Hablar de la globalización en un año como este, es casi una obviedad. Si algo nos ha demostrado la pandemia de la Covid-19, es que vivimos en un mundo mucho más global y conectado que nunca.

Es curioso que esta toma de conciencia de la alta interconexión de la llamada aldea global, coincida en calendario con el primer hito de la historia de la humanidad que nos hizo empezar a pensar en global: la aventura de la primera circunnavegación del mundo que un portugués (que más tarde se nacionalizaría como español), Fernando de Magallanes, y un español, Juan Sebastián Elcano, acompañados por más de 200 tripulantes, iniciaron un 10 de agosto de 1519 partiendo del muelle de Sevilla. 

No se trató de un viaje tranquilo, ni de una aventura fácil, pero la recompensa merecería la pena. Por primera vez, que sepamos, la humanidad tenía una conciencia y conocimiento certeros de las dimensiones del mundo que habitamos.

Esto tiene dos consecuencias necesarias: por una parte, tomamos conciencia de su magnitud, de su inmensidad, y por otra, al conocer los límites, el mundo se vuelve más abarcable, más asumible para el ser humano. Y por lo tanto, un menú que antes era incierto, el de los destinos, ya tiene, por fin, su listado de platos.

El mundo, de esta manera, se expande y contrae en un mismo movimiento: el de la globalización. Una realidad, que desde el punto de vista del desarrollo económico, gracias a la tecnología, la digitalización y la movilidad, ha pasado en este siglo de ser una oportunidad solo al alcance de grandes potencias a una vía de crecimiento para todo tipo de empresas y profesionales. Basta pensar en el 5G y todas sus posibilidades de conexión en tiempo real para entender que los paradigmas de espacio y tiempo en el ámbito económico, han cambiado y lo seguirán haciendo.

Esta conciencia y certeza tendremos que aplicarla en nuestro día a día, y especialmente en nuestras estrategias empresariales: mirar hacia otro lado, seguir pensando que solo un buen producto garantiza un crecimiento orgánico de nuestros negocios, es no ver la realidad.

Los consumidores, cada vez más informados y más conscientes de que sus elecciones tienen consecuencias económicas, sociales y medioambientales, reclaman productos de calidad, saludables, honestos, de cercanía, que sean sostenibles desde todos los puntos de vista, y lo hacen aquí y en todo el mundo.

En el sector del aceite de oliva, de forma muy específica, estamos viendo cómo la globalización y las tendencias de consumo asociadas a un mayor bienestar como el consenso mundial sobre los beneficios para la salud de la dieta mediterránea, y la inclusión del aceite de oliva en las cestas de la compra de personas de todo el mundo, favorecen la predisposición a la expansión mundial de nuestro 'oro líquido'.

La globalización y las tendencias de consumo favorecen la predisposición a la expansión mundial de nuestro 'oro líquido'

Y digo favorecen, porque, por desgracia, contar con una tendencia positiva no es suficiente. En el caso de los productos alimentarios, el comercio online, que con la pandemia ha despegado, sigue aún estando menos desarrollado y sus barreras de entrada, especialmente la tecnológica, impiden a los productores y agricultores que un producto de alta calidad llegue de forma sencilla a consumidores de todo el mundo. Quiere decir esto que, se está creando la tormenta perfecta para que el aceite de oliva entre en las listas de la compra habituales de personas de todo el mundo, pero no se han desarrollado aún las herramientas para dar respuesta a esta demanda.

Es necesario, así lo entendemos nosotros, llevar el compromiso que las empresas tenemos con los agricultores y las almazaras a un verdadero apoyo que genere beneficios justos para todas las partes y que, lejos de hipotecar el futuro de alguna de ellas, ayude a la visibilización, crecimiento y puesta en valor del aceite de oliva, de la tradición milenaria del olivar tradicional y de sus beneficios para la salud de las personas y del planeta.

Solo en el caso de Migasa, trabajamos con más de 80.000 agricultores y detrás de cada uno de ellos hay una familia, una forma de entender el amor por el campo y un esfuerzo y compromiso por obtener el mejor aceite de oliva.

Si Magallanes y Elcano consiguieron su gran hazaña con 200 hombres, ¿qué no seríamos capaces de conseguir si nuestros agricultores tuvieran un medio para llegar a todo el mundo?

Tenemos un producto excepcional y el viento sopla favorable: es hora ya de darles a nuestros agricultores la mejor de las naves posibles (la nave digital) para que conquisten el mundo.

***  Antonio J. Gallego, director General adjunto de Grupo MIGASA.

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