Llama la atención que todavía haya gente que analiza la situación de los mercados comentando datos de la pandemia. Y llama la atención porque se está cometiendo el mismo error de siempre: analizar los mercados mirando al presente y no al futuro.

Los mercados están formados por personas, que realizan sus inversiones pensando en el futuro. Se compran inmuebles ahora si se piensa que en el futuro valdrán más. La mente del inversor está en el escenario que habrá dentro de unos años. Y en las lonjas de pescado sube el precio cuando viene mal tiempo y va a haber menos salidas y, por lo tanto, menos capturas. No por el tiempo que hace esa mañana. El precio depende del parte meteorológico de los próximos días, no de cómo ha amanecido hoy.

Pero, por algún motivo, mucha gente piensa que las acciones deben de comprarse en función de lo que ocurre hoy y no de lo que ocurrirá dentro de seis meses o un año. El caso más doloroso se produjo el año pasado, cuando la mayoría de analistas y gestores de carteras decían que no había que comprar nada porque todo estaba muy mal.

A partir de ahora, lo mejor que puede pasar con la renta fija es que no haga daño

Incluso cuando allá por el mes de mayo ya se sabía que habría una vacuna. Había que comprar precisamente porque todo estaba muy mal: los precios eran muy bajos y subirían cuando llegara la vacuna.

Los mercados hace tiempo que han pasado la página de la pandemia. Los inversores fijan precios en Europa pensando en lo que está ocurriendo en Israel, Reino Unido o EEUU. Y los inversores norteamericanos hacen sus números pensando en una Norteamérica con inmunidad de grupo. Y eso no tiene nada que ver con trabajar con una bola de cristal, sino con trabajar con la información que tenemos hoy en día y que nos permite establecer escenarios futuros.

Por ejemplo, si la bolsa europea está subiendo es porque se está teniendo en cuenta que el elevado y estable dividendo de las empresas europeas podría ser uno de los grandes beneficiarios de la salida de dinero de la renta fija. Una consecuencia, a su vez, de la futura normalización del nivel de inflación y del fin de las compras de bonos por parte del Banco Central Europeo (BCE). Y es solo un ejemplo de cómo los inversores miran al futuro a la hora de comprar hoy.

Pero no todo lo que vemos actualmente cuando hacemos este ejercicio de anticipación es positivo. Desde luego no lo es para la renta fija, como ya están descontando los precios de los bonos de largo plazo. Y podría traer problemas también para la renta variable.

El fin de la pandemia y la llegada de la normalidad sin apellidos es también el fin del estímulo monetario. Ya sabemos lo mal que le sienta a los bonos, pero ¿cómo le sentará a la renta variable?

Podría ocurrir que le siente muy mal, que solo sea una molestia temporal o que ni siquiera le afecte. Todas las opciones son posibles y todas las tenemos que analizar porque de ello va a depender la rentabilidad de nuestras carteras, ya que, a partir de ahora, lo mejor que puede pasar con la renta fija es que no haga daño.

Los mercados hace tiempo que han pasado la página de la pandemia y eso no tiene nada que ver con trabajar con una bola de cristal

Podría ocurrir que detrás de la subida de la renta variable de los últimos años esté solo el dinero inyectado por los bancos centrales y que, una vez se seque esa fuente de liquidez, el mercado cambie de tendencia. No es descartable, puesto que la correlación entre ambos hasta ahora ha sido perfecta.

Pero, mientras que en el caso de la renta fija esa liquidez es casi el único factor alcista, en el caso de la renta variable intervienen otros elementos.

Partamos de un hecho: la valoración de las acciones de las empresas tiene obviamente mucho que ver con los ingresos o el crecimiento de esas empresas. Es, por lo tanto, perfectamente posible que, cuando las bolsas pierdan el motor de la liquidez de los bancos centrales, sigan subiendo gracias al motor del crecimiento económico.

No olvidemos que la recuperación se va a dar en un entorno de máxima liquidez en el sistema, único en la historia, y que una parte de ese dinero puede ir al consumo y generar así un nivel de crecimiento muy superior al de los últimos años. Aunque sea temporalmente.

En ese escenario, el tapering podría ser motivo solo de pausa o corrección en la renta variable, aunque fuera motivo de tendencia a la baja en la renta fija.

Así que, a partir de ahora, menos pandemia y más atención al crecimiento económico y de resultados empresariales en un mundo sin pandemia. Más atención al ritmo del tapering y menos pensar en si habrá o no tapering (lo habrá seguro). Más conducir mirando hacia delante y menos espejo retrovisor. Más luces largas y menos luces cortas. Ahora y siempre.

***Víctor Alvargonzález es asesor financiero independiente y socio fundador de Nextep Finance