Desde nuestra etapa infantil nos han enseñado esa típica frase de  una película del mítico Schwarzenegger haciendo de canguro: “Los niños tienen pene, las niñas tienen vagina”. Y eso era totalmente verídico… hasta hoy. Resulta que en Brasil existen cuatro especies de insecto que se han pasado por el forro las antiguas leyes de la naturaleza, pues aquí las hembras son las que poseen el pene, y los machos poseen la vagina. Y no, no me he vuelto loco, pues todo esto se ha publicado recientemente en la prestigiosa revista Current Biology.

El primer pene femenino del mundo animal

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Como veis, aunque siempre hemos asociado la presencia de uno u otro órgano a su correspondiente género, esto no es un factor determinante para afirmar si el poseedor es un macho o una hembra. Para ello, los biólogos se suelen basar en el tamaño de los gametos de un animal (esperma en los machos y ovocitos en las hembras), ya ni siquiera en los cromosomas sexuales porque a veces engañan.

Por tanto, siguiendo estas reglas, las hembras son las que poseen los gametos más grandes y los machos los que tienen los gametos más pequeños. Así pues, si es factible afirmar que la hembra de estas 4 especies posee pene, ya que en la inversión de roles de la que hablamos, el mismo miembro que posee el órgano que solemos asociar a los machos, también posee los gametos más grandes: Es una hembra con pene.

Simplemente, en este caso, es ella la que introduce su órgano sexual externo en la vagina del macho durante el proceso de cópula, y nada más.

Así lo comenta Yoshizawa Kazunori, entomólogo de la Universidad de Hokkaido (Japón) y co-autor de este estudio:

“El pene femenino es una estructura completamente nueva. A excepción de la producción de gametos grandes y con un aparato de puesta de huevos, las hembras de estas cuatro especies de insectos alados – llamados Neotrogola – parecen haberse vuelto muy masculinas con la evolución. La aparición de esta estructura es excepcionalmente rara y puede ser comparable con el origen de las alas en los insectos”

El descubrimiento se llevó a cabo en Río Peruaçu Valley, en Brasil. Al principio no parecía haber nada raro, porque estos insectos son muy similares a otros de la región, pero cuando los estudiaron en el momento del apareamiento la que montaba era la hembra al macho usando su “gynosome” (o pene-femenino). Y aquí no queda la cosa, pues el apareamiento dura nada más y nada menos que de 40 a 70 horas seguidas gracias a la forma espinosa de esta estructura, que se ancla a la vagina del macho. En este caso, según los investigadores, el macho simplemente “se deja hacer“, ya que la fuerza de anclaje de la hembra es muy fuerte y si este intenta algún tipo de resistencia puede llegar a sufrir daños en sus órganos internos.

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Actualmente los investigadores están recogiendo datos genómicos para comparar estos insectos con otras especies similares con la esperanza de entender porque la evolución ha dotado a una hembra con un órgano típico de los machos (y al revés).

Vía | Current Biology.