Opinión

Navarra en la recámara

Uxue Barkos, presidenta de Navarra.

Uxue Barkos, presidenta de Navarra.

  1. Opinión

Otra vez toca escribir sobre lo que no comprendo.

Sí, una vez derrotada la banda terrorista ETA no se puede comprender que muchos ayuntamientos vascos y navarros estén gobernados por sus franquicias y menos concebible es que ocurra lo mismo en la Comunidad Foral de Navarra donde para ser su presidenta la conmovedora Uxue Barkos se vio en la necesidad y conveniencia de contar con EH-Bildu. Claro que en la Comunidad Autónoma vecina los recolectores de nueces no han necesitado llegar a tanto. Pero, eso, no lo han necesitado.

Volviendo a Navarra no se puede pasar por alto que aparte de EH-Bildu, la tierna Uxue debe su presidencia a Podemos y a Izquierda Ezkerra (Izquierda Unida por simplificar).
En ese marco cualquier secesionista vasco tiene bien presente que la independencia es una entelequia sin incluir a Navarra y como tendrá bien presente la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución a tal escenario enfilará el que para su empresa ansía.

En la ruta hacia esa meta se contempla la inclusión de símbolos euskaldunes/abertzales en el discurrir normal de la vida navarra. Nada importa que aunque en el norte haya lo que hay (los valles es lo que tienen) en la práctica totalidad del territorio foral se conozca la historia y pese -no como lastre sino como certeza- que evidencia y desenmascara traiciones y mercantilismos.

¿Por qué si no las cadenas de Sancho el Fuerte en el escudo de España? En esas estaba para llegar donde procuro: resulta que Geroa Bai (Barkos), EH-Bildu, Podemos e Izquierda Ezkerra han marginado derogar la Ley de Símbolos (navarra) y como, a ley derogada ley puesta, el resultado será que la nueva permitirá exhibir la ikurriña en los edificios oficiales (ayuntamientos para entendernos) de la Comunidad Foral de Navarra.

Lo hasta aquí escrito no empece que Navarra, como el País Vasco, es parte esencial de la realidad española y que en perspectiva constitucional el País Vasco es lo que es, lo mismo que Navarra; que cualquier cambio de esa realidad constitucional precisa -como en el caso catalán- la reforma de la Constitución y que si donde a España se las dan España las toma, bien merecido tiene España lo que se le venga encima.