POLÍTICA

La era Trump

Donald Trump, durante un acto en la Casa Blanca.

Donald Trump, durante un acto en la Casa Blanca. Reuters

  1. Opinión

Donald Trump ya es presidente de los Estados Unidos. Nunca antes nadie con menos credenciales políticas había llegado a Washington: ni Ronald Reagan, un actor de segunda venido a menos que impulsó un terrible giro neoconservador, pero que al menos había sido gobernador de California. Ni Richard Nixon, quien tuvo su propio impeachment, pero que había sido Senador y servido en la Marina durante la Segunda Guerra Mundial. Un nuevo rico en la Casa Blanca. Queda inaugurada la era Trump.

El populismo en su forma más genuina y retrógrada, en la que no hay nada nuevo, se ha instalado en América del Norte. Una mezcla de proteccionismo económico, aislamiento político, y aplastamiento de los derechos de las minorías se avecina. Su discurso de toma de posesión fue vacío, demagogo, cateto y zafio. El presidente Monroe ya dijo en 1823 aquello de “América para los americanos”. “América primero” es una reformulación. Sólo EE.UU. en el tablero. Hasta la OTAN está cuestionada.

El nuevo inquilino de la Casa Blanca se postula contra el establishment y habla del gobierno del pueblo, como si las instituciones (el Congreso, el Senado y el resto de órganos de control) de una de las democracias más antiguas del mundo, no tuvieran una función de contrapeso y control político. Democracia directa. Enfrentamiento directo con la prensa. Suena demasiado a años treinta del pasado siglo.

Lo demás es pura fachada. No debemos olvidar que Trump se hizo en famoso gracias a la televisión. Melania Trump quiere imitar a Jackie Kennedy en la forma de vestir, pero no le llega ni a la suela de los zapatos. Su marido quiere hacer discursos pero no pasa en la forma de hablar, como ha dicho el periodista John Carlin, de ser un niño maleducado.

Para quienes dicen en Europa que da igual quien gobierne, deberían tomar nota de que el nuevo presidente ya acaba de firmar un decreto para el desmantelamiento del plan de asistencia sanitaria (Obamacare). El presidente saliente advierte de que la democracia no es imperecedera, ni está garantizada por si sola. Obama afirma que el escrutinio hace de la Casa Blanca un lugar mejor para trabajar, indica que el presidente tiene el deber de rendir cuentas, recomienda a los periodistas que eviten la adulación, que sean incrédulos y les encarece que distingan entre la alternancia en el poder y la continuidad de los valores. La cara y la cruz en los discursos.

Los de Obama producen vértigo y son toda una lección para España donde el poder de la prensa flaquea, controlado o adocenado por las deudas y la intervención de la vicepresidenta para todo del gobierno. Las mujeres, como después de la Primera Guerra Mundial salieron en Inglaterra las sufragistas, han salido ya en defensa de los derechos de las minorías. A los demócratas convencidos nos asusta todo esto. Los americanos decentes se merecen nuestro apoyo.