A pesar de las medidas que se han puesto en marcha en los últimos 10 años para poner coto y bajo control el gasto farmacéutico, esta partida presupuestaria sigue siendo objeto de especulaciones por parte de las Administraciones Públicas. ¿La causa? La facilidad con la que se descontrola, sobre todo en los hospitales.

Así lo indican los últimos datos del Ministerio de Hacienda correspondientes a noviembre, que precisan con pelos y señales el impacto monetario de estos productos en las arcas públicas. En términos generales, el gasto ha subido un 4,3%, hasta sumar 21.562 millones de euros en los primeros 11 meses de 2019 entre fármacos y productos sanitarios.

Sin embargo, los datos del departamento que dirige María Jesús Montero también indican que si bien el gasto público en medicamentos de receta, es decir, de venta en farmacias, está controlado (ha crecido solo un 2,3%), la inversión en medicamentos de hospital ha aumentado un 7%.

De hecho, a pesar de que el gasto total en fármacos de receta (10.337 millones) sigue siendo superior a la partida destinada a los medicamentos de hospital (6.758 millones), el incremento de la partida destinada a la farmacia hospitalaria casi dobla al alza los productos destinados en botica. En el primer caso, la subida ha sido de 451 millones; mientras que en el segundo, el incremento se queda en unos 231 millones.

Diferencias

Desde que sucediera la crisis económica, el medicamento de dispensación en oficinas de farmacia ha estado sujeto a varias medidas que han permitido reducir esta partida y permitir que su crecimiento sea sostenible.

De hecho, su media de crecimiento anual para este año, a la espera de que se conozca el dato definitivo de diciembre, es de un 2,3%, el incremento más bajo desde 2015, cuando esta partida prácticamente se estancó, con un 1,5%.

Esto se ha logrado a través de varias medidas, como la sucesiva reducción de precio de ‘viejos’ medicamentos, una bajada que los laboratorios han tenido que acatar si querían que el Sistema Nacional de Salud (SNS) siguiera recurriendo a sus productos. A esta estrategia se suman otras como la desfinanciación de productos. Concretamente, la de 417 medicamentos, que se acometió en 2012.

A esto se suma un fenómeno paralelo. La botica, la oficina de farmacia de toda la vida, está quedando ajena a los medicamentos innovadores, que son los de coste más elevado y que suponen las auténticas novedades, a nivel de impacto presupuestario, de la Cartera de Servicios del SNS.

Subidas graduales

Esta ha sido la principal causa de que el incremento del gasto farmacéutico se haya centrado en el marco hospitalario. Y es que esta partida no ha hecho sino crecer por encima del 6% desde 2015. De hecho, en 2018 subió un 9,3%. A la espera de conocer las cifras de diciembre, el aumento de la inversión en 2019 ya está en el 7,2%.

Eso sí, en estos cálculos no se encuentran las conocidas terapias contra la hepatitis C. La entrada de estos medicamentos en la financiación pública supuso un trauma y una disfunción para el déficit público allá por 2015, generando un incremento del gasto en farmacia hospitalaria del 27%.

Sin embargo, la estrategia para la financiación de estos productos, que obligaba a una disminución continua de sus precios para el SNS, planteó a su vez que sucediera algo inédito en 2016: que la partida hospitalaria se redujera un 5,3% y que un año después se contuviera en un alza del 3,2%.

Sin embargo, a día de hoy, su efecto está totalmente diluido, según explican expertos en la materia a EL ESPAÑOL.

Contener el gasto

Las decisiones sobre cómo se gestiona el gasto farmacéutico de los hospitales, más allá del precio que decida la Comisión Interministerial de Precios (que es el órgano público que lo decide en negociación con los laboratorios), descansan en las comunidades autónomas, que recurren a varias fórmulas para paliarlo, como las compras por volumen (para reducir su coste) o sumarse a las centrales de compras organizadas por el Ministerio.

A esto se suman otras alternativas que las propias compañías farmacéuticas están poniendo sobre la mesa, como los medicamentos biosimilares, que son fármacos biológicos de alta complejidad que ‘copian’ la indicación terapéutica y el efecto de un fármaco ya en el mercado (una vez este ha perdido la patente) y lo hacen a un precio menor.

Además, está el acuerdo entre el Gobierno y Farmaindustria para contener el gasto farmacéutico en medicamentos innovadores dentro de una tasa de referencia que se corresponde con el crecimiento anual del PIB. Gracias a esta fórmula, los laboratorios han tenido que abonar, de forma provisional, 121 millones a las Administraciones Públicas por rebasar el citado límite.

Noticias relacionadas