El Museo Nacional del Prado ha puesto en marcha un plan para proteger al edificio Villanueva y la ampliación de Jerónimos de la presión freática de dos pozos que se hallan bajo los cimientos del museo, tal y como ha podido saber EL ESPAÑOL. Desde la dirección del Prado aseguran a este periódico que “no se conoce ninguna deficiencia estructural importante”, pero reconocen la aparición en 2014 de una grieta en la fachada norte del edificio (taquillas): “Una patología que está siendo objeto de seguimiento”. Además, se han detectado humedades “como consecuencia del nivel freático del terreno en el pasillo de sótano que comunica los edificios Villanueva y Jerónimos”. Ninguno de las dos patologías se ha dado a conocer hasta ahora.
El informe descubrirá las anomalías. Es similar a un análisis médico: es un diagnóstico de la enfermedad para poner remedio
El museo ha contratado a la empresa Geotecnia y Cimientos para realizar un “estudio de influencia del nivel freático” sobre los dos edificios. Los resultados del informe se conocerán en mayo de 2017, asegura el museo, y costará 48.724 euros. Los especialistas controlarán el nivel del agua en el interior de los dos pozos existentes en el edificio, “en su cota más baja para conocer en profundidad su comportamiento hídrico”. Además, investigarán los “movimientos naturales del edificio” mediante la instalación de un sistema automatizado de electroniveles en la fachada.
Desde Geotecnia y Cimientos explican a este periódico que el dictamen hidrogeológico, adjudicado el pasado mes de junio, sirve para estudiar las patologías descubiertas en la estructura del edificio, como posibles deficiencias estructurales en los asientos. “Los niveles freáticos varían y el entorno puede haber modificado el flujo del agua. El informe descubrirá las anomalías. Es similar a un análisis médico: es un diagnóstico de la enfermedad para poner remedio”, cuentan desde la empresa.
Amenaza, agua
Un nivel freático alto influye en las cimentaciones y afecta a la permeabilidad de los edificios. La acción más directa de las bolsas de agua, que crecen en época de lluvias, son empujes hidrostáticos sobre los muros de los sótanos y presiones sobre las obras de cimentación. La amenaza más común de la humedad del suelo es por inundación y contaminación.
El Prado se encuentra en una zona muy húmeda. El actual Paseo de la Castellana y del Paseo del Prado se ubica en el valle del antiguo arroyo de san Jerónimo, sobre terreno formado por materiales tosquizos y peñuelas, donde se aloja el agua subterránea. Precisamente, por eso en la orilla contraria al Prado se ubica el barrio llamado de Las Huertas. “Este es todo el conocimiento que el Museo del Prado tiene respecto a las características del terreno sobre el que se asienta su edificio principal”, señalan desde el museo.
Desde El Prado aseguran que es normal que aparezcan pequeñas patologías producto del paso del tiempo y de la acción de factores externos
El plan para protegerse de las grietas y las humedades causadas por la influencia de los acuíferos permitirá conocer, también, “los movimientos que experimenta un edificio histórico como éste, construido con piedra y ladrillo”. Desde El Prado explican que, a pesar de los efectos hallados, “es normal que aparezcan pequeñas patologías producto del paso del tiempo y de la acción de factores externos, que es necesario corregir, y que sea precisa una vigilancia y conocimiento exhaustivo para prevenir cualquier deterioro”.
Ampliación del sótano
Con la documentación obtenida, el museo se planteará la viabilidad de futuras actuaciones de ampliación en el edificio, como el incremento de la altura de los espacios del sótano en Villanueva o la utilización del agua bombeada de los dos pozos para el riego de las zonas ajardinadas del entorno, “como contribución a la sostenibilidad”.
El museo se plantea la utilización del agua bombeada de los dos pozos para el riego de las zonas ajardinadas del entorno
El conocimiento de los pozos subterráneos, alojados bajo la obra del arquitecto Juan de Villanueva -edificio poseedor de la máxima categoría de protección del Patrimonio Histórico Español (BIC), permitirá determinar “la profundidad hasta la que se podría excavar, ante una posible actuación de incremento de altura y tener controlada el agua subterránea, para evitar cualquier problema futuro”.
Los especialistas acometerán una primera fase de trabajo de campo en la que instalarán “la instrumentación de los pozos interiores y se construirán cinco piezómetros en el exterior del edificio”. Más tarde, “realizarán un replanteo topográfico de los pozos y los piezómetros ejecutados”. Tomarán datos durante seis meses y consultarán los datos pluviométricos de las estaciones meteorológicas más próximas. “Después del periodo de lecturas habrá una fase de análisis e interpretación de la información obtenida”, añaden desde el museo.