El caso de Francisco Igea, el diputado de Ciudadanos que avisa que si hay unas terceras elecciones renunciará a ir en las listas, debería servir de aldabonazo a toda la clase política. En una tribuna en EL ESPAÑOL, el portavoz de Sanidad de la formación de Albert Rivera explica, contrariado, que se niega a seguir participando en la batalla de egos en que se ha convertido la política nacional.

La actitud de Igea, médico de profesión, es una muestra de enfado y de responsabilidad, pero sobre todo, una forma admirable de recoger el descontento de los ciudadanos que ningún político ha planteado hasta ahora. Su inmolación simbólica como forma de protesta deja en evidencia a Rajoy y a Sánchez, que son quienes realmente deberían dar un paso atrás si al final se mantuviera el bloqueo institucional.

Tal y como explica Igea en su artículo, el egoísmo de los líderes del PP y del PSOE, enrocados en sus posiciones y aferrados a sus cargos, contrasta con la altura de miras que sí han tenido otros dirigentes en nuestra historia reciente. Que Igea, una persona que ha demostrado sus capacidades fuera de la vida pública, no encuentre otra vía para poner en evidencia a los verdaderos responsables del bloqueo, es un reflejo del lamentable estado en el que se encuentra España.