Bienvenidos al Dos de Mayo de Dos Mil Diecisiete. Ustedes todavía no lo saben, pero el de hoy es un día señalado en nuestras vidas. En las suyas y en la mía. “Esta Grau tiene más cuento que Calleja”... estará mascullando ya alguno. Pues todavía no, pero pronto. A partir de hoy mismo. Esta tarde iré a la plaza de toros de las Ventas. Asistiré a la Corrida Goyesca desde el Callejón. No es que yo entienda mucho de toros, excepto que me fascinan y que me consuelan un tanto del íntimo espanto del existir. Me ocurre lo mismo que con el jazz. A duras penas distingo a Django Reinhardt de Coltrane pero cualquiera de los dos que suene me para en el centro y en el sitio.

Con los toros me costó un poco más. Tardé en darme cuenta de la falta que me hacían. De cómo mi inconfesable sed de valor y de bien podía hallar inesperado oasis en el inesperado desierto en verso que es una plaza. Más la de las Ventas, que Simon Casas parece decidido a convertir en algo así como Camelot.

Con tal fin ha fichado a ciertos elementos brillantemente gamberros, empezando por Fernando Sánchez Dragó, quien quiere poner el Callejón de las Ventas a escurrir cuentos. Cuentos que resulta que escribiré yo a lo largo de toda la Isidrada. La cosa es: nos vamos a los toros siempre en interesante y desconcertante compañía, gente con la que valga la pena echar la tarde allí y luego contar un Cuento. No voy a hacer ningún spoiler que luego me regañan, pero sepan que van a venir aristócratas y artistas, políticos y escritores, personal que habla y personal que da que hablar…

No esperen de mí, o no siempre, que les cuente lo que sucede dentro de la plaza. Mi Cossío estudia lo que danza alrededor de ella. Yo voy a ver y a contar cómo la Fiesta, por su misterioso, mágico y casi conjurado natural, deviene un imán de elegancia y de encanto, de encuentros sorprendentes y de situaciones únicas. Más en la línea de un salón de Madame de Staël o de un cóctel de Truman Capote que en la del mortal aburrimiento social que suele darse y vivirse en los tendidos más oficialmente cool, y en el fondo soporíferos, de la imperdonable modernez.

Arriba lo inmortal, abajo los complejos. ¿Se acuerdan de aquella entrevista, aquí mismo en EL ESPAÑOL, en la que Simon Casas me dijo que “el vientre de una mujer torera sirve para dar vida; los testículos, para echar un polvo”? Con esa seriedad mágica, más que realismo mágico, vamos a empezar. Por cierto, hoy vienen al Callejón Esperanza Aguirre y Santiago Abascal. A ver qué pasa...