Zaragoza
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Fue uno de los nombres propios de la ayuda aragonesa a Catarroja y, un año después, todavía guarda en la retina aquellos “impactantes” días en la Comunidad Valenciana. El director gerente de la Sociedad Aragonesa de Gestión Agroambiental (Sarga), Jorge Escario, asegura que será “muy difícil” olvidar el drama que vivió en las calles de esta localidad valenciana de 30.000 habitantes.

“La realidad no te deja indiferente. Hace un año estábamos hasta arriba de lodo y problemas, pero también de felicitaciones y esperanza”, afirma a punto de cumplirse 12 meses de la tragedia, que se cobró la vida de 229 personas.

En este año no ha vuelto a Catarroja, donde permaneció durante prácticamente seis semanas con el operativo aragonés, pero sí ha tenido contacto “físico y telefónico” con vecinos del municipio.

“Volví a estar con gente del Ayuntamiento durante el homenaje que organizó el Gobierno de Aragón e incluso hubo una familia que vino a verme para las Fiestas de San Lorenzo. Con la alcaldesa he hablado más porque había grupos culturales y musicales que querían ir para allá para poder seguir mostrando su apoyo. Cuando pasan estas cosas, al principio hay mucha ayuda, pero luego se diluye”, explica el también presidente de la Agrupación de Danzantes de Huesca.

La familia a la que nombra no es otra que la de Ailen. Escario y los efectivos aragoneses se convirtieron para ella y los suyos en auténticos “ángeles de la guarda” tras ayudarle a limpiar su calle e ir al hospital en las horas previas al nacimiento de su hijo Lucas.

Una de las imágenes tomadas por Escario a su llegada a Catarroja.

Vino con su marido, sus dos hijos y sus suegros el día 14 por la tarde. El 15 estuvimos comiendo juntos y luego se acercaron a la Ofrenda de Flores y Frutos con nosotros. Nos trajeron un detalle para la agrupación de parte de Catarroja, fue muy emotivo. Nos encantó volverlos a ver”, reconoce.

El chaval no se despegaba de él. “Yo creo que me tenía como un salvador”, agrega. Esta bonita relación, de hecho, no terminará ahí, ya que Escario está invitado a su casa y piensa devolverles la visita.

“Una zona de guerra”

Esta es la cara amable de aquella historia, la que queda en el recuerdo tras semanas de tensión y muchísimo trabajo por hacer. Escario llegó a la zona cero solo, sorteando coches y escombros arrastrados por la fuerza del agua y cruzándose con “muchísimos vehículos de emergencias” y de Policía.

“Llegabas a Valencia ciudad y no notabas absolutamente nada, pero en el momento en que cogías la carretera a Paiporta y Catarroja empezabas a ver imágenes que, por mucho que hubieras visto en televisión, eran inimaginables, un desastre”, apunta.

El operativo aragonés estableció su ‘campamento base’ en el cementerio de Catarroja. “No he estado en ninguna guerra, pero debe ser parecido. Gente que andaba sin rumbo, montones de escombros…”, agrega el director gerente de Sarga un año después.

Aquello “impactaba”. “Estar por la mañana entre tanto desastre y volver por la noche a la tranquilidad era un poco difícil de gestionar. Mi mente no era capaz de vivir en dos mundos a la vez”, admite.

Le ocurría, sobre todo, los pocos días que pudo volver a Huesca. Estaba encantado de ver a su mujer y sus hijos: “Pero me levantaba al día siguiente y quería volver. Dejabas tantas cosas allí y tanta gente que lo que querías era regresar e intentar hacer lo que fuese. Cualquier cosa que hicieses allí valía un montón”.

Aragón, recuerda Escario, fue la Comunidad que más estuvo sobre el terreno; la última en marcharse. También la que tuvo uno de los encargos más duros: la limpieza del barrio del Pilar. Tanto es así que Jorge Crespo, el otro Jorge que tuvo un papel clave en la ayuda de la DGA, fue elegido por el Ayuntamiento de Catarroja para coordinar el operativo tras la dana.

Aquellos días, todos se empeñaron “a fondo”. “La gente de Sarga se dejó la piel en unas condiciones muy complicadas, no solamente por la falta de salubridad y la peligrosidad. Yo recuerdo estar con el agua a la cintura y no saber por dónde iba. No sabía ni siquiera lo que había debajo”, señala Escario.

Por todo ello, cree que los aragoneses pueden estar orgullosos del trabajo que allí se hizo. “A mi llegaron a pararme cuando iba en el coche con los logotipos del Gobierno de Aragón para felicitarme. Había gente que te daba un abrazo y se te echaba a llorar de agradecimiento. Nos pedían que no nos fuésemos, y por eso nos quedamos hasta el final”, asegura.