Con una mano tendida y otra con el puño cerrado

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez/Paco Campos/EFE

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez/Paco Campos/EFE

Por Miguel Lázaro Caballero, @miguel_lazaro_

Una expresión que se escucha mucho últimamente, es aquella de “tenemos la mano tendida”. Es algo que parecen decir todos antes y después de un encuentro o, mejor dicho, de un encuentro fallido o desencuentro. Todas las fuerzas políticas parecen repetir este mantra, pero a la hora de la verdad ni una sola “se baja del burro”. Tienen la mano tendida, pero solo tendida hacia la adhesión a sus siglas y a sus propuestas. Así podemos estar tendiendo manos, hasta gastar la expresión o convertirla en hashtag para parodiar la actualidad política.

En este sentido y en términos de negociación para llegar a acuerdos, solamente C’s, hasta el momento, ha demostrado con hechos que las siglas y los asientos no eran su prioridad. Puede decirse ya a estas alturas, que el sí al Acuerdo Reformas PSOE-C’s de Pedro Sánchez viene marcado en su caso por su obcecación a ser envestido presidente tarde o temprano.

Mientras Albert Rivera le recuerda una y otra vez que ya no hay candidato, Sánchez sigue empeñado en empezar todas sus citas con el “Yo, yo, yo… y yo”. Parece que no le cabe al último en llegar del PSOE otra realidad fuera de sí mismo, alegando en una entrevista en el canal Cuatro de forma literal que será el próximo presidente de un gobierno en coalición, y que no serán necesarias unas nuevas elecciones. Cuánto más lo repite, más se lo cree.

EL PERSONALISMO DE PEDRO SÁNCHEZ

Pedro Sánchez debe suponer que le queda poco tiempo en la primera línea política y le han entrado las prisas: ahora la hipotética presidencia para Pablo Iglesias no sería problema. A Sánchez se le olvida que de ser así, C’s se retira. No porque Iglesias y Rivera se lleven muy mal y no se hablen en el recreo, sino porque el programa y propuestas de uno, quizás salvando la Reforma de la Ley Electoral, es completamente opuesto al del otro. Ya que Podemos ha puesto por delante su condición irreversiblemente hipotecada de un referéndum, C’s no pasa por ahí ni va a pasar.

En el Acuerdo para un Gobierno Reformista y de Progreso está bien claro: Título VII, punto 3, página 66: oponerse a todo intento de convocar un referéndum con el objetivo de impulsar la autodeterminación de cualquier territorio de España. Esto está firmado por las partes y en estas condiciones, por más manos tendidas que Podemos y PSOE digan tener el uno hacia el otro, esas dos líneas de texto los separan.

Mariano Rajoy y sus éforos de la vieja guardia siguen desoyendo a una amplia militancia silenciosa, que dice que ha llegado el momento de renovar el partido empezando por él mismo. Se dice que esta voz es silenciosa, porque dentro del PP todo aquel que se desmarca en voz alta de los mantras rezados desde Génova termina señalado con el dedo y condenado al aislamiento dentro del partido. Por eso, solamente se ha escuchado algún berrinche aislado en los medios por parte de aquellos que no fueron nominados para la lista del Senado. Pero en los petit comités, en los cafés, en las agrupaciones y salas cerradas, los afiliados populares, en especial los más jóvenes, lo reclaman a gritos: quieren su oportunidad, quieren participar, pero por el momento están condenados a agruparse por la renovación en reuniones informales y sin carácter vinculante, hasta que al Sr. Rajoy le apetezca tomarse unas vacaciones indefinidas. En estas condiciones, también desde el PP se escucha aquello de “la mano tendida”.

ALBERT RIVERA Y LA SEGUNDA TRANSICIÓN

Pesa más el puño cerrado a la espalda que la mano tendida que todos dicen tener. Dos no negocian si uno no quiere: el espíritu de Segunda Transición que debería instaurarse brilla por su ausencia, defendido solamente por un Albert Rivera que parece ser el único que pone las reformas y el calendario por delante de los asientos. Los equipos de negociación deben tener más protagonismo que los cabezas de partido, así se evita que los egos se pisen unos a otros, pero el bloqueo actual retrata que la renuncia a estos egos individuales, por el momento, no se va a dar.

La vieja guardia del PP y el personalismo de Sánchez en el PSOE seguirán enquistando la situación mientras los números se lo permitan. Y por el momento, la única forma de que estos números cambien parecen ser unas nuevas elecciones: o sea, el fracaso del diálogo y un gasto más para la ciudadanía, que no tendría por qué darse, si los políticos realmente estuvieran más preocupados por el país que por sus siglas.

Quizás con otros números que les pongan en su sitio sepan exactamente dónde les quiere la ciudadanía después del 20D. Porque desde entonces hasta ahora, ha habido otro examen sin necesidad de hacer campaña, y es quien ha mostrado con voluntad y con hechos su deseo de dar soluciones. A quién le ha pesado más el puesto, el título, las hipotecas y el asiento: los votantes como tales, terminan votando.