11 mayo, 2024 02:48

Los seres humanos llevan reclutando animales para ayudarles a librar guerras desde tiempos remotos y se cree que fueron los perros y los caballos los primeros animales en ser utilizados con fines bélicos. Durante la Primera Guerra Mundial, más de 16 millones de animales sirvieron en ambos bandos y muchos todavía se siguen empleando en la actualidad en tareas tanto militares como policiales.

Sin embargo, a lo largo de nuestra historia, han existido muchas especies de animales que han sido empleados para las batallas. Los elefantes de guerra fueron utilizados por persas o cartagineses, entrenados para cargar contra las líneas enemigas, además de para transportar soldados y suministros. En la antigua Grecia, también se empleaban colmenas de abejas lanzándolas contra los enemigos, causando caos y pánico entre los soldados al ser atacados por estos insectos.

Pero lo que probablemente nadie podía imaginar es que un animal tan sencillo, inofensivo e indomesticable como un cangrejo también podía ganar guerras. Y eso fue lo que pasó en 1655, cuando un ejército de crustáceos consiguió poner en fuga al ejército británico cuando intentaban conquistar la joya de la corona española en el Caribe: Santo Domingo.

Estatua de Oliver Cromwell en el Palacio de Westminster, Londres.

Estatua de Oliver Cromwell en el Palacio de Westminster, Londres. Wikimedia Commons

El dictador Cromwell

El 15 de diciembre de 1653, Oliver Cromwell aceptaba el juramento como lord protector de Inglaterra, convirtiéndose en una de las figuras más controvertidas y llenas de contradicciones de su historia. Cromwell llegó a cuestionarse si debía aceptar la corona de Inglaterra para sí mismo y, a pesar de que decidió no hacerlo, acumuló más poder que el propio Carlos I de Inglaterra.

Ordenó a sus soldados disolver parlamentos, era un fanático religioso seguidor del cristianismo protestante y sus campañas de conquista de las católicas Irlanda y Escocia fueron brutales incluso para los cánones de la época, ya que consideraba que combatía contra herejes, por lo que los “blasfemos” podían ser torturados.

Entre sus medidas, Cromwell inició una ambiciosa política exterior contra las posesiones españolas en el Caribe para expandir la influencia y el control británico en la zona, para lo cual trazó un plan cuidadosamente diseñado al que denominó “Designio Occidental” y que quedaría grabado para siempre en la historia como la “Invasión de Penn y Venables”.

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Cromwell organizó una flota de 56 navíos y 10.000 hombres al mando del almirante William Penn y del general Robert Venables cuyo objetivo era conquistar la isla de La Española y su capital, Santo Domingo.

A mediados de 1654, la corona española tuvo conocimiento de este plan, por lo que desde Sevilla se enviaron 200 soldados y pertrechos militares para reforzar la reserva militar de la isla junto al nuevo gobernador, que los acompañaba: Bernardino de Meneses y Bracamonte, primer conde de Peñalva, llegando a su destino el 8 de abril de 1655.

El asedio

Tan solo 15 días después de su llegada, se presentó la flota inglesa ante la costa, el 23 de abril. Dos días más tarde, para evitar los cañones españoles y, ante la dificultad de encontrar un puerto seguro, los ingleses deciden desembarcar sus tropas a varios kilómetros de distancia, en el puerto de Haina, lugar que escogieron como cuartel general y centro de operaciones.

El almirante William Penn.

El almirante William Penn. Wikimedia Commons

A su llegada, el nuevo gobernador había aprovechado esos 15 días para tener dispuesto todo para el asedio: había reclutado a unos 1.000 lanceros dominicanos del interior, expertos jinetes que tenían fama de grandes guerreros, preparado las defensas de la ciudad para lo que estaba por llegar y había situado estratégicamente a los 200 soldados recién llegados de España, unos valiosos refuerzos con los que no se contaba.

Bernardino dividió sus fuerzas en dos. Por un lado, dispuso que los lanceros hostigaran a las fuerzas desembarcadas en Haina, mientras que el resto de sus tropas defenderían la parte no amurallada de la ciudad, una zona en la que habían talado sus árboles, colocando cañones para abatir cualquier intento inglés de penetrar en Santo Domingo por este campo abierto.

Los británicos esperaban que la toma de la ciudad fuera un paseo triunfal, pero en plena estación de lluvias su paso era lento, la artillería se hundía y los manglares retrasaban todavía más su avance. Además, los lanceros comenzaron a hostigarles con fuertes cargas que impedían su avance con comodidad, provocando cientos de bajas entre los suyos.

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El primer día apenas habían conseguido avanzar y durante tres semanas nunca llegaron a atisbar las murallas de Santo Domingo, batiéndose con las fuerzas españolas en emboscadas sobre terrenos llenos de fango en los que tenían todas las de perder. Cuando el general Venables pasó revista a sus tropas comprobó que habían sufrido más de 1.500 bajas y 1.000 de sus hombres estaban heridos, por lo que decidieron replegarse en el cuartel general establecido en Haina para reorganizar su ofensiva.

Un ejército de cangrejos

La noche del 14 de mayo, mientras los mandos ingleses evaluaban la situación, un inesperado aliado hizo variar sus planes. En los alrededores de su campamento, en aquella época del año, se producía una gran migración de cangrejos del manglar hacia la costa para desovar. Y justo aquel día comenzó la migración.

Así, miles de cangrejos comenzaron su peregrinación, haciendo entrechocar sus caparazones ruidosamente y con gran estrépito, provocando un sonido similar al paso de unas tropas ordenadas y numerosas. Al no poder explicar ese extraño y cada vez más creciente ruido, los centinelas ingleses creyeron que se trataba de numerosos escuadrones de lanceros movilizándose para atacarlos, por lo que dieron la voz de alarma, sembrando el caos y el desconcierto entre los suyos.

El pánico debió de ser tan feroz que el ejército inglés huyó despavorido dejando atrás armas y equipos para refugiarse en sus naves, momento que aprovecharon los españoles para seguir acosándoles mientras escapaban. La flota invasora partió humillada abandonando a más de 2.000 muertos y 200 prisioneros, mientras los españoles tan solo sufrieron 25 bajas.

Curiosamente, durante su huida, los ingleses ocuparon Jamaica, quizá como una manera de apaciguar la furia de Oliver Cromwell cuando recibiese las noticias del fracaso en hacerse con La Española.

Catedral de Santo Domingo.

Catedral de Santo Domingo. Wikimedia Commons

Haber repelido a los invasores causó gran júbilo entre los sitiados, ya que habían derrotado a una fuerza muy superior con escasos recursos gracias a la estrategia militar de Bernardino y a un ejército de cangrejos, por lo que desde ese momento se decidió conmemorar la victoria con un acto anual de Acción de Gracias todos los 14 de mayo.

Además, mediante colecta popular, fue adquirido un cangrejo de oro que llegó a formar parte de las joyas de la catedral pero que fue robado durante la ocupación francesa a principios del siglo XIX. El acto de Acción de Gracias dejó de celebrarse en 1814, para no ofender a los ingleses, quienes habían luchado contra los franceses durante aquella ocupación.

¿Y qué fue de Oliver Cromwell? El dictador falleció en 1658 y tres años después, cuando los monárquicos reinstauraron a Carlos II de Inglaterra como rey, su cuerpo fue exhumado de la abadía de Westminster, colgado de cadenas durante semanas y después arrojado a una fosa. Su cabeza fue decapitada y exhibida en lo alto de un poste clavado a la entrada de la abadía de Westminster hasta 1685. Tras cambiar de manos infinitas veces, la cabeza fue enterrada en 1960 en el Sidney Sussex College, en Cambridge, donde Oliver había estudiado.

Nunca supo que su ejército había sido vencido por cangrejos. William Penn y Robert Venables jamás se lo contaron…