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La tribuna

El empleo ante los riesgos de la IA

La IA configura un mercado de trabajo más polarizado, que requiere políticas públicas innovadoras.

5 marzo, 2024 02:26

La revolución digital supone uno de los mayores retos a los que se enfrentan nuestras sociedades, particularmente en lo que atañe al impacto de la IA en el mercado laboral. Por una parte, esta tecnología representa una gran oportunidad para lograr un salto de productividad que hace décadas que no se produce. Pero, por otra parte, también supone una amenaza por la pérdida de millones de empleos en todo el mundo y por la mayor polarización del trabajo y el aumento de las desigualdades.

Según el Fondo Monetario Internacional, casi el 40% de los empleos a nivel global se verán afectados por la IA -siendo reemplazados algunos y complementados otros-, y en las economías avanzadas, este porcentaje se eleva al 60%, de los cuales más de la mitad tienen alto riesgo de ser sustituidos (véase el gráfico adjunto).

Gráfico: Porcentaje de empleo expuesto a la IA y su complementariedad

Gráfico: Porcentaje de empleo expuesto a la IA y su complementariedad Fuente: FMI

Hasta ahora, la automatización y la tecnología de la información han afectado a las tareas rutinarias, pero la IA incide en trabajos de alta cualificación. Las aplicaciones de IA pueden ejecutar tareas clave que actualmente realizamos las personas, por lo que la IA podrá reemplazar ciertos empleos y tenderá a complementar otros.

Según los propios ingenieros creadores de ChatGPT -siglas en inglés de ‘transformador generativo pre-entrenado’-, trabajos de oficina y también de profesionales de mayor remuneración -como abogados, matemáticos, gestores, contables y auditores, analistas financieros, analistas de noticias, reporteros y periodistas, secretarios jurídicos y asistentes administrativos, diseñadores de interfaz de usuario e internet o traductores-, pueden experimentar un cambio sustancial en su trabajo.

La IA generativa realiza tareas de análisis y producción que antes ocupaban una gran parte del tiempo de estos profesionales, lo que provoca simultáneamente un aumento de la productividad en las empresas. El desarrollo de la IA generativa y del Machine Learning (aprendizaje automático) es imparable, y la lista de tareas que actualmente se desempeñan en algunos sectores por trabajo humano y serán sustituidas por tecnología es inabarcable.

Sin embargo, las personas que trabajan en estos sectores podrán focalizarse en tareas no sustituibles por IA, de modo que el impacto en el empleo es incierto. Por otra parte, aquellos empleos que requieren manipulación manual no se verán afectados, al menos hasta que la robótica no llegue al mismo nivel de sofisticación que el cuerpo humano –como, por ejemplo, en hostelería, turismo, venta al por menor, carpintería, fontanería, construcción, operadores de maquinaria agrícola, mecánicos, etc.-.

Al mismo tiempo, están surgiendo nuevos empleos, como son los expertos en IA en el sector tecnológico o los especializados en explotación y entrenamiento de los sistemas de IA. Porque los nuevos empleos no se refieren exclusivamente a programadores de nuevas aplicaciones de IA, sino a profesionales que sean capaces de usar la IA como una herramienta que permite ser más productivos en el trabajo.

Las aplicaciones de IA pueden ejecutar tareas clave que actualmente realizamos las personas

De hecho, en la actualidad no podemos prever en qué consistirán algunas nuevas ocupaciones que van a ser creadas. Una de ellas es la de ingeniero de prompts o persona que diseña peticiones o premisas para después someterlas a una herramienta de IA. Así se garantiza que, ante una pregunta de un usuario, la herramienta de IA arroje el mejor resultado. Para esta nueva ocupación no es imprescindible contar con formación tecnológica, porque la clave es poseer habilidades como el pensamiento crítico, el análisis de datos y la creatividad.

Muchas de las nuevas ocupaciones efectivamente, más que requerir destrezas técnicas, van a requerir las llamadas “habilidades blandas”, es decir, aquéllas que se relacionan con la inteligencia emocional, el pensamiento crítico, la resiliencia o la adaptabilidad, entre otras. Como es el caso de los nuevos empleos de investigador de IA cuya función consiste en identificar las maneras de usar la IA para superar problemas y limitaciones que tienen las organizaciones.

O de los expertos en procesamiento de lenguaje natural, que deben ser especialistas humanistas que dominen los modelos lingüísticos, la filosofía o la psicología. También se precisan especialistas en ética y leyes con conocimiento de la IA, para resolver y regular cuestiones como la ciberseguridad, el manejo de datos confidenciales, los derechos de propiedad intelectual o los derechos a la privacidad. Son, asimismo, necesarios los auditores de algoritmos que, revisando los algoritmos de los sistemas y las aplicaciones, aseguren que éstos carecen de sesgos de género, raza o edad.

La nueva configuración del mercado de trabajo implica una mayor polarización entre los trabajadores que puedan aprovechar la IA y los que no. Este proceso podría generar desigualdades que no coinciden necesariamente con las que generaron en la anterior fase de cambio tecnológico. La clave está en la anticipación en las transformaciones que se avecinan y la adaptación de los sistemas de formación y recalificación. Para que la transición a la IA sea más inclusiva es imprescindible establecer redes integrales de seguridad social que adapten a necesidades cambiantes, para no dejar a nadie atrás, particularmente los trabajadores vulnerables.

Ante el carácter disruptivo de la revolución digital, los gobiernos deberán mostrarse audaces, con políticas innovadoras para aprovechar las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías y a la vez contener los riesgos para la cohesión social. Combinar una buena regulación para explotar de forma segura el potencial de la IA con políticas de cualificación y formación, especialmente continua, de los trabajadores, para garantizar que la IA aporte prosperidad para todos. La era de la IA ha llegado.

*** Mónica Melle Hernández es consejera de la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid y Profesora de Economía de la UCM.

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