Quedan poco más de dos semanas para terminar el año. Un año tan difícil como los anteriores o más. La economía española no acaba de llegar al ciudadano de a pie, la tan cacareada recuperación económica que el gobierno y sus afines nos transmiten un día sí y otro también, no la acabamos de sentir.
Ha sido un año sin gobierno, con un gobierno en funciones y quizás el año que mejores datos macroeconómicos nos ha dejado de los últimos años, en cuanto a empleo y crecimiento del PIB se refiere.
El empleo ha visto rebajar su tasa de paro este año por debajo del 20%. Algo sin duda importante pero insuficiente. Seguimos sin atajar las verdaderas causas de tan altas tasas y no acertamos con una política de empleo efectiva y sostenible. Hoy los medios hablaban de que se habían descubierto 5.700 empresas ficticias y más de 400.000 empleos irregulares. Blanco y en botella. La lucha contra el fraude fiscal y la economía sumergida son la clave para reconducir, de una vez por todas, la situación.
El PIB puede cerrar el año con un crecimiento del 3,2%, algo que no está mal y nos sitúa en la cabeza de Europa en cuanto a crecimiento.
La vivienda, tras la salvaje especulación habida entre 1999 y 2008, y posterior ajuste, parece haber encontrado la senda del crecimiento. La mejora de los salarios y el ajuste de los precios a valores racionales, pueden ser los parámetros necesarios para su consolidación. No así la inversión pública en construcción que sigue en mínimos y que de no corregirse puede conllevar a serios problemas de empleo en el sector.
La deuda pública española sigue en máximos y supera el 100% del PIB nacional, sin visos de recortarse a corto y medio plazo. Algo parecido ocurre con el déficit público, que parece imposible de reducir mientras no se acometan profundas reformas en las AA.PP. y se termine con la duplicidad de gastos y el despilfarro administrativo.
La inflación que tanto preocupaba a Mario Draghi, presidente del BCE, puede acabar el año con un crecimiento en el entorno del 1%, lo que cada vez deja más claro que la subida de tipos oficiales de interés está al llegar. Algo lógico y necesario. No es normal que el dinero no tenga coste.
El petróleo, tras marcar mínimos por debajo de los 30 dólares a principios de año, encara la recta final con notables subidas tras los acuerdos de los países productores en recortar la producción y cotiza hoy por encima de los 53 dólares.
El cambio euro-dólar está actualmente en 1,06 tras la fuerte caída que experimenta desde abril de 2014. La libra esterlina, tras el brexit, parece haberse recuperado algo y cotiza hoy en 0,838 dólares, a la espera de lo que ocurra el próximo año si se lleva a cabo la salida de U.K. de la Unión Europea.
En cuanto a las bolsas, Nueva York sigue marcando máximos históricos, mientras en España a nuestro selectivo índice le cuesta recuperarse. En Europa sigue la amenaza de la situación de los bancos, especialmente en Grecia e Italia sin olvidar a Alemania. En España parece que nuestros bancos están mejor preparados aunque algunos siguen con un fuerte lastre de la inversión inmobiliaria, que sigue dañando sus balances y su rentabilidad.
La llegada de Donald Trump a La Casa Blanca marcará sin duda el devenir del próximo año: los acuerdos internacionales de comercio, la política de tipos de interés, las tensiones geoestratégicas, el terrorismo internacional del Daesh, el despertar de Cuba o la democracia en Venezuela, serán algunos de los puntos de referencia en el mundo, sino surgen nuevas sorpresas.
In God we trust!