Miqui Otero. Foto: Cecilia Duarte

Miqui Otero. Foto: Cecilia Duarte

Letras

Miqui Otero, escritor: "He llegado a grabar conversaciones de tapadillo en plan Villarejo"

Tras el éxito de 'Simón', da el salto a Alfaguara con la novela 'Orquesta', una fiesta coral que acontece durante una verbena en una aldea gallega.

9 abril, 2024 02:00

Miqui Otero fue el primero de su familia que nació en Barcelona, en 1980. Algunos de sus antepasados habían emigrado a América y otros a Alemania, pero la raíz de su estirpe está en Galicia, territorio al que le une "un vínculo muy fuerte", según reconoce a El Cultural.

Tras el éxito de la novela Simón (Blackie Books) en 2020, novela que concilió a críticos y lectores, el escritor da el salto a Alfaguara con Orquesta, notable cambio de rumbo en su trayectoria. Su obra, que arraigaba en Barcelona, encuentra ahora una nueva veta en las leyendas rurales gallegas y la música popular.

Su nueva novela resucita las viejas inquinas, los traumas insuperables y los antiguos amores de una ficticia aldea gallega. "Toda la historia en una noche y todo el mundo en un lugar", se anuncia en la antesala de la verbena, atrezo de esta deslumbrante historia. La sucesión de testimonios de distintos personajes, algunos de una ternura irresistible, impulsa la trama de esta fiesta coral donde la narradora es la Música.

['Orquesta': noche de verbena y fiesta literaria en la aldea inventada de Miqui Otero]

Pregunta. Ha pasado de una ambientación eminentemente urbana a una profundamente rural. ¿A qué se debe este giro?

Respuesta. Para quien haya leído mis anteriores novelas, hay un cambio claro, desde luego. En Barcelona, además, tenemos la idea de "la gran novela de Barcelona", que se busca igual que se buscaba la gran novela americana. Pero una ciudad no es un tema, así que después de Simón me apetecía irme de allí. En todo caso, no quería ser el típico escritor de ciudad que hace su excursión al pueblo y hace su novelita rural. Esta es la mirada de alguien que viene de fuera y sin embargo mantiene los vínculos.

P. ¿Volver al pueblo es la forma más fiable de conservar el único arraigo que nos conecta a un universo a punto de desaparecer?

R. Bueno, pero este sentimiento de comunidad también se puede dar en el barrio de una ciudad. Además, el pueblo tiene una evolución y está contaminado por las dinámicas del presente: por ejemplo, la novela aborda la explotación industrial. También plantea la pulsión que refleja cierta literatura española del regreso al pueblo. Algunos de mis libros anteriores arrancan con el viaje hacia la ciudad, pero esta vez me apetecía hacer el recorrido inverso para consignar lo que queda y también para constatar la imposibilidad del regreso a algo que has idealizado. La nostalgia también tiene sus trampas.

"No quería ser el típico escritor de ciudad que hace su excursión al pueblo y hace su novelita rural"

P. En un momento se sugiere la falta de ambición de los habitantes rurales y, por otro lado, la idea positiva de valorar lo poco que se tiene. Es una dialéctica interesante.

R. Precisamente para no ser complaciente con una sola idea, incluyo monólogos de personajes distintos. El personaje de Soledad, que vivió la Movida en Madrid, contrasta con la visión de lo rural de Placeres, la abuela que sufrió tantos desprecios. Hay novelas que intentan explicar las cosas y yo intento contarlas, que el lector lo complete a su manera. El texto es una partitura, como decía Roland Barthes.

»No puedo negar, en cambio, que había una intuición de que la realidad está cada vez más segregada en burbujas que impiden que personajes muy distintos convivan en un mismo espacio. Yo quería proponer lo contrario: una historia del nosotros donde tuviera cabida el diálogo. Me parecía que uno de los pocos lugares posibles para este encuentro era en una verbena popular. La manera de que resaltase pasaba por juntar a todos en una noche y en un lugar.

P. Hay que ser muy amante de la música para concederle nada menos que la voz narradora. Además, hay una reivindicación de la música popular, en contra de la mirada desdeñosa que suele arrojarse sobre ella.

R. Es que la música es un lenguaje común. Además, me parecía atractivo que en mitad de la solemnidad de un párrafo con una cierta ambición literaria se colaran versos de canciones muy reconocibles, aunque a muchos no les gusten. Y esa dignificación también funciona para las vidas de muchos de los personajes, que a priori no tenían nada 'literaturizable'. Además, me resultaba sugerente el recurso de que la música, la encargada de hacer la crónica de la noche, solo pudiera contar las escenas en las que suena, lo cual generaba una tensión a partir de los puntos ciegos.

“Una ciudad como Barcelona, tan dependiente del turismo, perderá inevitablemente parte de su identidad”

P. A menudo sus personajes están hechos de sueños incumplidos. ¿Le interesa la idea del fracaso como vector narrativo?

R. Sí, porque el relato del triunfo, ya sea institucional o empresarial, ya tiene su recompensa. La literatura más reciente tiende a la épica antiheroica, la belleza en el golpe. En la novela explico que muchos de los emigrantes indianos que se fueron a América retocaban sus miserias para hacer la vida más tolerable: por ejemplo, volvían con un falso reloj de oro para contar que les había ido muy bien.

P. También subyace en la novela una férrea conciencia de clase. Es, posiblemente, la única marca ideológica rastreable. ¿La asume?

R. Sí, y en otras novelas como Simón incluso está más presente. Aquí los personajes tienen un punto patético, desesperado y a la vez entrañable, pero sí se habla de abusos del privilegio y, en general, gente que ignora el sufrimiento de otros. La novela, en cambio, intenta comprenderles a todos.

[La vida literaria de Miqui Otero]

P. Quizás esta suerte de estatus social, el hecho de ser de un pueblo, tiene su contrapunto en Barcelona, que esta vez solo comparece de un modo espectral. ¿Ha perdido tanto el atractivo como para perder también protagonismo en sus libros?

R. No creo que haya perdido atractivo literario. Cada ciudad tiene sus momentos eufóricos, pero los más sugerentes suelen ser los momentos de crisis. Yo soy más de Barcelona que la Sagrada Familia [risas] y la ciudad, evidentemente, ha encadenado episodios que le han pasado factura: la resaca postolímpica, la crisis económica, el procés, la pandemia… Y sobre todo la crisis de modelo. Una ciudad con un tanto por ciento del PIB tan dependiente del turismo inevitablemente perderá parte de su identidad. Por otro lado, creo que en los últimos años había emprendido una serie de medidas que me parecen loables. Por ejemplo, la peatonalización de ciertas calles.

“Hoy en la literatura no hay bandos, sino guerrillas”

P. En los años de aquella Barcelona gloriosa predominaban los grupos literarios. Ahora es difícil oír hablar de generaciones de autores que estén en el apogeo de su carrera.

R. Pues es verdad. Puedes detectar ciertas afinidades puntuales, pero no se plantea como algo colectivo. También es cierto que los autores siempre se han desmarcado de la etiqueta generacional. Pérez Andújar decía que las generaciones tenían nombre de autobús: el 98, el 27… [risas]. El gran volumen de publicaciones diría que es un factor a tener en cuenta.

»Por otro lado, creo que los nichos o la procedencia desde la que se escribe para un público muy concreto también imposibilita este pensamiento generacional, que necesariamente es más transversal. En la literatura actual no hay bandos, sino guerrillas. Cada vez son más autores los que publican y hablan a colectivos más pequeños.

El escritor urraca

P. Aunque son novelas muy distintas, encontramos muchas analogías con Lo demás es aire (Seix Barral) de Juan Gómez Bárcena.

R. Estoy de acuerdo. La leí cuando estaba acabando la mía e incluso la presenté en Barcelona. Sospeché que alguien estaba espiando mi ordenador [risas]. En ambas está el juego temporal, un mismo territorio narrado desde muchas épocas. No creo que sea casualidad, sino que son cosas que atrapamos porque están ahí.

[Juan Gómez Bárcena: "La sociedad ha perdido la fe en el progreso"]

P. ¿Lee a los autores de su generación?

R. Leo lo que se está haciendo, sí, y creo que hay mucho talento: Isaac Rosa, Laura Fernández, Laura Ferrero o Manuel Jabois, y también Carlos Zanón, Gonzalo Torné

P. ¿Cómo valora su fichaje por Alfaguara?

R. Estoy muy contento, acabo de llegar y se han creído la novela desde el primer momento. Al mismo tiempo, tengo una admiración absoluta por todo lo que ha conseguido Blackie Books y todo lo que ha hecho por mis novelas [La cápsula del tiempo, 2012; Rayos, 2016; y Simón, 2020]. Por cierto, aquí también publica Santiago Lorenzo, que me parece una joya, un genio.

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P. Por último, resulta muy divertido cuando el personaje de Miguel, que se erige en un trasunto suyo, se esconde para tomar notas. ¿Este episodio se corresponde realmente con su proceso de escritura?

R. Sí, sí, un escritor es una urraca. Me ha sucedido mil veces: mirar demasiado a la mesa de al lado, escuchar con demasiada atención lo que ocurre en el banco de enfrente en un vagón o incluso fingir que vas al baño para apuntar algo. Ahora he dejado de hacerlo porque puede que sea ilegal, pero he llegado a grabar de tapadillo conversaciones en plan Villarejo [risas]. Vivir así me parece mucho más estimulante.