Opinión El merodeador

Merodeos

23 septiembre, 2016 00:44

Un diputado dispuesto a 'inmolarse'

El caso de Francisco Igea, el diputado de Ciudadanos que avisa que si hay unas terceras elecciones renunciará a ir en las listas, debería servir de aldabonazo a toda la clase política. En una tribuna en EL ESPAÑOL, el portavoz de Sanidad de la formación de Albert Rivera explica, contrariado, que se niega a seguir participando en la batalla de egos en que se ha convertido la política nacional.

La actitud de Igea, médico de profesión, es una muestra de enfado y de responsabilidad, pero sobre todo, una forma admirable de recoger el descontento de los ciudadanos que ningún político ha planteado hasta ahora. Su inmolación simbólica como forma de protesta deja en evidencia a Rajoy y a Sánchez, que son quienes realmente deberían dar un paso atrás si al final se mantuviera el bloqueo institucional.

Tal y como explica Igea en su artículo, el egoísmo de los líderes del PP y del PSOE, enrocados en sus posiciones y aferrados a sus cargos, contrasta con la altura de miras que sí han tenido otros dirigentes en nuestra historia reciente. Que Igea, una persona que ha demostrado sus capacidades fuera de la vida pública, no encuentre otra vía para poner en evidencia a los verdaderos responsables del bloqueo, es un reflejo del lamentable estado en el que se encuentra España.

La Universidad del yo me lo guiso, yo me lo como

Los hechos que hoy publica EL ESPAÑOL en relación a cómo se han repartido títulos, cargos y prebendas en el departamento de Enfermería de la Universidad de Extremadura debería llevar a abrir una investigación y a depurar responsabilidades al más alto nivel.

Un grupo de docentes ha hecho y deshecho a su antojo en los últimos diez años, formando tribunales académicos a medida en concursos de plazas de funcionario, obviando -según todos los indicios- los principios de igualdad, mérito y capacidad que deben regir en la Administración. Los beneficiados eran, reiteradamente, un grupo de profesores y su entorno.

El rector de la la Universidad de Extremadura, Segundo Píriz, debe explicar cómo es posible que uno de sus centros haya funcionado como un cortijo, encarnando lo peor de la endogamia y el clientelismo. Tiene además una responsabilidad extra, porque él es quien preside la Conferencia de rectores de las universidades españolas.

Es un mal síntoma que Píriz, que no escuchó las advertencias que sobre esta situación le hicieron llegar ya en 2011, tampoco haya querido atender ahora las llamadas de EL ESPAÑOL para hablar sobre el asunto. Pero lejos de sofocar el incendio, su silencio lo aviva.

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