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De la noche a la mañana te puede cambiar la vida. Luisa Serrano llevaba una vida sana, deportista, no bebía alcohol, acababa de tener un hijo. Sin embargo, en marzo de 2022 comenzó a notar que no podía cogerlo en brazos.

Para Curra (apelativo por el que le llaman sus seres queridos) se suponía que 2022 iba a tener su vida de ensueño con un hijo recién nacido y casarse con el hombre de su vida. Pero, todo dio un giro radical cuando fue diagnosticada con esclerosis múltiple remitente recurrente, un diagnóstico que se hizo oficial escasas horas de que diera el 'sí, quiero' en el altar.

Ahora con 30 años mira de cara a esta enfermedad: "Quiero ganarle batalla. Tengo un hijo, una familia que son mi motor. No quiero que esto me defina", admite esta joven de Zaragoza.

Aunque para llegar hasta donde se encuentra en la actualidad, tuvo que pasar por un duro camino: "Me lo diagnosticaron relativamente rápido al comenzar el proceso por la sanidad privada", recuerda. Antes de que le llegara el positivo en esclerosis múltiple, pasó por parches de calor al tildar los dolores musculares de tener a un bebé de tres meses en brazos. La no mejoría de los síntomas, le hicieron que su traumatólogo le realizara dos pruebas TAC que le aventuraron en todo este proceso.

 "No pude disfrutar el día de mi boda porque no sentía la parte derecha de mi cuerpo"

"Me llegaron los resultados del TAC un 26 de mayo a la medianoche y cuando vi los resultados lo primero que hice fue meterme en google, un error. Ahí es cuando yo me echo mis primeros lloros", recuerda esta joven. Así, los siguientes pasos a seguir fueron ponerse en contacto con una neuróloga que le reafirmó su diagnóstico: "Cuando me preguntó si estaba preparada para todo lo que venía a mi solo me salió responderle 'he nacido para ello'. A día de hoy sigo preguntándome de dónde salió esa respuesta", cuenta emocionada.

Esto ocurrió horas antes de que una abarrotada iglesia fuera testigo del que se supone que tenía que ser el día más importante de su vida y que le uniría al que hoy es su marido: "No pude disfrutar el día de mi boda porque no sentía la parte derecha de mi cuerpo", señala. En esos momentos, solo conocían su situación su familia y su marido porque como ella misma indica "quería ser yo la protagonista, no la enfermedad".

Echando la vista atrás solo tiene palabras de agradecimiento a su marido: "Fue un valiente al casarse conmigo sabiendo que tenía una enfermedad crónica que me iba a acompañar toda la vida", cuenta emocionada. A lo que bromea: "Por mucho menos han dejado plantada a la novia".

Desde ese momento su vida ha sido un frenesí en el que comenzó una vorágine de pruebas, medicamentos y hacerle cara a una enfermedad un tanto desalentadora: "La primera consulta en el Hospital Miguel Servet le decía al médico quiero que pare, quiero que pare", relata.

"En ese momento, veía todo súper oscuro. Solo decía, tengo un hijo pequeño, no lo voy a poder disfrutar, no lo puedo coger. Me acabo de casar, no puedo vivir la vida que yo pensaba que iba a tener, por esta dichosa enfermedad que no había hecho nada para tener", admite.

"No podemos descansar ni un momento con esta enfermedad"

Así, comenzó un tratamiento de quimio en el que "iba empastillada" con 14 pastillas diarias. La gran dosis que le suministraban además de dejarla "alelada" le ocasionaron fuertes vómitos continuos ante la fuerza de la medicación: "Me terminó causando una úlcera y paramos el tratamiento".

Sin embargo, la lucha de Curra no termina en la esclerosis múltiple, sino que a raíz de todo el tratamiento al que fue expuesta y la úlcera consiguiente, los médicos dieron con otra enfermedad autoinmune: "Me diagnosticaron la enfermedad de Crohn, tengo afectado parte del intestino", explica. Ante su juventud los médicos rechazan quitarle ya parte de este por lo que se enfrenta a dos dosis de quimio una destinada a la esclerosis y otra a Crohn.

"Te cambia por completo"

Este periplo durante estos tres años no han sido fáciles como bien reconoce la joven de 30 años: "Me ha costado mucho aceptar la enfermedad. Te cambia por completo hasta que dices ella o yo". Así, ha puesto todo de su parte para mantenerse activa y fuerte por ella misma y por quienes le rodean.

"Empecé como una babosa, pero comencé a entrenar e ir al gimnasio para que mis músculos cogieran fuerza de nuevo y poder tenerme en pie", explica. A lo que añade: "No podemos descansar ni un momento con esta enfermedad. Nos levantamos con poca energía y poco a poco, o al menos yo, conforme va pasando el día, voy buscando energía. Pero cuando gastas mucha no se recupera de la misma manera, tienes que hacer un reposo casi absoluto".

Así, puede llevar una vida cotidiana más adaptada a su ritmo, pero capaz de estar con su familia y trabajar. Aunque denuncia que hay un gran estigma en la sociedad y en las empresas ante una persona en su situación: "Estuve un año sin trabajar porque no me contrataban porque yo les decía cuál era mi situación". E incluso vivió un despido en el que alegaron "que no cumplía los objetivos cuando solo llevaba un mes trabajando".

"Quiero ser ejemplo para mi hijo"

"Mentalmente puedo trabajar, mis capacidades no han desaparecido, solo tengo que ir a realizar sesiones de quimio. Esta enfermedad me afecta al sistema nervioso, no a la cabeza", alega. En la actualidad trabaja de administrativo, pero también en una aplicación para todos aquellos diagnosticados con esclerosis: "Durante todo el tiempo en paro pude estudiar mucho y quiero hacer los procesos mucho más ágiles con esta aplicación". En Aragón se estima que son más de 1.500 personas las que sufren la enfermedad y un 75% son mujeres.

De esta manera, esta joven tiene muy clara las cosas: "Todo es cómo te enfrentes a las cosas, la aptitud lo hace todo. Tengo 30 años y una familia que son mi motor. Quiero ser ejemplo para mi hijo. Se lo debo todo a ellos", concluye emocionada.