Hay consenso en afirmar que parte de la subida del precio de la electricidad viene por la subida de precio de los derechos de CO2. Incluso el Banco de España lo resalta en un reciente informe. Las empresas eléctricas adquieren derechos con el fin de costear las emisiones contaminantes de sus centrales, ya sean de gas o de carbón. 

Posteriormente, estos costes se trasladan al precio de la electricidad que venden en el mercado mayorista. Antes de la pandemia de Covid-19, el contrato de emisión de carbón rondaba los 20 euros por tonelada; la media del mes pasado fue 61 euros. Y la gran pregunta que muchos se hacen es por qué esto es tan importante si desde hace años tenemos multitud de empresas que nos ofrecen energías “limpias”. 

Pero, como estamos viendo en España con la subida del precio de la luz, depender de la energía solar o del viento no es suficiente y sigue haciendo falta quemar carbón (algo que se sigue haciendo en la mayor parte del mundo) y gas natural, además de recurrir a la energía nuclear. 

Esta decepción con las renovables se está notando en bolsa. Aunque se insistió en que la fuerte revalorización de algunos valores comprometidos con las energías “limpias” de 2020 no eran una burbuja, lo cierto es que el escenario que descontaban ha resultado ser irreal. 

Solaria es quizás el mejor ejemplo: tras ser la estrella del Ibex (al que ingresó en octubre) en 2020 con una subida del 260%, este año es el valor que más baja y su rentabilidad negativa ronda el 40%. Junto a Siemens Gamesa, otra renovable que pierde un porcentaje similar, los dos peores valores del Ibex en 2021. 

Pero no es algo sólo español. En un año de subidas bursátiles globales, la portuguesa EDP Renováveis pierde un 14% en 2021; la danesa Oersted, casi un 35%; un porcentaje similar al que cae la china JinkoSolar, por poner tres ejemplos internacionales. 

Incluso en el mercado estadounidense, con sus índices en máximos históricos, empresas que brillaron en el 2020 están teniendo un año muy complicado como SunRun (-35%), SolarEdge (-15%), Enphase Energy (-10%)… 

Y tan mal desempeño se debe a que suelen ser empresas que exigen mucha inversión para un beneficio que ha sido valorado de forma poco realista por los inversores, quizás engañados al exagerarse los beneficios de las energías “limpias”. 

Jean Pisani-Ferry, miembro de los think tanks Bruegel en Bruselas y del Peterson Institute for International Economics en Washington, advierte contra los políticos que no advierten de los costes de la transición ecológica. 

Responsabilidad de los políticos 

El economista francés critica tanto a Biden como a Ursula von der Leyen por no ser totalmente sinceros con los ciudadanos al exagerar los beneficios de la reducción de las emisiones sin citar los problemas que se avecinan en el corto plazo. 

Los líderes políticos deben ser honestos sobre lo que se avecina. El presidente Joe Biden es un poco engañoso cuando habla de 'una oportunidad para crear millones de puestos de trabajo para la clase media, sindicalizados y con buenas remuneraciones'”.

Lo mismo piensa cuando la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen sugiere que el Pacto Verde Europeo es la "nueva estrategia de crecimiento" de Europa. 

Además, ya vimos que hay relación entre el afán descarbonificador chino y el auge del precio del gas natural que ha provocado, en gran parte, el último tirón en el precio de la electricidad en Europa, debido a que están sustituyendo el carbón por el gas.

Más allá de que pueda estar justificado, no es difícil ver que la lucha contra los combustibles fósiles, liderada por multitud de políticos de todo el mundo, está teniendo un coste real en nuestros bolsillos. Y quizás estos momentos de recuperación económica postpandémica no son los mejores para realizar esa batalla ahora.

Los “tecno-optimistas” 

Jean Pisani-Ferry llama “tecno-optimistas” a aquellos que confían en que las nuevas innovaciones ecológicas solucionarán en gran medida todos los problemas. 

Su visión del futuro es simple: conduciremos automóviles eléctricos en vez de a petróleo, viajaremos en trenes de alta velocidad en vez de usar aviones y viviremos en casas con huella neutra de carbono. Es posible que los ricos deban renunciar a sus vacaciones en otros continentes, pero el estilo de vida de todos los demás básicamente se mantendrá

Él recopila diferentes declaraciones y tiene claro, él también, que a largo plazo triunfará antes el capitalismo verde que el anti-capitalismo pero quiere huir de una excesiva complacencia: 

“Incluso si la tecnología viene al rescate de la sociedad de consumo, la gente tendrá que cambiar su estilo de vida”. Por ejemplo, explica: debido a que muchas viviendas suburbanas intensivas en el uso de energía difícilmente superarán la prueba de neutralidad de emisiones de carbono, podrían terminar como activos obsoletos. Eso sería un problema para los hogares cuyo principal activo es el valor actual de sus viviendas.” 

También cita que la profunda transformación de las dietas intensivas en carnes trastocará tradiciones agrícolas y alimentarias vigentes desde hace miles de años. En resumen, advierte de los costes de la transición. 

Él cree que habrá que descartar y reemplazar una parte significativa del stock de capital existente —edificios, máquinas y vehículos— antes de que llegue al final de su vida útil. No importa si este cambio será inducido por los precios del carbono o por normativas más estrictas para las emisiones. De cualquier forma, será necesaria una mayor inversión para mantener el mismo nivel de producto

Y ahí entra el problema de cómo financiar esa inversión en un mundo tan excesivamente endeudado. Esto afecta directamente también a las empresas del sector. 

Consecuencias bursátiles en España 

Aparte de los ya citados casos extremos de Solaria y Siemens Gamesa, en España tenemos varias empresas implicadas con la energía solar y eólica. Incluso nuestras tradicionales eléctricas –Iberdrola es el mejor ejemplo- tienen una importante inversión aunque no hayan sacado a bolsa sus filiales (algo que, por ejemplo, sí ha hecho Acciona). 

Iberdrola está teniendo un mal año en bolsa (-20%) tras la fuerte subida que tuvo en 2020, y a pesar del rebote de la semana pasada. Pero dado que su negocio va más allá de “lo renovable”, vamos a centrarnos en las más especializadas. 

Saliéndonos del Ibex, donde están Solaria y Siemens Gamesa, nos encontramos con Soltec (-50%), Audax (-30%), Grenergy (-25%), y Solarpack (que caía un 10% cuando la adquirió un fondo sueco). Todo esto en un año de subidas bursátiles.

A lo que hay que sumar lo que caen Iberdrola y Endesa debido a las medidas extremas del gobierno, tomadas por la subida del coste de la luz que, como vimos, está relacionada en gran parte, por los esfuerzos contra las emisiones.

En resumen: al menos, en el corto plazo, la transición ecológica tiene un alto coste para nuestras carteras, tanto a las de llevar encima como a las de inversión.

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