Zaragoza
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Suciedad, tensión con los vecinos, aparcamientos abarrotados, caravanas sin control… La masificación que se está viendo estas semanas en el Pirineo ha terminado agotando la paciencia de muchos alcaldes.

Es el lado negativo del turismo, en alza desde el fin de la pandemia. El Seprona, los Grupos de Rescate (Greim) y los Agentes para la Protección de la Naturaleza (APN) han intensificado estos meses la vigilancia para evitar problemas. El mejor ejemplo: las 86 denuncias en un solo fin de semana por acampar de forma ilegal en el ibón de Anayet, en Sallent de Gállego (Huesca).

Para los alcaldes afectados, este “es el camino”. El problema es que, en muchos casos, ya es tarde para revertir una situación que “no va a parar”. La imagen que presentaba estos días el barranco de Os Lucas (Biescas), con gente con neveras, bebiendo cervezas o tirándose desde lo alto, da una muestra de hasta qué punto llega la polémica.

“Se ha puesto de moda en redes sociales, pero es muy peligroso. Estamos hablando de una cascada natural en la que habitualmente hay desprendimientos. Algún día pasará algo, no está pensada como zona de baño. El riesgo es real”, advierte su alcaldesa, Lorena Cajal.

Lo mejor es “verla e irse”, pero lo malo viene cuando la gente acampa allí, algo que viene ocurriendo todos los fines de semana. La suciedad del entorno, con señales repletas de pintadas y grafitis, es solo una de las consecuencias de esta creciente saturación.

Se trata de una lucha “complicada”, reconoce la alcaldesa, ya que en muchos aspectos, los ayuntamientos no tienen competencias y en otros se ha llegado tarde. Esto ha ocurrido, por ejemplo, con la regulación del aparcamiento, que no se aprobará definitivamente hasta septiembre, pasada la temporada alta.

Gestionar la masificación se ha convertido en un auténtico reto, tanto en lo que respecta a las propias plazas de parquin como a la recogida de basuras. “Los foráneos no lo llevan bien”, reconoce Cajal.

En este caso, los turistas proceden, sobre todo, de Madrid, Cataluña, País Vasco, Francia y otros puntos de Aragón. Ir a más es lo que les ha llevado a regular el estacionamiento, una fórmula que, indirectamente, les permitirá limitar el aforo.

Este es el principal ‘pero’ de una temporada “satisfactoria” que ha destacado por una “muy alta” ocupación y por la ausencia de incidencias graves.

El problema es que estos casos de masificación, lejos de ser puntuales, se están convirtiendo en la tónica general en las zonas más turísticas de la provincia de Huesca. Se ha visto en el propio Pirineos Sur, donde hubo críticas por las larguísimas filas en los puestos de comida y los escasísimos servicios públicos, en el Salto del Bierge o en las pozas de Belsué, entre otros muchos puntos.

Casos como el de las acampadas ilegales en el ibón de Anayet han hecho que comarcas como la del Alto Gállego hayan tomado medidas. Su vicepresidenta, Nuria Pargada, avanza que la pasada reunión con el Seprona y la dirección provincial de Medio Ambiente será la primera piedra de una ‘lucha’ en la que quieren implicar a la Diputación Provincial de Huesca y al Gobierno de Aragón.

El primer encuentro sirvió para poner en común hasta dónde puede llegar cada uno. Una de las principales conclusiones es que se tiene que hacer hincapié en la información y la concienciación, de ahí que se piense ya en campañas junto al Ejecutivo autonómico para dejar claro que no está permitido acampar a menos de 100 metros de un ibón. “Esto no solo pasa en esta comarca. Con los ibones, habrá gente que no lo sabrá y otra a la que, desgraciadamente, le da igual. Tampoco está permitido meter los pies”, recuerda.

La tendencia “está yendo a más”. “A raíz del coronavirus se están viendo más furgonetas y autocaravanas. Hay más demanda de este tipo de turismo, centrado en los ibones y los valles. Con las acampadas se generan más residuos, y por mucho que unos recogen hay otros que dejan todo allí y eso estropea todo”, lamenta la vicepresidenta comarcal.

Esta realidad ha hecho aflorar proyectos como el de Tena Limpio, que solo el pasado fin de semana recogió 91 kilos de basura. El balance, solo en lo que va de verano, es de 410 entre colillas, latas, trozos de plástico, bidones, pañuelos de papel y botellas de cristal.