Sardà, el prudente

El Hormiguero

El Hormiguero

Por Sergio López Quintales

Hace unas semanas Javier Sardà asistió como invitado al show televisivo El Hormiguero, de Antena 3. Su participación en el programa tuvo lugar debido a las recién celebradas elecciones catalanas del 27-S y, lejos del tono alegre y jocoso que siempre le ha caracterizado, el afamado presentador se mostró serio y preocupado con la actual situación política de Cataluña. Entre otras muchas cosas dijo que “el presidente del Gobierno de España tenía que haber hecho algo en los tres últimos años” y que “era amigo de uno de la CUP por lo que pudiera venir”. Reconoció estar “muy tocado” por la fractura que se había producido en la sociedad catalana y se mostró profundamente pesimista con el futuro político de la región.

Javier Sardà, que en los últimos años ha frecuentado todas las tertulias televisivas y rafiofónicas para debatir sobre los más variopintos asuntos, siempre ha reconocido estar en contra de la independencia de Cataluña. Sin embargo, constantemente ha mantenido una posición tibia, equidistante y en muchos casos ambigua sobre el asunto, cuidándose mucho de dirigir sus críticas hacia los políticos nacionalistas o la Generalitat. Así, podíamos escucharle decir en una tertulia de RAC1 que “TV3 es publicidad [independentista] desde la mañana hasta la noche” para a continuación decir que “¡me importa un bledo España, me importa un bledo!”. En otra entrevista reconocía ser “un españolista de mierda” como si de un delito se tratara, insultando así a millones de españoles. Hay otros muchos ejemplos de cómo la izquierda es incapaz de defender la unidad de España ni siquiera ante una grave amenaza.

Reconozco que para un catalán de a pie es comprometido declararse públicamente en contra de la independencia. Cuando un régimen pone toda su maquinaria a trabajar (instituciones, medios de comunicación, asociaciones, etc.) para jalear a una parte de la sociedad y hay una mayoría silenciosa que no se moviliza, que no se manifiesta y que ni siquiera vota, uno se plantea si merece la pena luchar por ciertas cosas. Hay numerosos casos en donde los que se han declarado constitucionalistas han sido señalados, amenazados, insultados, agredidos o simplemente marginados por esa minoría envalentonada y respaldada por sus dirigentes. Los que no vivimos allí no nos hacemos idea de las dificultades que le pueden sobrevenir al que se pronuncia en contra de la doctrina oficial, así que lo más fácil es dejarse llevar y no nadar contracorriente. Muchos pueden calificarlo de cobardía, pero es simplemente prudencia.

Que Sardà sea prudente no está justificado, pues no es un ciudadano normal que pueda ser despedido de su trabajo. Es una figura mediática con una trayectoria profesional exitosa, con oportunidades para expresarse en público y con una situación económica envidiable. Lo que no está es dispuesto a pagar el precio del exilio -como Albert Boadella o Arcadi Espada- y ha optado por continuar viviendo cómodamente en su ciudad natal.

Tengo un amigo de Bilbao que, como buen aficionado del Athletic, fue en 2009 a Valencia a ver la final de la Copa de S.M. el Rey contra el Barça. Por si no lo recuerdan, allí se produjo la primera de las sonoras pitadas al himno y al Rey (después vendrían las de 2012 y 2015). Tras preguntarle por el partido y el ambiente me contó que su novia y él “silbaron como unos campeones”. A mi pregunta de por qué pitaron si ellos nunca habían sido independentistas ni nada parecido me contestó que “allí pitaba todo el mundo”. Tras una serie de preguntas en las que se contradijo varias veces terminamos discutiendo agriamente. No llegó la sangre al río, pero mi relación con él no volvió a ser la misma desde entonces.

Cuento esto porque describe a la perfección la actitud adoptada por los catalanes que se han dejado llevar por la corriente durante todo esto tiempo y han optado por no complicarse la vida. Sobre la manipulación de las masas y la mentiras política se ha escrito mucho y estoy convencido de que, al igual que ahora se estudian los regímenes totalitarios de principios de siglo XX, en el futuro se estudiará la manipulación nacionalista de la sociedad catalana. Como Sardà, muchos están empezando a ver las orejas al lobo y se lamentan ahora de no haber reaccionado antes.

“Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó. Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde”.