Opinión El merodeador

Merodeos

26 mayo, 2016 01:52

Unas excusas ridículas para justificar la obstrucción a la Airef

Según la demanda presentada por la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) ante la Audiencia Nacional, un 69% de las peticiones de información efectuadas por la entidad fueron denegadas o contestadas de forma insuficiente tras la orden ministerial firmada por Cristóbal Montoro en julio de 2015. Se trata de una cifra escandalosa. La labor de la Airef, creada como organismo independiente según las directivas europeas en 2013, es inspeccionar el cumplimiento de las reglas de estabilidad presupuestaria, por lo que este bloqueo por parte de Hacienda priva a Bruselas de información esencial sobre el control del déficit español.

El catálogo de excusas de Montoro para justificar esta obstrucción no se sostiene. Según Hacienda, la mayor parte de las peticiones que fueron denegadas o escapaban al ámbito de competencia de la Airef o se trataba de información auxiliar que no debía ser proporcionada, lo que resulta ridículo teniendo en cuenta la función supervisora de ésta. Otras razones incluyen la falta de disponibilidad de los datos o que ya estaban publicados, aunque no con el nivel de detalle solicitado.

La transparencia y el buen gobierno dictan que Hacienda facilite la labor de la entidad que debe supervisar el déficit. En vez de acogerse a argucias para escapar a esta evaluación, Montoro debe dejar de poner obstáculos y aportar la información necesaria al organismo que dirige José Luis Escrivá.

 

Cuando el pasado sonríe y el futuro llora

EL ESPAÑOL publica este jueves una imagen muy potente: la del presidente del Gobierno en funciones sonriendo a la cámara en Valencia mientras sujeta entre las manos a un niño que llora desconsoladamente. Se trata de la metáfora perfecta de la actitud complaciente de Mariano Rajoy ante una realidad que no es precisamente halagüeña.

Vemos a un político que representa el pasado, haciendo oídos sordos a los lamentos de las nuevas generaciones de ciudadanos, descontentas con el statu quo, con la nula capacidad de regeneración de los dirigentes políticos y con la falta de oportunidades.

Rajoy no podía imaginar que el tradicional gesto de coger a un niño, tarea en la que Rita Barberá fue una experta, podría ser una de las imágenes de la precampaña, pero así lo ha sido para su desdicha. La sonrisa con la que recibe los lamentos del niño, lejos de dulcificar la escena, hace más notorio el contraste. A un lado, el político profesional que no tuerce el gesto por mal que salgan las cosas; al otro, el niño, que en su espontaneidad transmite veracidad con sus lágrimas.

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