Orlando Leite Ribeiro en la embajada brasileña en Madrid.

Orlando Leite Ribeiro en la embajada brasileña en Madrid. David G. Folgueiras El Español

América Hablando sobre el mundo

El embajador de Brasil: "Si a los europeos os preocupa ahora nuestra amistad con China, ya vais muy tarde"

Orlando Leite Ribeiro habla con EL ESPAÑOL sobre el acuerdo entre la UE y Mercosur, la agenda exterior de Brasil y la caída de la popularidad de Lula.

15 abril, 2024 02:54

Orlando Leite Ribeiro (París, 1966) recibe a EL ESPAÑOL en un palacete del siglo XIX al que llama casa desde abril de 2022. La actual Embajada de Brasil, construida en 1880 por Canalejas padre, parece tener una estancia para cada color pastel. En todas ellas, un retrato presidencial hace parecer a Luiz Inácio Lula da Silva la versión tropical de algún dirigente de la Primera República.

El ambiente es, a pesar de todo, poco palaciego. A través de la ventana, el embajador grita con guasa a un funcionario: "¡Oye, a ver si trabajamos!". Este devuelve una carcajada desde el otro lado del patio interior, y por el pasillo ríe el mayordomo también. Es una legación tranquila, centrada en mantener las buenas relaciones entre Brasilia y Madrid y acompañar al Gobierno en su empresa de ganar relevancia en el comercio global y protagonismo en la política internacional.

Aquí, como en Sudamérica, Brasil tiene por vecina a Argentina. En lugar de las cataratas del Iguazú, es un paso de peatones el que separa a ambos países en la capital de España. Pese a los cambios drásticos en la Casa Rosada y el palacio de Itamaraty en los últimos años, la relación entre Leite Ribeiro y su homólogo argentino es óptima: "Nos llevamos muy bien. Anoche estuvimos en un evento en la embajada de Estados Unidos y volvimos juntos. El embajador es un gran parceiro", pronuncia el diplomático con un sotaque que, como canta un fado portugués, a ojos extranjeros parece llevar "azúcar y canela en las vocales".

Orlando Leite Ribeiro, en la Embajada de Brasil.

Orlando Leite Ribeiro, en la Embajada de Brasil. David G. Folgueiras El Español

Brasil va a dar que hablar en los próximos meses. El Gobierno de Lula, que pretende consagrarse como "portavoz del Sur Global", tiene una gran oportunidad en las diversas crisis que a día de hoy suponen grandes retos para la diplomacia global. En 2024, el país sudamericano albergará la cumbre del G20. Este año, Lula también tendrá que viajar a Moscú para la cumbre de los BRICS que presidirá la Rusia de Vladímir Putin. En 2025, la COP30 se celebrará en la ciudad de Belém, por la que desemboca el Amazonas.

Este también es un momento decisivo para las negociaciones del tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Mercosur. Leite Ribeiro, economista de formación y con un rol en la apertura de las conversaciones en 1999, está especialmente comprometido con firmar un acuerdo. Aunque alaba la disposición del Gobierno de Pedro Sánchez, sabe que todavía quedan peces gordos a quienes convencer en Europa. Hace tres semanas, Emmanuel Macron se resolvió a pedir "forjar un nuevo acuerdo" que subraye y dé prioridad a la protección climática.

Embajador, ¿entiende la preocupación por la "biodiversidad y el medio ambiente" que expresó el presidente francés en su visita a Brasil hace menos de un mes?

No. La propuesta de acuerdo ya atiende las preocupaciones medioambientales, y de hecho les dedica un capítulo íntegro. No hay ninguna preocupación legítima en estos términos. Lo que sí hay —y siempre hubo— son estados que miran con recelo las negociaciones por los posibles efectos sobre su comercio interior. Y Francia es el primero de ellos. Luego están los países que, como la España de Pedro Sánchez, coinciden con Brasil en que el pacto ayudaría a mejorar las economías de ambos lados del océano. Europa lleva desde 1999 perdiendo competitividad mientras sigue retrasando el acuerdo de importación y exportación con Sudamérica.

¿La apertura del mercado brasileño causa miedo en Europa?

Puede. Pero el miedo que puedan tener en Europa sólo habla del desconocimiento que hay en la sociedad. El punto más sensible es la carne de vacuno, de la que cuatro de los países de Mercosur —Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay— son grandes productores. Para ello, se negoció una cuota que representa una hamburguesa por europeo por año. Una hamburguesa por persona por año no puede alterar el modo de producción del ganado de un continente.

Otro ejemplo de este desconocimiento son las denominaciones de origen. Los franceses están preocupados por que el brie uruguayo o el camembert argentino destronen a los quesos propios, pero lo cierto es que el acuerdo protegería los intereses franceses. En el caso de los vinos, el beneficio sería para Europa. Los vinos europeos tienen aranceles muy altos para entrar en Brasil, y en nuestro mercado compiten los vinos chilenos, que entran sin coste. El día que haya un acuerdo, los españoles no van a encontrar más Rioja en los supermercados, porque va a estar todo exportado a Brasil.

Parece que ese momento queda aún lejos. Las conversaciones no terminan de avanzar, y el proyecto de acuerdo lleva negociándose un cuarto de siglo. Hay quienes temen que esta demora se traduzca en un acercamiento a China de los países de Mercosur. ¿Qué le diría a los europeos que ven con recelo su amistad con Pekín?

Si están empezando a preocuparse ahora, llegan demasiado tarde. La agenda común entre Brasil y China es muy sólida. Cuando la UE y Mercosur empezaron a negociar el acuerdo en 1999, Brasil destinaba el 46% de sus exportaciones agrícolas a Europa. En 2019, cuando concluyeron las negociaciones, la misma cifra había caído a 16%, y solamente China ocupaba el 37% de las exportaciones brasileñas. Eso es lo que ha pasado en los últimos 20 años. Mientras esperábamos a Europa, hubo un gran crecimiento del comercio con los países asiáticos, sobre todo con China. Hoy, Pekín es un fantástico parceiro de Brasilia. Eso es una realidad.

Entenderá que eso preocupe en Bruselas. ¿La estrechez con China no aleja a Brasil de la agenda medioambiental que Europa le exige?

No. Brasil es protagonista de la agenda climática global desde que acogimos Río 1992, la primera gran conferencia sobre el clima. Y hemos seguido siempre comprometidos. En el gobierno anterior [el del ultraderechista Jair Bolsonaro], este tema no era tan prioritario, es verdad. Pero Lula está haciendo un gran trabajo, y en su primer año como presidente ya se ha visto una caída en las tasas de deforestación con respecto a 2022.

Bueno, Lula también ha tomado medidas perjudiciales para el medioambiente. El pasado diciembre, firmó la entrada de Brasil en la OPEP como miembro observador. Su Gobierno apoya la política de crecimiento de Petrobras, y acaba de respaldar un polémico proyecto de exploración en el delta del Amazonas.

Que Brasil esté participando en la OPEP es natural: estamos entre los cinco países con más reservas de petróleo del mundo, por lo que merecemos estar en ese foro. Sobre lo segundo, la exploración marítima es una técnica con muchos años en práctica y extendida en varios países. La posibilidad de un nuevo proyecto en el delta del Amazonas no es algo problemático, aunque comprendo la preocupación de que pueda ser dañino en un caso que no deja de ser remoto.

El Gobierno actual pretende consagrarse como el portavoz del Sur global ante la hegemonía de Occidente. Tras los ataques de Irán a Israel este fin de semana, Itamaraty se limitó a comunicar que "sigue con seria preocupación" la situación. ¿Qué está haciendo Brasil por la paz en Oriente Próximo?

Desde el inicio del actual conflicto en la Franja de Gaza, el Gobierno brasileño viene advirtiendo sobre el potencial destructivo de la extensión de las hostilidades a Cisjordania y a otros países, como el Líbano, Siria, Yemen y, ahora, Irán.

Hay que reconocer que los instrumentos de la diplomacia actual no funcionan. La arquitectura de hoy, creada después de la Segunda Guerra Mundial, no es suficiente para hacer frente a los retos que tenemos en todas las áreas de la política y la economía global. La ONU está paralizada porque el veto de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad —Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Rusia y China— bloquea cualquier resolución para solucionar las crisis de Ucrania y Gaza.

Brasil lleva muchos años gestionando la reforma del Consejo de Seguridad junto con Japón, Alemania y la India [el G4]. Lo que pasa es que es difícil remodelar un organismo cuando no formas parte de él y los que sí son miembros permanentes tienen el poder de vetar tu iniciativa.

En Latinoamérica, ¿tienen mayor margen de maniobra? Sabemos que Lula habló con López Obrador para sofocar el enfrentamiento entre Ecuador y México tras el allanamiento del consulado en Quito. El Gobierno también ha desaprobado la inhabilitación de las Corinas en Venezuela, lo que sorprendió ingratamente a Maduro. ¿Cómo está luchando Brasilia por su ansiado liderazgo regional?

Condenamos en los más fuertes términos lo que ocurrió en Quito. Fue una violación de los tratados internacionales. Brasil cree que es necesario mantener los puentes con todos nuestros interlocutores para que podamos influir en una solución de paz. Lo hicimos también con con Venezuela. Cuando empezó el Gobierno de Lula, tratamos de reanudar nuestras relaciones y enviamos un embajador. Creemos que la mejor forma de influenciar los comportamientos de nuestros aliados y vecinos es estar ahí y abrir diálogo.

Su país está fuertemente polarizado. Lula lo ha reconocido, y ha identificado a Bolsonaro como "la otra mitad" de la división. Después de acaparar la política institucional, esta polarización llegó a la Justicia tras el asalto al Congreso en enero de 2023. Ahora, estos juicios arrastran a Elon Musk, el dueño de X y uno de los empresarios más importantes del planeta.

El embajador brasileño, Orlando Leite Ribeiro, en entrevista con EL ESPAÑOL.

El embajador brasileño, Orlando Leite Ribeiro, en entrevista con EL ESPAÑOL. David G. Folgueiras El Español

Voces tan poderosas como la de Musk y Bolsonaro están haciendo mella en cómo los brasileños perciben su Justicia y su Gobierno. Según Datafolha, la aprobación de Lula ha caído tres puntos porcentuales desde diciembre, y hoy merece una opinión favorable de sólo el 35% de la población. ¿Teme que la impopularidad del Gobierno sea aprovechada por discursos antidemocráticos?

Esas encuestas son muy importantes para que el Gobierno pueda corregir alguna política, pero no preocupan. Para las elecciones presidenciales quedan aún dos años. Lula tiene aún tiempo para implementar su programa. Y él mismo reconoció que quizá el primer año de su gestión no ha sido tan popular [en marzo, pronunció: "Tengo la certeza de que el pueblo de Brasil no tiene ningún motivo para darme un cien por cien de popularidad ya que estamos aún muy lejos de lo que prometimos. Sé lo que prometí y los compromisos que hice"].

Pero las iniciativas que ha ido sembrando en 2023 verán sus frutos a lo largo de 2024. En palabras del presidente: "Hasta ahora hemos preparado sólo la tierra, la aramos, le echamos estiércol y enterramos las semillas. Este es el año en que empezaremos a recoger lo que sembramos".