertenece, solo llevaba un paso propio durante la Semana Santa, el del Cristo de la Cama, aunque es propietaria de muchos otros que cede en usufructo a distintas cofradías.
Muchas de esas imágenes, recuerda, se recuperaron o reconstruyeron tras la Guerra de la Independencia, "cuando las tropas napoleónicas arrasaron con la mayoría de ellas". Incluso hubo épocas en las que para financiar nuevos pasos se organizaban novilladas y se recogía dinero entre los fieles.
"Antes los pasos se llevaban a hombros por agricultores y gente del campo, pero después de una huelga se empezaron a poner ruedas", comenta. Desde entonces, las cofradías penitenciales han ido surgiendo y creciendo, formando el entramado actual que da vida a la Semana Santa zaragozana.
"Algo difícil de explicar"
Aunque Eduardo ya no acompaña a otras cofradías en sus desfiles como hacía años atrás, sigue saliendo en la gran procesión del Santo Entierro y en ocasiones especiales, como aniversarios. "El sentimiento no cambia, sigue siendo el mismo desde el primer día", asegura. Para él, lo más bonito de todo esto es ese sentimiento interior, "algo difícil de explicar con palabras, que va por dentro, en el corazón".
La Semana Santa, más allá de los días grandes, se vive todo el año. "Llevo desde enero trabajando en todo lo relacionado con la procesión", cuenta. Y aunque no se le ocurre ninguna anécdota concreta, reconoce que los años le han regalado "muchas experiencias", vividas casi siempre con la solemnidad que caracteriza a esta tradición.
En cuanto a las nuevas generaciones, Eduardo se muestra optimista. A pesar de que los tiempos han cambiado, afirma que los jóvenes que se incorporan a la hermandad lo hacen con entrega y con auténtico sentimiento. "Los aspirantes llegan con muchas ganas, lo viven de verdad", dice.
Para quienes no comprenden la Semana Santa, Eduardo tiene una explicación sencilla pero profunda: "Esto empezó como una forma visual de enseñar la pasión y muerte de Jesús a una población sin cultura, sin libros. Era un viacrucis hecho con imágenes". Y aún hoy, siglos después, sigue siendo una manera de conectar "con la historia, con la fe… y con los demás".