Carmen Chacón, sin metáforas

La secretaria de Relaciones Internacionales del PSOE, Carmen Chacón/Paco Campos/EFE

La secretaria de Relaciones Internacionales del PSOE, Carmen Chacón/Paco Campos/EFE

Por Manuel Peñalver Castillo

Hay obras cuya lectura dejan huella a lo largo de las generaciones. Una de estas es La República de Platón. No sé si Carmen Chacón Piqueras, con raíces almerienses, al haber nacido su padre en Olula del Río, habrá leído una obra de tanto significado. Pero lo que no debería olvidar en estos momentos, en los que ha renunciado a ir en las listas del PSC, es esta frase del universal filósofo: «El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres». La señora Chacón, joven (tiene 45 años), inteligente, más atractiva que guapa, culta, lectora y escritora de poesía, apasionada del Barça, tenaz, discreta, tímida, celosa guardiana de su imagen, reflexiva, elegante, con un vestuario sobrio y selecto, bien relacionada en Estados Unidos, ha tenido un defecto: no cultivar, como aconsejaban los clásicos, el arte del disimulo. Por ello, ha pagado un precio muy alto: perder la secretaria general del PSOE, a la que aspiró frente a Rubalcaba, en el XXXVIII congreso, y, quizá, mucho más: ser, antes o después, presidenta del Gobierno de España. Quizá, esta mujer, que ama la poesía de Pedro Salinas, la música de Serrat y la escritura de Simone de Beauvoir, no haya cincelado en un día sin fecha aquellas palabras de John F. Kennedy: «Perdona a tus enemigos, pero jamás olvides sus nombres». En la noche cóncava de la política, los recuerdos nunca pueden ser poemas incesantes.

¿Por qué perdió aquel congreso, cuando los pronósticos la daban como ganadora? ¿Falló la estrategia que diseñó su marido, el periodista y escritor Miguel Barroso? La vieja guardia, el grupo Prisa, que no le perdonó la apuesta de su esposo por Roures, Público y la Sexta, y otras circunstancias, como un discurso más televisivo y mediático que intelectual y profundo, explican que saliera derrotada por 22 votos, cuando todo estaba a su favor. A partir de ahí, Carmen Chacón no ha encontrado su sitio en el partido y ello mismo explica su pasos adelante, al lado y hacia atrás, que han aprovechado sus enemigos políticos. Ministra de Vivienda y de Defensa con Zapatero, todavía resuenan las sílabas cabales de su voz, cuando dijo en el simétrico enunciado del momento:

«Capitán, mande firmes». Era la primera vez que una mujer, además embarazada, pasaba revista a las tropas con el cargo de ministra. «El hecho de que una mujer dirija este Ministerio es una prueba de integración y de identificación entre las Fuerzas Armadas y la sociedad», aseguraba al referirse a este hecho.

Ahora, con esa renuncia, cuyos motivos no han sido aclarados ni por una parte, ni por la otra, su futuro en el PSOE navega entre interrogaciones, aunque no hemos de olvidar que para ella la política es una pasión y que sabe medir y administrar los tiempos con precisión matemática: un día desaparece y al siguiente es entrevistada en el programa de Ana Rosa Quintana. La estrategia del liderazgo la tiene bien asimilada, a pesar de los errores cometidos en momentos decisivos. «Quedarán sus voces y sus gallos, que sepultan un texto muy estudiado que buscaba, como hizo Zapatero en 2000, encandilar y sacar de su postración a los delegados, con llamadas al entusiasmo y a la movilización. Le falló la interpretación a pesar de que, si algo caracterizaba su candidatura, era, precisamente, la aplicación del manual de la comunicación política», escribía Fernando Garea en el País, el 5 de febrero de 2012.

Esta es la segunda vez que inicia la retirada y de inmediato sabremos si ha sido un movimiento táctico o el inicio de otro camino diferente en su planteamiento y en sus objetivos. «… donde se dará tiempo al tiempo, que suele dar dulce salida a muchas amargas dificultades», leemos en La gitanilla. Carmen Chacón puede en su nueva vida leer, escribir, reflexionar y meditar. E incluso puede convertir en realidad su viejo sueño: crear una editorial. Las metáforas tejen y destejen el destino. Cervantes y Shakespeare convergen en la genialidad. La infinitud hace fluir la literatura: «No huye el que se retira –respondió don Quijote–, porque has de saber, Sancho, que la valentía que no se funda sobre la basa de la prudencia se llama temeridad, y las hazañas del temerario más se atribuyen a la buena fortuna que a su ánimo. Y así, yo confieso que me he retirado, pero no huido; y en esto he imitado a muchos valientes, que se han guardado para tiempos mejores, y desto están las historias llenas…». Bien haría la exministra en leer en voz alta este fragmento. En el sol dorado de las mañana la reflexión acude para saber si queda lo que deja. Borges nos recuerda que solo los dioses pueden prometer porque son inmortales.