"Los teóricos de la conspiración creen en ella porque es más reconfortante. La verdad es más aterradora, nadie tiene el control". (Alan Moore).

En noviembre, The Wall Street Journal publicó un reportaje infográfico sobre el desordenado desenlace del nuevo orden mundial. El orden posterior a la Guerra Fría prometía un mundo unido por los mercados y la cooperación entre las naciones. Ese sistema ha caído en el desorden y ha dejado el mundo con una inflación creciente, conflictos comerciales, confrontaciones militares y cadenas de suministro convulsas.

Hace 30 años, las superpotencias construyeron lazos integrándose en lo que George H. W. Bush llamó "un nuevo orden mundial". El imperio soviético se derrumbó, China abrazo los mercados y Estados Unidos se convirtió en un policía global en un mundo más conectado.

El comercio estaba en el centro de todo. Los acuerdos durante la década de 1990 y principios de la de 2000 allanaron el camino hacia la integración económica y las esperanzas de cooperación política. Pero el comercio alcanzó su punto máximo como motor del crecimiento mundial en la crisis financiera. Después de estar tan conectadas, las grandes potencias estaban en camino de chocar:

Una explosión de préstamos bancarios internacionales unió a los países por los bolsillos. La volatilidad financiera aumentó con un mundo inundado de efectivo, que culminó en la crisis financiera mundial de 2008, cuando los préstamos internacionales se revirtieron:

Una nueva era de paz que duró hasta principios de la década de 2000 redujo el gasto militar. Entonces el sistema comenzó a resquebrajarse. En 2001, los terroristas de Al Qaeda atacaron y las fuerzas estadounidenses invadieron Afganistán e Irak. Putin comenzó la búsqueda para restaurar a Rusia como potencia mundial:

Las grandes empresas multinacionales habían fragmentado la producción en piezas conectadas a través de vastas cadenas mundiales de suministro. Rusia era productor de materias primas. China, una potencia manufacturera. Y Estados Unidos, el líder en logística, finanzas y consumo.

Los muebles son una referencia de cómo funcionaban las cadenas de suministro. Desde principios de la década de 2000, Rusia se convirtió en el principal proveedor de madera y productos de madera exportados a China:

A su vez, China se convirtió en la fábrica del mundo. Las importaciones estadounidenses de muebles de China alcanzaron su punto máximo en la crisis financiera y luego cayeron drásticamente después de que Trump impusiera aranceles a los productos chinos:

Las importaciones hicieron bajar los costes para los consumidores estadounidenses, pero también redujeron los puestos de trabajo en el sector industrial americano, una fuente de tensión global:

La integración global tuvo beneficios, pero a medida que aumentaban las tensiones, las herramientas de integración se convirtieron en un trastorno que generó confrontación.

El nuevo orden ayudó a reducir la pobreza global al derivar trabajo a países con salarios bajos, especialmente a China:

Estados Unidos usó aranceles para castigar a China y otros socios comerciales por lo que consideraba comercio desleal. Y luego tomo represalias:

La integración financiera también se convirtió en un arma de guerra a través del uso de sanciones, que han aumentado tras la invasión de Rusia en Ucrania:

Las cadenas de suministro globales se tensaron y las empresas estadounidenses comenzaron a trasladar su actividad desde China hacia Vietnam, la India, Tailandia y otras naciones asiáticas:

La mano de obra de bajo coste y la integración global redujeron la inflación después de un salto a principios de la década de 1990, cuando se derrumbó el imperio soviético.

Sin embargo, hoy en día, la tensión está ayudando a alimentar la inflación. La pandemia interrumpió las cadenas de suministro. Los aranceles y las sanciones hacen que las multinacionales reconsideren sus planes. La guerra de Ucrania cortó el suministro de energía. Y los consumidores de todo el mundo sienten el nuevo desorden:

Las tensiones internacionales no son sino manifestaciones exponenciales de lo que como personas y colectivos somos realmente. Napoleón Bonaparte decía: "Hay cuatro cosas que ponen al hombre en acción: interés, amor, miedo y fe".