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Tecnología

¿Cómo lucha nuestro cuerpo cuando se muere de hambre?

Cuanto nuestro cuerpo se muere de hambre, se van activando diversos mecanismos para evitarlo. Te los contamos.

19 septiembre, 2012 09:44

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Nuestro cuerpo puede aguantar sin oxígeno entre 5 y 10 minutos y entre 3 y 8 días sin agua, y hasta 70 días sin comer (pero bebiendo claro). Y os preguntaréis, ¿cómo es posible?

La respuesta la tiene la fisiología, esa asignatura que al principio nos parece aburrida a muchos estudiantes de medicina pero que tiene muchísima más utilidad de la que imaginamos.

Nuestro cuerpo no es una máquina que deja de funcionar cuando le falta “combustible”, sino que sigue buscando alimentos de donde no los hay, es decir, del mismo cuerpo, para darnos tiempo a encontrar alimentos de verdad. Y el proceso es el siguiente.

Desde 0 a 6 horas sin comer

cerebro

cerebro

En este punto, nuestro cuerpo empieza a consumir glucógeno (una molécula de almacenaje de energía), y se descompone en glucosa, la fuente primaria de nuestro combustible. Cuando comemos, solemos usar glucosa, que se usa como energía o se almacena en el hígado o el músculo para un posible uso futuro (en forma de glucógeno).  De esta energía, el 25% (1/4 parte) es solo para el cerebro, y el resto para nuestros músculo y células sanguíneas. Podemos aguantar así, sin buscar más glucosa, unas 6 horas.

Pero, como no todos tenemos el mismo metabolismo, algunas personas tienen un exceso de “cuerpos cetónicos” (compuestos formados a partir de los ácidos grasos, cuando nuestro cuerpo no tiene glucosa para usar). Esto sucede cuando hacemos una dieta baja en hidratos y con exceso de grasas o proteínas. Aquí aún no estamos “muriendo de hambre”, pero ya hemos pasado a un proceso metabólico fuera de lo que se considera normal (que sería consumir glucosa o glucógeno, sin más).

Desde 6 a 72 horas después de la última comida

cetona

cetona

En este momento, sea el individuo que sea, el organismo entra oficialmente en cetosis, descomponiendo las grasas para poder usar su energía y dando lugar al principio de la inanición. Aquí ya no queda glucógeno, y toca romper las grasas para usar los cuerpos cetónicos. Esto puede parecer bueno, pero a nuestro cerebro no le gusta nada de nada, ya que no puede usar ácidos grasos directamente como energía porque son demasiado grandes como para pasar su barrera. Así pues, en las primeras 24 – 48 horas, el cerebro seguirá usando la poca glucosa que nos quede, mientras que el resto del cuerpo usará los cuerpos cetónicos.

Eso sí, como ya imaginaréis, las pocas reservas de glucosa que nos quedan no serán suficientes, pues el cerebro gasta unos 120 g de glucosa por día (si, es mucho, y nuestro cerebro es avaricioso en cuanto a energía se refiere). A este ritmo, a los tres días nuestro cerebro acabaría muerto, ¿verdad? Pues no, porque hay planes alternativos para aguantar.

En este punto los cuerpos cetónicos son pequeños packs de energía que si pueden atravesar la barrera cerebral y ser usados como combustible. Al principio el cerebro solo usará los cuerpos cetónicos para el 30% de sus necesidades, pero a los pocos días ya pasará a ser un 70% de su combustible. Además, reducirá su gasto de glucosa de 120 g a 30 g. Somos los únicos animales capaces de sobrevivir así, sin el aporte único de glucosa, y usando otras sustancias como los cuerpos cetónicos procedentes de la grasa.

A partir de las 72 horas

sangre

sangre

Llegados a este punto, el cerebro sólo consume unos 10 g de glucosa por día, y necesita obtener energía de otro sitio, y ese sitio son las proteínas corporales. El cuerpo entra en un estado de “digestión interna”, donde las células empiezan a romper proteínas y liberar aminoácidos a la sangre, los cuales se convierten en glucosa gracias al hígado y son usados por el cerebro.

Este punto es crítico, pues la masa muscular empieza a consumirse, pero es urgente buscar comida.

Cuando tu cuerpo muere de hambre

muerte

muerte

Como podréis imaginar, esto son solo parches, y no una forma de arreglar el problema. El hambre hace que nuestro sistema inmune no funcione correctamente y que nos falten nutrientes, vitaminas o minerales, favoreciendo enfermedades que podrían causarnos la muerte antes incluso de que nos la cause la propia falta de alimento.

Al final, el cuerpo se quedará sin alimento, dando lugar a dos enfermedades características:

  • Marasmo, donde tenemos un déficit extremo de energia por falta de calorías y proteínas, llegando a un excesivo bajo peso y diferentes tipos de infecciones.
  • Kwashirkor, donde lo que pasa es que hay falta de proteinas y suele afectar más a niños, dando lugar un acúmulo de líquidos (edema), un hígado inchado, y por tanto también un vientre inchado (lo que suele dar la falta ilusión óptica de que los niños se mueren de hambre estando bien alimentados, como los que solemos ver en las campañas por el hambre de África sin ir más lejos).

Finalmente, la muerte se suele producir por arritmia cardíaca o por un ataque al corazón, ya sea por la degradación de los tejidos o por un desequilibrio de electrolitos. Esto puede suceder a las tres semanas o aguantar así hasta 70 días, depende de la persona. Pero, aún así, dudo que sea un proceso demasiado bonito de ver o sufrir.

Eso sí, aguantamos mucho más de lo que parece.

Vía: io9.

Imagen: Flikr.