El río Ebro reforzará puntos estratégicos de su cauce contra las inundaciones con más de una veintena de actuaciones en la provincia de Zaragoza que permitirán reducir los daños provocados por las riadas.
Aunque ha sido el Huerva el que ha dado los últimos sustos, volviendo a poner en jaque municipios como Cuarte, María de Huerva o Cadrete, la recurrencia de las avenidas extraordinarias del Ebro -cada vez más dañinas para campos e infraestructuras con menos caudal, según los vecinos de la ribera- obliga a no perder el foco y aprovechar los 'momentos valle' para tomar medidas.
Esto es, precisamente, lo que se está haciendo la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), que ha puesto en marcha 21 actuaciones en Zaragoza. Los trabajos han comenzado en tres zonas diferentes del término municipal de Luceni, pero en los próximos meses se ampliará el radio de acción a otros puntos críticos en caso de crecida.
Esos puntos son el meandro de Aguilar, en el término municipal de Osera, y en los sotos ubicados entre Villanueva de Gállego y Peñaflor.
Allí se harán los denominados curages, que no son otra cosa que actuaciones que permiten permeabilizar grandes masas de sedimentos que suponen obstrucciones importantes al paso de la corriente. El objetivo: mejorar la capacidad de desagüe y reducir la exposición a la inundación de los núcleos ribereños.
Lo que se hace es abrir pequeños ramales en el interior de las masas de gravas y sedimentos y crear caminos entre la vegetación paralelos a la corriente para que el río pueda ir por su recorrido natural. "No es una simple intervención con maquinaria pesada como las que podían hacerse antaño", aclaran.
La CHE lleva años apostando por esta novedosa técnica; una solución "basada en la naturaleza" que, según defienden, garantiza un "equilibrio ambiental, económico y social" y que ya ha probado su efectividad en las últimas riadas. Comenzó a aplicarla en 2018, y desde entonces, ha ido canalizándola, en muchos casos, a través de la Estrategia Ebro Resilience.
Pros y contras
Los curages implican la desaparición de entre un 5% y un 7% de la vegetación arbórea de los entornos donde se actúa, pero tienen importantes beneficios, ya que implican la tan reivindicada retirada de basura y contribuyen a potenciar la biodiversidad con efectos que "se mantienen a lo largo del tiempo".
Que ahora se puedan hacer más se debe, principalmente, a la inyección de 4,7 millones de euros de inversión a través de los fondos Next Generation de la Unión Europea. Gracias a este programa, señalan desde la CHE, se han realizado ya 23 intervenciones: 16 entre La Rioja y Navarra y 7 en Zaragoza.
Reabrir antiguos ramales o paleocauces, apuntan desde el organismo de cuenca, permite reconectar sotos con el río y llevar de nuevo los caudales hacia estos espacios. Esto es clave en caso de avenida extraordinaria, ya que permite restar fuerza al agua y hace que el volumen que entra por Novillas -el primer municipio de Aragón que bañan las aguas del Ebro- tenga poco que ver con el que llega a Zaragoza capital o a puntos críticos como Villafranca, Quinto o Pina.
La provincia de Zaragoza no será, en todo caso, el único punto en el que se actúe, ya que, a la hora de evitar daños, tan importante es lo que se hace en la Comunidad como lo que se ejecuta aguas arriba.
En total serán 106 las actuaciones para recuperar y reconectar antiguos brazos del río en su tramo medio. A corto plazo, en La Rioja se harán dos acciones similares, mientras que en Navarra están previstas otras nueve próximamente.
Los últimos sustos
El Ebro ha dado grandes sustos en los últimos años. El de 2015 ha sido uno de los peores, con cerca de 30.000 hectáreas inundadas, afecciones en puntos como la escuela de Velilla y un volumen de caudal que superó los 2.600 metros cúbicos por segundo.
Pese a que las distintas medidas que se han llevado han permitido salvaguardar los cascos urbanos, municipios como Pradilla o Boquiñeni estuvieron a punto de tener que ser evacuados en su totalidad en la riada de 2021. Entonces volvieron a verse afectadas alrededor de 15.000 hectáreas de cultivo.
Los últimos ejercicios han sido relativamente tranquilos. El último aviso llegó en diciembre de 2024, un episodio que no tuvo mayores consecuencias, pero que obligó a permanecer alerta. Porque con el Ebro, como no se cansan de repetir los vecinos de la ribera, "nunca se sabe".
