El uruntrio y los cenutrios patrios

EFE/Pool Moncloa/Alberto Cuellar

EFE/Pool Moncloa/Alberto Cuellar

Por Fernando Luna Fernández

Me despierto este año nuevo con la noticia del hallazgo del elemento número 113 de la tabla periódica: el uruntrio. Albergaba la esperanza de que fuera el sentido común, imprescindible para llegar a consensos en la actual coyuntura de ingobernabilidad del país. Si lo hubieran descubierto en España, lo habrían llamado "cenutrio". Porque de ese elemento no solo estamos rodeados, sino que, además, se repite periódicamente cada generación política y cada cita electoral.

Antes de enumerar los elementos del listado periódico de políticos, sí me gustaría resaltar un hecho curioso: cómo los dirigentes de todas las ideas (algunos, incluso sin estas…) apelan a la patria para enrocarse en sus respectivas posiciones y personalismos con el propósito de sacar tajada de esta difícil situación, en detrimento, precisamente, de aquello que dicen defender: lo mejor para sus compatriotas.

Pero vayamos con la enumeración de los principales cenutrios patrios:

1.- Rajoy: una máquina de perder votos elección tras elección, y van seis consecutivas; pero Mariano, impertérrito, electroplasmático, como si la cosa no fuera con él. Ha adoptado una aparente actitud proactiva con el propósito de desgastar a los rivales apelando al sentido de Estado, sabedor de que le convienen unas nuevas elecciones, pese al coste que tendría para el país, pero, naturalmente, eso es irrelevante. En tal caso, se postulará como cabeza de cartel. ¿Pero nadie en el PP es capaz de decirle que resta votos y que debe dejar paso a una persona más aseada, entendiendo por tal cualquiera que encarne un relevo generacional, regeneracionista y alejada de los casos de corrupción? La camarilla que le rodea en el búnker monclovita me recuerda al círculo de hierro más cercano a Lenin. Cuentan que cuando el dictador murió, uno de los componentes de su gabinete dijo algo así como: “Y ahora ¿a ver quién le dice que se ha muerto?”. Pues con Rajoy debe de pasar algo parecido.

2.- Sánchez: el PSOE es lo más parecido al camarote de los hermanos Marx, sin que además acabe de reubicarse en el nuevo panorama político con un proyecto socialdemócrata diferenciado del centrismo de Ciudadanos y el populismo izquierdista de Podemos. Sánchez quiere retrasar el Congreso a fin de intentar a toda costa y a cualquier precio ser presidente para llegar reforzado de cara a su reelección como secretario general y atornillarse, así, al sillón. Pero sin caer en la cuenta –o importándole un bledo- de que el pacto con Podemos supondrá el abrazo del oso para el Partido Socialista. Como muestra el botón de los actuales pactos municipales y su repercusión en las generales. Entretanto, Díaz espera a que se queme en la negociación de los pactos, para que su defenestración política, paralela al ascenso de la baronesa, parezca un accidente, y que ella no se convierta en la Bellido Dolfos socialista.

3.- Iglesias: rehén de su política de coaliciones locales de corte independentista, no puede retirar su propuesta de referéndum para Cataluña, máxime cuando Colau empieza a hacerle sombra. Y aunque pudiera retirarlo, tampoco lo haría, pues sabe que el PSOE no se comerá ese sapo y que en una nuevas elecciones saldrá consolidado como referente de la izquierda. De príncipe de las mareas y los ‘comú’ (rememorando la genial película protagonizada por el dúo Nolte/Streisand), ha pasado a ser el príncipe que nos marea a costa de la gobernabilidad del país.

4.- Rivera: su irrelevancia parlamentaria le lleva a decir las verdades (políticas) del barquero, es decir, que hace falta un pacto a tres bandas, una especie de uruntrio de partidos –PP, PSOE y C’s- que nos garantice la estabilidad y tranquilice a los mercados, aunque sea con una legislatura corta en la que se aborde la reforma constitucional, que requerirá de un referéndum y unas nuevas elecciones. Su esfuerzo y su papel institucional son sinceros, pues unas nuevas elecciones serían nefastas para los ‘naranjitos’, por aquello de que el voto de la ilusión retornará al PP en forma de voto útil. La nebulosa centrista le ha pasado factura en las urnas. Ya decía Margaret Thatcher que el que se situaba en el centro acababa siendo atropellado por los coches que pasaban por la derecha y la izquierda de la calzada política.

5.- Mas: el grado de ignominia, indignidad, descrédito, deshonor, oprobio, deshonra, afrenta, baldón, vergüenza, bajeza e infamia que ha alcanzado la política catalana gracias a este cínico personaje es tal, que sin duda se lleva la palma entre los cenutrios, mientras deja ‘cesnutrío’ a su partido, en beneficio del perroflautismo de la CUP y del oportunismo radical de ERC.

En fin, año nuevo, viejos hábitos políticos tactistas y ombliguistas que, sinceramente, no nos merecemos.

Y a todo esto: feliz año para todo el equipo y los lectores de EL ESPAÑOL.